Versículo para hoy:

viernes, 29 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 29 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Si la lepra hubiere cubierto toda su carne, dará por limpio al llagado”. Levítico 13:13.



ESTE reglamento parece muy extraño, pero, sin embargo, había en él sabiduría, pues el hecho de expeler la enfermedad, demostraba que la constitución física del paciente era sana. Puede ser bueno para nosotros, esta mañana, ver la enseñanza típica de este precepto tan singular. Nosotros también somos leprosos y podemos leer la ley del leproso como aplicable a nosotros mismos. Cuando un hombre se ve enteramente perdido y arruinado, todo cubierto con la contaminación del pecado y sin ningún miembro libre de corrupción; cuando renuncia a todos sus derechos y se confiesa culpable delante del Señor, entonces el tal es limpio por la sangre de Jesús y por la gracia de Dios. La iniquidad oculta, no sentida ni confesada, es una verdadera lepra, pero cuando el pecado es manifiesto y sentido, recibe un golpe mortal, y el Señor mira con ojos de compasión al alma afligida por el mal. Nada es más grave que la justicia propia, ni nada nos trae más esperanza que la contrición. Tenemos que confesar que no somos “otra cosa más que pecado”, pues ninguna otra confesión será verdadera. Si el Espíritu Santo obra en nosotros, convenciéndonos de pecado, no tendremos dificultad en hacer esa confesión, pues brotará espontáneamente de nuestros labios. ¡Qué aliento trae este texto a los que están bajo una profunda convicción de pecado! El pecado lamentado y confesado, aunque sea horrible y repugnante, nunca impedirá que el hombre se acerque al Señor Jesús. El que a Jesús va, El no lo echa fuera. Aunque sea deshonesto como el ladrón, impúdico como la mujer pecadora, impetuoso como Saulo de Tarso, cruel como Manasés y rebelde como el hijo pródigo, el gran corazón de amor atenderá al hombre que siente que en él no hay nada sano, y lo declarará limpio cuando confíe en Jesús crucificado. Ven, pues, a El, cargado pecador.

jueves, 28 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 28 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres”.
Salmo 33:13.

QUIZÁ ninguna otra figura de dicción represente a Dios desde un punto de vista más grato que aquella que lo representa como bajándose de su trono y descendiendo del cielo para atender las necesidades de la humanidad y ver sus gemidos. Nosotros amamos a aquel que, cuando Sodoma y Gomorra estaban llenas de iniquidad, no quiso destruirlas hasta que las visitó personalmente. Nosotros, en demostración de afecto, no podemos por menos que derramar nuestros corazones delante del Señor, que inclina su oído desde la magnífica gloria y lo pone en los labios del agonizante pecador, cuyo débil corazón ansía ser reconciliado. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino amarlo cuando sabemos que él cuenta todos nuestros cabellos, marca nuestra senda y ordena nuestro corazón, cuando recordamos cuán solícito es él, no sólo para con los intereses materiales de sus criaturas, sino también para con los espirituales. Aunque median leguas de distancia entre la finita criatura y el infinito Creador, hay, sin embargo, eslabones que los unen. Cuando de tus ojos cae una lágrima, no pienses que Dios no la mira, porque “como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”. Tu suspiro puede conmover el corazón del Señor. Tu murmullo puede inclinar hacia ti su oído. Tu oración puede detener su mano; tu fe puede mover su brazo. No pienses que Dios está sentado en las alturas, sin cuidar de ti. Recuerda que, aunque seas pobre y necesitado, sin embargo, Dios piensa en ti. “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él”.
En el afán y en el dolor,
Dios cuidará de ti;
En el peligro, tu Señor,
Sí, cuidará de ti.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 27 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Bienaventurado tú, oh Israel, ¿quién como tú, pueblo salvo por Jehová?” Deuteronomio 33:29.

EL que afirma que el cristianismo hace miserables a los hombres, demuestra que lo desconoce enteramente. ¡Es, en verdad, extraño que nos haga miserables, si consideramos la alta posición a la cual nos eleva! Él nos hace hijos de Dios. ¿Crees tú que Dios ha de dar a sus enemigos toda su felicidad, y reservará para su propia familia todo el dolor? ¿Tendrán sus enemigos alegría y gozo y los nacidos en su casa heredarán aflicción y desdicha? ¿El pecador que no conoce a Cristo se tendrá por rico y feliz, y nosotros iremos lamentándonos como si fuéramos miserables mendigos? ¡No! Nosotros nos gozaremos en el Señor siempre, y nos gloriaremos en nuestra herencia, pues nosotros “no hemos recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor; mas hemos recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre”. La vara de la disciplina tiene que estar sobre nosotros en cierta proporción, pues ella nos trae dulces frutos de justicia. De modo que, con la ayuda del divino Consolador, nosotros, “el pueblo salvado por el Señor”, nos gozaremos en el Dios de nuestra Salvación. Nosotros nos hemos desposado con Cristo. ¿Permitirá el sublime Esposo que su esposa se consuma en un constante dolor? Nuestros corazones están unidos a él; nosotros somos sus miembros, y aunque por un tiempo suframos, como una vez sufrió nuestra Cabeza, sin embargo, aun ahora somos bendecidos en él con toda bendición espiritual. Tenemos las arras de nuestra herencia en los consuelos del Espíritu, que no son pocos ni insignificantes. Herederos de gozo sempiterno, gustamos anticipadamente de nuestra porción. Hay destellos de esa luz de gozo que nos anuncian el amanecer de nuestro eterno día. Nuestras riquezas están allende el mar; nuestra ciudad de sólidos fundamentos está de la otra parte del río.

martes, 26 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 26 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Los mirtos que había en la hondura”. Zacarías 1:8.

LA visión de este capítulo describe la condición de Israel en los días de Zacarías. Pero si lo interpretamos en relación a nosotros, esta visión describe a la Iglesia de Dios tal cual la hallamos ahora en el mundo. La Iglesia es comparada a una arboleda de mirtos que florece en un valle. Esa arboleda está oculta, inadvertida, escondida. No busca ninguna gloria ni atrae la atención del indiferente espectador. La Iglesia, a semejanza de su Cabeza, tiene una gloria, pero está encubierta de los ojos carnales, pues el tiempo en que ha de presentarse en todo su esplendor, aun no ha llegado. También se nos sugiere aquí la idea de apacible seguridad, pues la arboleda de mirtos, que está en el valle, permanece quieta y sosegada, mientras la tormenta pasa por la cima de las montañas. Las tempestades desencadenan su furia sobre los escarpados picos de los Alpes, pero allá abajo, donde corre el río que alegra la ciudad de nuestro Dios, los mirtos crecen junto a las mansas aguas, sin ser movidos por los impetuosos vientos. ¡Cuán grande es la tranquilidad interior de la Iglesia de Dios! Aun cuando es combatida y perseguida, tiene una paz que el mundo no puede dar, y que, por lo tanto, no puede quitar. La paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento, guarda los corazones y las mentes de los hijos de Dios. ¿No describe también esta metáfora el crecimiento tranquilo y perpetuo de los santos? El mirto no pierde sus hojas; está siempre verde. Y la Iglesia, aun en sus peores tiempos, tiene un bendito verdor de gracia en derredor de sí. Más aun: algunas veces ha mostrado mucho verdor, cuando su invierno era muy intenso. La Iglesia ha prosperado más cuando sus adversarios fueron para con ella más severos. Este texto sugiere también victoria. El mirto es el emblema de la paz y también un símbolo de triunfo. Las sienes del conquistador eran ceñidas con mirto y laurel. Y la Iglesia es siempre victoriosa. ¿No es cada cristiano más que vencedor por medio de aquel que lo amó? Si no hay lucha ¿no caen dormidos los cristianos con las armas de victoria?

domingo, 24 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 25 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Romanos 3:26.

“JUSTIFICADOS por la fe tenemos paz para con Dios”. La conciencia no acusa más. El juicio se decide ahora a favor del pecador. La memoria recuerda con profundo dolor los pecados pasados, pero no teme que le venga ningún castigo, pues Cristo ha pagado la deuda de su pueblo hasta la última jota y el último tilde, y ha recibido la aprobación divina. A menos que Dios sea tan injusto como para demandar un pago doble por una deuda, ninguna alma, por la cual Cristo murió como substituto, puede jamás ser echada al infierno. Creer que Dios es justo parece ser uno de los fundamentos de nuestra naturaleza iluminada. Nosotros sabemos que esto debe ser así. Al principio nos causaba terror pensar en esto. Pero, ¡qué maravilla, que esta misma creencia de que Dios es justo, llegara a ser más tarde, el pilar en que se apoyaría nuestra confianza y nuestra paz! Si Dios es justo, yo, que soy un pecador sin substituto, debo ser castigado. Pero Jesús ocupa mi lugar y es castigado por mí. Y ahora, si Dios es justo, yo, que soy un pecador que está en Cristo, nunca puedo perecer. Dios cambia su actitud frente a un alma, cuyo substituto es Jesús; y no hay ninguna posibilidad de que esa alma sufra la pena de la ley. Así que, habiendo Jesús tomado el lugar del creyente, habiendo sufrido todo lo que el pecador debía haber sufrido a causa de su pecado, el creyente puede exclamar triunfalmente: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” No lo hará Dios, pues él es el que nos justifica; tampoco lo hará Cristo, pues él es el que murió, “más aun, el que también resucitó”. No tengo esta esperanza porque no sea pecador, sino porque soy un pecador por quien Cristo murió. No creo que yo sea un santo, pero creo que, aunque soy impío, él es mi justicia. Mi fe no descansa en lo que soy, sino en lo que Cristo es, en lo que él ha hecho, y en lo que está haciendo ahora por mí.

SETIEMBRE 24 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Porque tuve vergüenza de pedir al rey ejército y gente de a caballo, que nos defendiesen del enemigo en el camino: porque habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es sobre todos los que le buscan para bien; mas su fortaleza y su furor sobre todos los que le dejan”. Esdras 8:22.

POR muchos motivos hubiera sido deseable que la compañía de peregrinos tuviese una escolta, pero una vergüenza santa no permitió que Esdras la consiguiera. El temía que el rey pagano pensara que sus profesiones de fe en Dios, eran meras hipocresías, o que imaginara que el Dios de Israel no era capaz de preservar a sus adoradores. Esdras no podía decidirse a confiar en un brazo de carne, para un asunto en el cual tan evidentemente intervenía el Señor, y, por lo tanto, la caravana salió sin protección visible, pero guardada por el que es la espada y el escudo de su pueblo. Tememos que sean pocos los creyentes que sienten este santo celo por Dios. Aun aquellos que, en alguna manera, marchan por fe, empañan el brillo de sus vidas, implorando la ayuda del hombre. Es mucho mejor no tener apoyo ni sostén, sino estar en pie sobre la Roca de los Siglos, sostenidos sólo por el Señor. ¿Buscarían los creyentes subvenciones del estado para la Iglesia si recordaran que, pidiendo ayuda al César, afrentan al Señor? ¡Como si el Señor no pudiese suplir las necesidades de su propia causa! ¿Recurriríamos tan apresuradamente a los amigos y a las relaciones en busca de ayuda, si recordáramos que sólo magnificamos al Señor cuando ponemos en su brazo toda nuestra confianza? Alma mía, espera sólo en Dios. Pero –dirá alguno- “¿no se pueden usar los medios?” Seguramente que sí. Pero nuestra falta rara vez reside en la omisión de los medios. Mucho más frecuentemente reside en que neciamente confiamos en ellos, en lugar de confiar en Dios. Pocos son los que dejan de confiar en la ayuda humana; en cambio, son muchos los que pecan grandemente confiando en ella. Aprende, querido lector, a glorificar a Dios.

SETIEMBRE 23 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Aceptos en el Amado”. Efesios 1:6.

¡QUÉ situación de privilegio! La aceptación incluye nuestra justificación, pero este término significa en griego mucho más que eso. Significa que nosotros somos los objetos de la complacencia divina; más aun: del gozo divino. ¡Cuán maravilloso es que nosotros: gusanos, mortales, pecadores, seamos los objetos del amor divino! Pero esto lo logramos sólo “en el Amado”. Algunos cristianos parecen ser aceptos sólo en su propia experiencia; por lo menos, ese es su temor. Cuando sus espíritus están animados y sus esperanzas son evidentes, entonces piensan que Dios los aceptó, pues en esos momentos se sienten muy exaltados, muy impregnados de cielo, muy lejos de la tierra. Pero cuando sus almas están pegadas al polvo, son víctimas del temor de que ya no sean aceptos. Si solo comprendieran que el desbordante gozo no los enaltece y que el profundo desaliento no los deprime ante la presencia del Padre, sino que permanecen aceptos en uno que nunca cambia, que es siempre el Amado de Dios, siempre perfecto, siempre sin mancha ni arruga o cosa semejante, ¡cuán felices serían, y cuánto más honrarían al Salvador! Creyente, regocíjate, pues, en esto: eres acepto en el Amado. Tú miras tu corazón y dices: “Aquí no hay nada aceptable”. Pero mira a Cristo, y ve si allí no son aceptables todas las cosas. Tus pecados te atormentan, pero Dios ha echado tus pecados a sus espaldas, y tú quedas así acepto en el Justo. Tú tienes que luchar con la corrupción y pelear con la tentación, pero ya eres acepto en el que ha vencido a los poderes del mal. El demonio te tienta; ten coraje, él no te puede destruir, pues tú eres acepto en el que ha quebrado la cabeza de Satán. Conoce con plena seguridad tu gloriosa posición. Las almas glorificadas no son más aceptas que tú. Fueron aceptadas en el cielo únicamente “en el Amado”, y tú eres ahora mismo acepto en Cristo en la misma forma.

SETIEMBRE 22 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Alégrese Israel en su Hacedor”. Salmo 149:2.

ESTÁ alegre de corazón, oh creyente; pero ten cuidado de que tu alegría tenga su origen en el Señor. Tú tienes muchos motivos para alegrarte en tu Dios, porque puedes cantar con David: “Dios, alegría de mi gozo”. Alégrate de que Jehová reine y de que el Señor sea el Rey. Regocíjate porque él está sentado sobre el trono y rige todas las cosas. Cada atributo de Dios debiera ser un nuevo rayo en el sol de nuestra alegría. Si reconocemos nuestra propia necedad, tenemos que alegrarnos de que él sea sabio; si temblamos ante nuestra debilidad, debemos regocijarnos de que él sea poderoso; si sabemos que nos marchitamos como la hierba, tenemos que alegrarnos de que él sea eterno; si a cada instante cambiamos, debemos gozarnos de que él sea inmutable. Tenemos que alegrarnos también porque él está lleno de gracia, y que esa gracia nos la dio a nosotros en su pacto; y porque él nos limpia, nos guarda, nos santifica, nos perfecciona y nos lleva a la gloria. Esta alegría en Dios es como un río profundo. Hasta ahora sólo hemos tocado la orilla, conocemos poco de su límpida hermosura y de sus corrientes celestiales, pero más adelante la profundidad es mayor y la corriente es más impetuosa en su gozo. El cristiano sabe que puede gozarse no sólo en lo que Dios es, sino también en todo lo que Dios ha hecho en el pasado. Los salmos nos muestran que el antiguo pueblo de Dios, solía pensar mucho en las obras de Dios y tenía un canto para cada una de ellas. ¡Que el pueblo de Dios refiera también ahora las obras del Señor! ¡Que cuente sus poderosos hechos, y “cante al Señor que triunfó gloriosamente”! Que no cese de cantar, pues así como las nuevas bendiciones le son dadas cotidianamente, así también debe, en incesante acción de gracias, manifestar su alegría por las obras de amor que el Señor obró en su providencia y por su gracia. Alegraos, hijos de Sión, y gozaos en el Señor vuestro Dios.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 21 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Me regocijaré con ellos, haciéndoles bien”. Jeremías 32:41.

¡CUÁN alentador es para el creyente el gozo que Dios tiene en sus santos! No podemos ver ninguna razón porque el Señor deba regocijarse en nosotros; tampoco podemos regocijarnos en nosotros mismos, pues a menudo gemimos agravados, conscientes de nuestra pecaminosidad y deplorando nuestra infidelidad. Además, tememos que el pueblo de Dios no pueda tomar mucho placer en nosotros, pues sus componentes conocen, quizás, tantas de nuestras imperfecciones y locuras, que lamentarán nuestras debilidades más bien que admirar nuestros dones. Pero nosotros queremos descansar en esta preciosa verdad, en este glorioso misterio: “Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará con nosotros nuestro Señor”. No leemos en ninguna parte que Dios tome placer en las altísimas montañas o en las rutilantes estrellas, pero leemos que “él se huelga en la parte habitable de la tierra y que sus delicias son con los hijos de los hombres”. Tampoco está escrito que los ángeles dan placer a su alma, ni dice, en cuanto a los querubines y serafines: “Serás llamada Hephzibah, porque Jehová se deleita en ti”. Pero él dice todo esto a criaturas caídas como nosotros, degradadas y depravadas por el pecado, que han sido salvadas, exaltadas y glorificadas por la gracia de Dios. ¡Cuán vigoroso es el lenguaje en que el Señor expresa el deleite que tiene en su pueblo! ¡Quien hubiese pensado que el Eterno prorrumpiría en un canto así! Sin embargo está escrito: “Se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”. Cuando miró el mundo, que había creado, dijo que “era bueno”, pero cuando contempló a los comprados con la sangre de Jesús, parece como si su gran corazón no pudiera contenerse más, pues se desbordó en divinas exclamaciones de gozo. ¿No tendríamos nosotros que expresar nuestra gratitud a tan maravillosa declaración de amor, y cantar: “Yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salud”?

SETIEMBRE 20 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¡La espada de Jehová y de Gedeón!” Jueces 7:20.


GEDEÓN ordenó a sus hombres que hicieran dos cosas: que ocultaran una tea en un cántaro, y que, a una señal convenida, lo rompieran para que la tea alumbrara, y entonces que tocaran la corneta dando grita: “¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!” Eso es precisamente lo que todo cristiano debe hacer. Primero debes resplandecer. Rompe el cántaro que esconde tu luz. Arroja a un lado el almud que ha estado escondiendo tu luz, y resplandece. Que tu luz resplandezca delante de los hombres. Que tus obras sean tales que cuando los hombres las vean conozcan que tú has estado con Jesús. Después, debe seguir el sonido, el toque de la trompeta. Debe haber esfuerzos diligentes para ganar a los pecadores por la predicación de Cristo crucificado. Llévales el Evangelio; llévales el Evangelio a sus puertas y ponlo en sus caminos; no permitas que huyan de él. Toca la trompeta directamente en sus oídos. Recuerda que el verdadero grito de guerra de la Iglesia es la consigna de Gedeón: “La espada de Jehová y de Gedeón”. Dios hará esa obra, pues es suya. Pero nosotros no tenemos que estar ociosos: el instrumento para hacer la obra debe ser usado: “La espada de Jehová y de Gedeón”. Si sólo gritamos: “La espada de Jehová”, seremos culpables de ociosa arrogancia; y si gritamos: “La espada de Gedeón”, manifestaremos una confianza idolátrica en un brazo de carne. Tenemos, pues, que combinar las dos expresiones en virtual armonía y decir: “La espada de Jehová y de Gedeón”. Nosotros no podemos hacer nada por nosotros mismos, pero con la ayuda de Dios podemos hacer cualquier cosa. Resolvámonos, pues, a salir personalmente en su nombre. Sirvamos de ejemplo, teniendo encendida nuestra tea; y demos testimonio, tocando fuertemente nuestra trompeta. Dios estará con nosotros y Madián será puesto en confusión y el Señor de los ejércitos reinará para siempre.

martes, 19 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 19 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“La libertad con que Cristo nos hizo libres”. Gálatas 5:1.


ESTA “libertad” nos da libre acceso a la constitución del cielo, que es la Biblia. Creyente, aquí tienes un pasaje selecto: “Cuando pasares por las aguas, yo seré contigo”. Tú tienes acceso a esa promesa. Aquí tienes otro: “Los montes se moverán y los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia”. Tú tienes acceso a esta otra promesa. Tú eres un huésped bienvenido en la mesa de las promesas. La Biblia es una caja fuerte llena de ilimitadas provisiones de gracia. Es el banco del cielo. Puedes sacar de allí, sin estorbo ni obstáculo, cuando te plazca. Ven con fe a participar de todas las bendiciones del pacto y serás bienvenido. Ninguna de las promesas de la Palabra te será negada. Haz que esta libertad te consuele cuando estés pasando por las profundidades de la tribulación, te anime en la aflicción y sea tu solaz en la angustia. Esta libertad es la prenda de amor que te otorga tu Padre. Tú tienes acceso a ella siempre. También tienes libre acceso al trono de la gracia. Tener acceso al Padre Celestial es privilegio del creyente. Cualesquiera sean nuestros deseos, nuestras dificultades, nuestras necesidades, tenemos libertad de presentar todo delante de él. No importa si hemos pecado mucho, podemos pedirle perdón y esperarlo. No importa si somos muy pobres; podemos pedirle que, de acuerdo con su promesa, nos supla todo lo que nos falta. Tenemos permiso de acercarnos a su trono en todo tiempo: a medianoche o a mediodía. ¡Oh creyente!, ejerce tus derechos y goza de tus privilegios. Tienes libre acceso a todo lo que está atesorado en Cristo: sabiduría, justicia, santificación y redención. No importa cuál sea tu necesidad, pues hay en Cristo abundantes provisiones para ti. ¡Oh, qué libertad es la tuya! Libertad de la condenación, libertad de gozar las promesas, libertad de acercarte al trono de la gracia, y, por fin, libertad para entrar en los cielos.

SETIEMBRE 18 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu”. Gálatas 5:25.

LAS dos cosas más importantes de nuestra santa religión son la vida de fe y la conducta de fe. El que entiende correctamente estas cosas no está lejos de ser un maestro en teología experimental, pues ellas son puntos vitales para el cristiano. Nunca hallarás la verdadera fe desligada de la verdadera piedad. Por otra parte, nunca hallarás una vida verdaderamente santa que no tenga por fundamento una fe viva en la justicia de Cristo. ¡Ay de aquellos que buscan lo uno sin lo otro! Hay algunos que cultivan la fe y se olvidan de la santidad. Estos quizás estén muy arriba en ortodoxia, pero estarán muy abajo en la condenación, pues “detienen la verdad con injusticia”. Hay otros que se han esforzado en busca de la santidad, pero han negado la fe, a semejanza de los fariseos de la antigüedad, de quienes el Maestro dijo que eran “sepulcros blanqueados”. Debemos tener fe, pues ella es el fundamento, pero debemos también tener santidad de vida porque la santidad es el edificio. ¿De qué le sirven al hombre, en días de tormenta, los simples cimientos de un edificio? ¿Puede refugiarse en ellos? Lo que él necesita es una casa que lo proteja, la que, a su vez, tenga sólidos cimientos. Así también nosotros necesitamos el edificio de la vida espiritual si queremos tener fortaleza en el día de la duda. Pero no procures una vida santa sin fe, pues eso sería como levantar una casa que puede dar un abrigo permanente, por no estar fundada sobre una roca. Pongamos juntas la fe y la vida, y ellas, a semejanza de los dos estribos de un arco, harán que nuestra piedad sea permanente. Así como la luz y el calor proceden del mismo sol, la fe y la vida están igualmente llenas de bendiciones; y, como los dos pilares del templo, están puestas para gloria y belleza. ¡Oh Señor!, danos hoy vida interior y ella se manifestará en lo exterior para tu gloria.

SETIEMBRE 17 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON


DESESPERADAMENTE el decepcionado padre se volvió de los discípulos al Maestro. Su hijo estaba en la peor condición posible, y todos los medios habían fracasado, pero el pobre niño fue pronto librado del maligno, cuando el padre, obedeció, con fe, el pedido de Jesús: “Traédmele”. Los hijos son dones preciosos de Dios, pero nos producen muchas ansiedades. Pueden ser motivo de grande gozo o de grande amargura para sus padres; pueden estar llenos del Espíritu de Dios o poseídos de un espíritu malo. En todos los casos, la Palabra de Dios nos da una receta para la cura de todos los males: “Traédmele”. ¡Dios nos enseñe a elevar oraciones más agonizantes a favor de nuestros hijos mientras son pequeños! El pecado está en ellos, empecemos a atacarlo con oración. Nuestro clamor en favor de nuestros vástagos debiera preceder a los lamentos que anuncian su venida a este mundo de pecado. En los días de su juventud veremos tristes señales de aquel espíritu mudo y sordo, que ni orará rectamente ni oirá la voz de Dios al alma, pero aun en ese caso Jesús nos manda: “Traédmele”. Cuando sean adultos, quizás se revuelquen en el pecado y echen espumarajos de enemistad contra Dios; entonces, cuando nuestros corazones estén quebrantados, recordemos la palabra del médico: “Traédmele”. No debemos cesar de orar hasta que dejen de respirar. Ningún caso es irremediable mientras viva Jesús. El Señor algunas veces permite que los suyos sean puestos en un callejón sin salida para que conozcan por experiencia cuánto lo necesitan. Los hijos impíos, al mostrarnos nuestra impotencia contra la depravación de sus corazones, nos obligan a ir al Fuerte para adquirir fuerzas, y esto es para nosotros una gran bendición. Que la necesidad que experimentamos esta mañana, nos lleve, como una fuerte corriente, al océano del amor divino. Jesús puede quitar pronto nuestra aflicción; él se complace en confortarnos.

sábado, 16 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 16 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Participantes de la naturaleza divina”. 2 Pedro 1:4.

SER participante de la naturaleza divina no es, por supuesto, convertirse en Dios. Eso no puede ser. De la esencia de la Deidad no puede participar la criatura. Entre la criatura y el Creador habrá siempre un golfo, en cuanto a la esencia; pero como el primer hombre, Adán, fue hecho a la imagen de Dios, así nosotros, por la renovación del Espíritu Santo, somos, en un sentido aun más sublime, hechos a la imagen del Altísimo, y somos además participantes de la naturaleza divina. Somos, por su gracia, hechos semejantes a Dios. “Dios es amor”, y nosotros nos convertimos en amor, pues “el que ama es nacido de Dios”. Dios es verdad, y nosotros llegamos a ser verdaderos, y amamos al que es verdadero. Dios es bueno, y nos hace buenos por su gracia, de modo que lleguemos a ser los de limpio corazón que verán a Dios. Además, nosotros llegamos a ser participantes de la naturaleza divina en un sentido aun más elevado que este, tan elevado como pueda concebirse, excepto el ser divinos absolutamente. ¿No hemos llegado a ser miembros del cuerpo de la divina persona de Cristo? Sí, la misma sangre que corre por la cabeza corre también por las manos. Y la misma vida que anima a Cristo anima a los suyos, pues “vosotros muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Más aun: pues, como si eso no fuera suficiente, nosotros estamos desposados con Cristo. El nos ha desposado en justicia y en fidelidad, y el que está unido al Señor es un espíritu con él. ¡Oh maravilloso misterio! Nosotros lo contemplamos, pero ¿quién lo entenderá? ¡Uno con Jesús; uno con él de tal manera que el sarmiento no está más unido a la vid de lo que nosotros lo estamos a nuestro Señor, Salvador y Redentor! Mientras nos regocijamos en esto, recordemos que los que son hechos partícipes de la naturaleza divina, deben manifestar ese alto y santo parentesco en su comunicación con los demás.

SETIEMBRE 15 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“No temerá a causa de malas noticias”. Salmo 112:7.

CRISTIANO, tú no debes temer la llegada de malas noticias, porque si tú te afliges por ellas, ¿qué más haces que los otros hombres? Los otros hombres no tienen como tú a Dios, a quien acudir; no han probado su fidelidad, como lo has hecho tú, y no hay que admirarse si ellos se abaten con sobresaltos y se acobardan con temor. Pero tú profesas ser de otro espíritu; has sido engendrado otra vez en esperanza viva, y tu corazón vive en el cielo y no en las cosas terrenales. Si estás turbado, ¿cuál es el valor de la gracia que profesas haber recibido? ¿Dónde está la dignidad de aquella nueva creación que pretendes poseer? Además, si, como los otros, estás lleno de sobresaltos, serás inducido a cometer los pecados que cometen ellos, cuando están pasando por penosas circunstancias. Los impíos, cuando son sorprendidos por malas noticias, se rebelan contra Dios, murmuran y piensan que Dios los trata duramente. ¿Quieres caer tú en el mismo pecado? ¿Quieres provocar al Señor como lo hacen ellos? Además, los inconversos recurren frecuentemente a medios erróneos para escapar de sus dificultades, y tú, sin duda, harás lo mismo si te rindes a la presión de la presente dificultad. Confía en el Señor y espera pacientemente en él. El mejor rumbo que puedes tomar es hacer lo que hizo Moisés ante el Mar Rojo: “Estar quedo y ver la salvación de Dios”. Porque si das cabida al temor cuando oyes malas noticias, serás incapaz de hacer frente a la aflicción, con aquella serena tranquilidad, que te da fuerzas para cumplir con el deber y te sostiene en la adversidad. ¿Cómo puedes glorificar a Dios si haces el papel del cobarde? Los santos han cantado frecuentemente en el fuego las mejores alabanzas de Dios, ¿y tú quieres, como si nadie te ayudara, que tus dudas y desalientos magnifiquen al Altísimo? Anímate, pues, y confía en la fidelidad de Dios.

jueves, 14 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 14 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Había también con él otros barquitos”. Marcos 4:36.

JESÚS era aquella noche el gran Almirante del mar, y su presencia preservó a todo el convoy. Es bueno navegar con Jesús, aunque sea en un barquito. Cuando navegamos en compañía de Jesús, no podemos estar seguros de contar con buen tiempo, pues grandes tormentas pueden sacudir el barco que lleva al Señor mismo; ni tampoco debemos esperar que el mar se hallará menos borrascoso en derredor de nuestro barquito. Si vamos con Jesús tenemos que estar satisfechos con viajar como viaja él, y cuando las olas sean borrascosas para él, lo serán también para nosotros. Es en medio de la tempestad y de las sacudidas que llegamos a tierra, mientras él va delante de nosotros. Cuando la tormenta sacudía el mar de Galilea, en todos los rostros se dibujaba la preocupación, y todos los corazones temían el naufragio. Cuando toda ayuda humana era vana, se levantó el Salvador, y con una palabra transformó la tempestad en calma. Entonces tanto los otros barquitos, como aquel en que viajaba el Señor, tuvieron bonanza. Jesús es la estrella del mar. Y aunque haya aflicción en la mar, si Jesús está en ella hay gozo también. Que nuestros corazones hagan de Jesús su ancla, su timón, su faro, su bote salvavidas y su puerto. Su Iglesia es el navío del Almirante. Sigamos sus movimientos y alentemos a sus oficiales con nuestra presencia. El Almirante mismo es la gran atracción. Sigamos siempre su estela, observemos siempre sus señales, guiémonos siempre por su carta de navegación, y mientras él esté en la borrasca, no temamos. Ningún barco del convoy naufragará. El Gran Jefe de escuadra conducirá a cada uno de ellos en seguridad al puerto deseado. Por fe soltaremos amarras para navegar otro día, y nos daremos a la vela con Jesús en un mar de tribulación. El está siempre en medio de los azotados por la tormenta. Regocijémonos en él. Su barco llegó al puerto, y el maestro llegará también.

SETIEMBRE 13 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques”. Salmo 84:6.


ESTO nos enseña que el consuelo obtenido por uno, puede frecuentemente resultar útil a otro, como acontecería con las fuentes que eran aprovechadas por la compañía que venía detrás. Nosotros solemos leer algunos libros llenos de consolación, que, a semejanza de la vara de Jonatán, destilan miel. Nosotros pensamos que nuestro hermano estuvo allí antes que nosotros, y cavó este pozo en provecho de sí mismo y de nosotros. Muchos de esos libros han sido como un estanque hecho por un peregrino para su bien, pero que ha resultado ser muy útil también a otros. Advertimos esto especialmente en los Salmos, como, por ejemplo, en aquel que dice en uno de sus versículos: “¿Por qué te abates, oh alma mía?” Los viajeros se han gozado al ver la huella del hombre en lugares estériles, y a nosotros nos gusta ver las marcas que los peregrinos dejaron al pasar por el valle.
Los peregrinos cavan el pozo, pero, aunque parezca extraño, ese pozo se llena por la parte de arriba en lugar de hacerlo por la parte de abajo. Nosotros usamos los medios, pero la bendición no procede de los medios. Nosotros cavamos el pozo, pero el cielo lo llena con lluvia. El caballo está preparado, aguardando el día de la batalla, pero la seguridad es del Señor. Los medios están relacionados con el fin, pero no lo producen por sí mismos. Mira aquí, la lluvia llena los estanques, de suerte que ellos llegan a ser útiles como depósitos de agua. El trabajo no se pierde, pero, sin embargo, no reemplaza a la ayuda divina. La gracia bien puede compararse a la lluvia por su pureza, por su influencia refrescante y vivificadora, por venir sola desde arriba y por la soberanía con que es dada o retenida. ¡Que nuestros lectores tengan lluvias de bendiciones y que los pozos que han cavado se llenen de agua! ¡Oh Dios de amor, abre las ventanas del cielo y derrama sobre nosotros bendición!

martes, 12 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 12 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Dios celoso”. Nahum 1:2.

¡OH creyente! Tu Dios es muy celoso de tu amor. ¿Te escogió Dios? Bien, él no puede soportar que tú escojas a otro. ¿Te compró él con su propia sangre? Entonces, él no puede tolerar que tú pienses que te perteneces o que perteneces al mundo. El te amó de tal manera que no se quedó en el cielo sin ti. El Señor preferiría morir antes que dejarte perecer; por lo tanto, no puede tolerar que nadie esté entre él y el amor de tu corazón. Dios es muy celoso de tu confianza. El no permitirá que tú confíes en un brazo de carne. No puede tolerar que caves cisternas rotas cuando está a tu alcance el superabundante manantial. Cuando te apoyas en él, se alegra; pero cuando dependes de otro, cuando confías en tu propia sabiduría, o en la sabiduría de un amigo, o –peor de todo- cuando confías en alguna obra tuya, entonces se ofende y te castigará para atraerte a sí mismo. Dios es también muy celoso de nuestra compañía. No tendría que haber ninguno con quien conversemos tanto como con Jesús. Estar sólo con él, esto es verdadero amor. Pero conversar con el mundo, hallar suficiente solaz en las comodidades carnales, preferir la compañía de nuestros hermanos antes que la comunión íntima con él, es motivo de dolor para nuestro celoso Señor. El quisiera de buena gana que estuviésemos con él y gozásemos de su constante comunión. Muchas de las pruebas que Dios nos manda, tienen el propósito de apartar nuestros corazones de la criatura y fijarlos más estrechamente en el Creador. Que este celo, que debe conservarnos cerca de Cristo, sea para nosotros también un consuelo, pues si él nos ama tanto como para preocuparse así acerca de nuestro amor, podemos estar seguros de que no permitirá que nada nos dañe, y nos defenderá de todos nuestros enemigos. ¡Dios quiera que tengamos hoy la gracia de conservar nuestros corazones en sagrada castidad, cerrando nuestros ojos a las fascinaciones del mundo!

SETIEMBRE 11 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Apartaos”. 2 Corintios 6:17.


EL cristiano, aunque está en el mundo, no debe ser del mundo. Tiene que distinguirse del mundo en la gran finalidad de su vida. Para él “el vivir” tendría que ser “Cristo”. Ya coma, o beba, o haga cualquier otra cosa, tendría que hacerlo todo para la gloria de Dios. Tú puedes hacerte tesoros, pero hazlos en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen y donde ladrones no minan ni hurtan. Puedes procurar enriquecerte, pero sea tu ambición el ser “rico en fe” y en buenas obras. Puedes tener alegría, pero cuando estés alegre, canta salmos y alaba al Señor en tu corazón. En tu espíritu como en tus aspiraciones, tienes que diferir del mundo. Aguardando humildemente delante del Señor, consciente siempre de su presencia, deleitándote en su comunión y procurando conocer su voluntad, demostrarás que eres ciudadano del cielo. Tú tendrías que estar separado del mundo en cuanto a tus obras. Si una cosa es justa, debes hacerla aunque pierdas; y si fuere injusta, aunque ganes haciéndola, debes despreciar el pecado por amor a tu Maestro. No debes comunicar con las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien redargüirlas. Anda como es digno de tu vocación y dignidad. Recuerda, oh cristiano, que tú eres hijo del Rey de reyes. Por lo tanto, guárdate sin mancha de este mundo. No manches los dedos que pronto han de tocar las cuerdas celestiales; no permitas que tus ojos, que en breve han de ver al Rey en su hermosura, lleguen a ser las ventanas de la concupiscencia; no permitas que tus pies, que pronto han de andar por las calles de oro, se ensucien en lugares cenagosos; no permitas que tu corazón, que dentro de poco se llenará de cielo y rebosará de gozo, se llene de orgullo y amargura.
Aparte del mundo, Señor, me retiro,
De lucha y tumulto ansioso de huir,
De escenas horribles, do el mal victorioso
Extiende sus redes y se hace servir.

domingo, 10 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 10 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él”. Marcos 3:13.

AQUÍ hay soberanía. Los espíritus impacientes se enojan y sulfuran porque no son llamados a los más altos rangos del ministerio; pero, lector, tú alégrate de que Jesús llama a quien quiera. Si él me permite ser un portero en su casa, yo lo alabaré gozosamente porque me permite, en su gracia, hacer algo en su servicio. El llamamiento de los siervos de Cristo viene de arriba. Jesús está sobre el monte, siempre está por encima del mundo en santidad, solicitud, amor y poder. Aquellos a quienes él llama deben subir al monte con él, deben procurar elevarse a su nivel, viviendo en constante comunión con Dios. Quizás ellos no puedan elevarse a las glorias clásicas o alcanzar eminencias escolásticas, pero deben, a semejanza de Moisés, subir al monte de Dios y tener íntima comunión con el Dios invisible, o de lo contrario, nunca estarán en condiciones de proclamar el Evangelio de paz. Jesús se apartó para tener comunión con el Padre, y nosotros tenemos que entrar en el mismo compañerismo divino si queremos ser un medio de bendición a nuestros prójimos. No hay por qué admirarse de que los apóstoles estuvieran revestidos de poder cuando descendieron del monte donde estaba Jesús. Esta mañana debemos esforzarnos por ascender al monte de la comunión, a fin de que allí seamos ordenados para la obra para la cual hemos sido apartados. Que no miremos el rostro del hombre hasta que veamos a Jesús. El tiempo que invertimos en su compañía, lo invertimos en una utilidad bendita. Nosotros también echaremos fuera demonios y obraremos portentos, si vamos al mundo ceñidos con la energía divina que sólo Cristo puede dar. Es inútil ir a la batalla del Señor si no estamos armados con las armas celestiales. Nosotros tenemos que ver a Jesús; esto es esencial. Demoraremos en el propiciatorio hasta que se manifieste a nosotros como no se manifiesta al mundo.

SETIEMBRE 9 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Te responderé y te enseñaré cosas grandes y dificultosas que tú no sabes”. Jeremías 33:3.

HAY diferentes traducciones de estas palabras. Una versión las traduce así: “Te enseñaré grandes y fortificadas cosas”. Otra versión, en cambio, las traduce así: “Grandes y reservadas cosas”. Ahora bien, en la experiencia cristiana hay cosas especiales y reservadas. Todos los desarrollos de la vida espiritual no son igualmente fáciles de conseguir. Existen formas y sensaciones de arrepentimiento, de fe, de gozo y de esperanza que las experimenta toda la familia, pero hay un reino superior de éxtasis, de comunión y de consciente unión con Cristo que está lejos de ser la común habitación de los creyentes. No todos tenemos el alto privilegio de Juan de recostarnos en el pecho de Jesús, ni el de Pablo, de ser arrebatado hasta el tercer cielo. Hay alturas en el conocimiento espiritual de las cosas de Dios que el ojo de águila de la sutileza y del pensamiento filosófico nunca ha visto. Sólo Dios puede llevarnos allí. Pero la carroza en la cual él nos lleva, y los fogosos caballos que tiran de ella, son las oraciones poderosas. Estas oraciones vencen al Ángel de la misericordia: “Con su fortaleza venció al ángel. Venció al ángel y prevaleció; lloró y rogóle; en Bethel lo halló, y allí habló con nosotros”. Las oraciones que prevalecen llevan al cristiano a la cumbre de Pisga y le muestran la herencia reservada; nos llevan al Tabor y nos transfiguran hasta que, a la semejanza de nuestro Señor, “como él es, así seamos nosotros en este mundo”. Si quieres tener una experiencia más elevada que la común, contempla a la Roca que es más alta que tú, y mira con los ojos de la fe a través de la ventana de la oración constante. Cuando tú abras la ventana de tu lado, no permanecerá cerrada del otro.

SETIEMBRE 8 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“De mí será hallado tu fruto”. Oseas 14:8.

NUESTRO fruto es hallado de Dios en cuanto a la unión. El fruto de la rama tiene su origen en la raíz. Si cortas la conexión, la rama se seca y no lleva fruto. Nosotros llevamos fruto en virtud de nuestra unión con Cristo. Cada racimo de uva ha estado primero en la raíz, pasó luego por el tallo, subió después por los conductos de la savia, y, por fin, se hizo fruto; pero primero estuvo en la raíz. Así también toda buena obra estaba primero en Cristo, y después dio su fruto en nosotros. ¡Oh! Cristiano, aprecia debidamente esta unión con Cristo, pues ella es la fuente de toda la fertilidad que tú puedas esperar conocer. Si no estuvieras unido a Jesús, serías, en verdad, una rama estéril. Nuestro fruto viene de Dios en cuanto a providencia espiritual. Cuando las gotas de rocío caen desde el cielo, cuando las nubes derraman su líquido tesoro, cuando el brillante sol hincha los granos del racimo, cada bendición celestial susurra al árbol y dice: “De mí es hallado tu fruto”. El fruto debe mucho a la raíz, pues esta es necesaria para que haya fruto, pero debe mucho también a las influencias externas. ¡Cuánto debemos a la providente gracia de Dios con la cual él nos da constantemente avivamiento, enseñanza, consolación, fortaleza y todo lo que necesitamos! A ella debemos la utilidad y virtud de que somos capaces. Nuestro fruto viene de Dios en cuanto a la sabia labranza. El filoso cuchillo del hortelano estimula la fecundidad del árbol, limpiando los racimos y quitando las ramas que están demás. Así acontece, cristiano, con aquella poda a la que el Señor te somete. “Mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará; y todo aquel que lleva fruto, le limpiará, para que lleve más fruto”. Ya que nuestro Dios es el autor de nuestras gracias espirituales, démosle a él toda la gloria de nuestra salvación.

sábado, 9 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 7 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y como no podían llegar a él a causa de la multitud, descubrieron la techedumbre donde estaba, y habiéndola destechado, bajaron el lecho en que el paralítico estaba echado”. Marcos 2:4.

LA fe hace muchos descubrimientos. La casa estaba llena; una muchedumbre había bloqueado la puerta, pero la fe halló un medio para llegar al Señor y colocar delante de él al paralítico. Si no podemos llevar a los pecadores a Jesús por medios ordinarios, tenemos que usar los extraordinarios. Parece, según Lucas 5:19, que hubo que sacar una teja del techo, lo cual habrá hecho caer polvo, y habrá representado cierto peligro para los que estaban abajo, pero, cuando el caso es muy urgente, no tenemos que temer correr algún riesgo, o sacudir algunas propiedades. Jesús estaba allí para curar, y aconteciera lo que aconteciese, la fe lo arriesgaba todo, con tal de que el paralítico tuviese sus pecados perdonados. ¡Oh si tuviésemos una fe más intrépida! Querido lector: ¿no podemos, esta mañana, procurar esa fe para nosotros y para nuestros compañeros de trabajo, y no queremos intentar hoy algún acto de intrepidez a favor de las almas y para la gloria de Dios? El mundo está constantemente descubriendo. Los genios sirven a todos los propósitos del deseo humano. ¿No puede la fe descubrir también y alcanzar, por algún nuevo medio, a los perdidos que están pereciendo en derredor nuestro? Fue la presencia de Jesús, la que estimuló el coraje victorioso de los cuatro que llevaban al paralítico. ¿No está ahora entre nosotros el Señor? ¿Hemos visto esta mañana su rostro por medio de la oración? ¿Hemos sentido en nuestras propias almas su poder sanador? Si es así, entonces a través de la puerta, de la ventana o del techo, procuremos llevar las pobres almas a Jesús, venciendo todos los impedimentos. Todos los medios son buenos y decorosos cuando la fe y el amor se han puesto sinceramente a ganar almas.

viernes, 8 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 6 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En medio de la nación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo”. Filipenses 2:15.

NOSOTROS empleamos las lumbreras para hacer ver. El cristiano debiera, en su vida, brillar de tal manera que ninguna persona pudiese vivir con él una semana sin conocer el Evangelio. Su conversación debiera ser tal, que todos los que viven en torno suyo conozcan claramente de quién es él y a quién sirve, y vean la imagen de Jesús reflejada en sus acciones diarias. Las lumbreras sirven para guiar. Nosotros tenemos que ayudar a los que están en derredor nuestro y viven en tinieblas; tenemos que ofrecerles la Palabra de vida; tenemos que dirigir a los pecadores al Salvador y los cansados al divino reposo. Las gentes a veces leen la Biblia, pero no pueden entenderla; tenemos que estar listos, como Felipe, para instruir al que indaga el significado de la Palabra de Dios, y al que busca el camino de la salvación y la vida de piedad. Las lumbreras se usan también para advertir. Sobre nuestras rocas y bancos de arena tiene indudablemente que levantarse un faro. Los cristianos debieran saber que en todas partes del mundo hay muchas lumbreras falsas, y que, por lo tanto, es necesaria la lumbrera verdadera. Los piratas de Satán están siempre en el mundo, tentando a los impíos a pecar bajo el nombre del placer. Ellos levantan la luz falsa. Levantemos nosotros la luz verdadera sobre toda roca peligrosa, a fin de señalar todos los pecados, indicando, además a qué fin conducen, para que seamos libres de la sangre de todos los hombres, alumbrando como luminares en el mundo. Las lumbreras tienen también una influencia animadora, y lo mismo acontece con los cristianos. El cristiano debe ser un consolador que tenga afectuosas palabras en sus labios y simpatía en su corazón. Debe llevar luz en cualquier lugar a donde vaya y esparcir felicidad en torno suyo.
Puedes con tu luz algún perdido rescatar,
Brilla en el sitio donde estás.

SETIEMBRE 5 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¡Ay de mí, que peregrino en Mesech, y habito en las tiendas de Kedar!”
Salmo 120:5.

COMO cristiano tienes que vivir en medio de un mundo impío, y vale poco que grites; “¡Ay de mí!” Jesús no rogó que fueses quitado del mundo, y lo que él no pidió no debes tú desearlo. Es mucho mejor hacer frente a las dificultades con el poder del Señor, y glorificar a Dios con esa actitud. El enemigo está siempre observándote para descubrir alguna inconsistencia en tu conducta; sé muy santo, pues. Recuerda que los ojos de todos están sobre ti, y que se espera más de ti que de los otros hombres. Procura no dar motivo al reproche. Que tu bondad sea la única falta que ellos puedan hallar en ti. A semejanza de Daniel, ponlos en el trance de decir: “No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna, si no la hallamos contra él en la ley de su Dios”. Procura tanto ser útil como consecuente. Quizá digas: “Si estuviese en una posición más favorable podría servir a la causa del Señor, pero donde estoy no puedo hacer ningún bien”. Cuanto más malas sean las gentes entre las cuales vives, tanto más necesitan de tus esfuerzos; cuanto más torcidas, tanto más necesitan ser enderezadas; y si son perversas tanto más necesario es que sus soberbios corazones se conviertan a la verdad. ¿Dónde tiene que estar el médico, sino donde hay muchos enfermos? ¿Dónde consigue el soldado el honor, sino en el más intenso fuego del combate? Y cuando te halles cansado de la lucha y del pecado que te circunda por todas partes, piensa que todos los santos soportaron la misma prueba. Ellos no fueron al cielo llevados en camas, y tú no tienes que esperar viajar más cómodamente que ellos. Ellos tuvieron que arriesgar sus vidas hasta la muerte en los altos lugares del campo de batalla, y tú no serás coronado si no sufres trabajos como fiel soldado de Jesucristo. Por lo tanto, “estad firmes en la fe, portaos varonilmente y esforzaos”.

lunes, 4 de septiembre de 2023

Cómo enseñar a nuestros hijos sobre la realidad de su pecado - DAVID MCCORMICK



SEPTIEMBRE 4 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Quiero, sé limpio”. Marcos 1:41.

LAS primitivas tinieblas oyeron el mandato del Todopoderoso: “Sea la luz”, y, enseguida, fue la luz; y la palabra de Jesús es, en majestad, igual a aquella antigua palabra de poder. La redención a semejanza de la creación tiene su palabra de poder. Jesús habla y queda hecho. La lepra no se cura con remedios humanos, pero desaparece enseguida ante el “quiero” del Señor. Para esta enfermedad no hay esperanza de cura; el cuerpo no puede hacer nada para su propia sanidad, pero la palabra de Jesús efectuó una sanidad duradera. El pecador está en una condición más miserable que la del leproso; que imite, pues, el ejemplo de este, y que vaya a Jesús, “rogándole e hincando la rodilla”. Que ejerza la poca fe que tiene, aunque no pueda decir otra cosa que: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, y entonces no habrá necesidad de dudar acerca del resultado. Jesús sana a todo el que va a él y no lo echa fuera. Al leer la narración en que ocurre el texto de esta mañana, es digno de que notemos con piadosa atención el hecho de que Jesús tocó al leproso. Esta persona inmunda pasó por alto los reglamentos de la ley ceremonial y se metió en la casa, pero Jesús, lejos de reprenderlo, pasa él mismo por alto esa ley con el fin de entrevistarse con él. Jesús hizo con el leproso un intercambio, pues si bien lo limpió, contrajo, al tocarlo –según el Levítico- una contaminación. Así también Jesucristo fue hecho pecado por nosotros (aunque él no conoció pecado), a fin de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. ¡Oh si los pobres pecadores fueran a Jesús, creyendo en el poder de su bendita obra de substitución, pronto conocerían el poder de su bondadoso toque! La mano que multiplicó los panes, que levantó a Pedro cuando se hundía, que sostiene a los santos afligidos, tocará a todo pecador que lo busque, y en un instante lo hará limpio. El amor de Jesús es la fuente de la salvación. Nos ama, nos mira, nos toca y vivimos.

SETIEMBRE 3 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¡Oh tú a quien ama mi alma!” Cantares 1:7.


ES bueno poder decir del Señor Jesús sin ningún “si” o “pero”: ¡Oh tú a quien ama mi alma! Muchos sólo pueden decir que creen que aman a Jesús; confían en que lo aman, pero sólo una experiencia superficial se satisfará con quedarse allí. Ninguno debe dar reposo a su espíritu hasta sentirse completamente seguro en un asunto de tan vital importancia. No tenemos que estar satisfechos con una esperanza superficial de que Jesús nos ama, y con una mera creencia de que nosotros lo amamos a él. Los santos de la antigüedad no hablaban, por lo general, con “peros” y “si”; con “espero” y “creo”, sino hablaban positiva y claramente. “Yo sé a quien he creído”, dice el apóstol Pablo. “Yo sé que mi Redentor vive”, dice Job. Asegúrate de que realmente amas a Jesús, y no quedes satisfecho hasta que puedas decir con certeza que tienes interés en él, el que, sin duda, ya tienes por haber recibido el testimonio del Espíritu Santo, y por haber sido sellado, por la fe, con el Consolador. El verdadero amor a Cristo es en todos los casos, obra del Espíritu Santo, y es él quien tiene que efectuarla en el corazón. El es la causa eficiente de ese amor, pero la razón lógica porque amamos a Jesús reside en él mismo. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque él nos amó primero. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque él se dio a sí mismo por nosotros. Nosotros tenemos vida por su muerte; tenemos paz por su sangre. Aunque era rico, por amor de nosotros se hizo pobre. ¿Por qué amamos a Jesús? Por la excelencia de su persona. Nosotros estamos satisfechos con la sensación de su hermosura, con la admiración de sus encantos y con el conocimiento de su infinita perfección. Su grandeza, su bondad y su amabilidad se combinan en un esplendente rayo, con el fin de fascinar al alma hasta que exclame: “Todo él es codiciable”. ¡Bendito amor es este, que une el corazón con cadenas más suaves que la seda, y, al mismo tiempo, más sólidas que el diamante!

sábado, 2 de septiembre de 2023

SETIEMBRE 2 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella”. Marcos 1:30.

MUY interesante es esta breve visita a la casa del apóstol pescador. Vemos enseguida que los goces y las ansiedades familiares no son un obstáculo para que se ejerza plenamente el ministerio. Más aun, esas circunstancias, ya que dan una oportunidad para testificar personalmente de la bondadosa obra del Señor a favor de la propia carne y sangre de uno, pueden también instruir al que hace de maestro mejor que cualquiera otra disciplina terrenal. Los papistas y otros sectarios desacreditan el matrimonio, pero el verdadero Cristianismo y la vida familiar andan muy de acuerdo. La casa de Pedro era probablemente la choza de un pobre pescador, pero el Señor de gloria entró en ella, se alojó en ella, y en ella obra un milagro. Si este librito fuere leído esta mañana en alguna choza humilde, que este versículo sirva para que sus habitantes se animen a buscar la compañía del Rey Jesús. Dios está más a menudo en las despreciables chozas que en los lujosos palacios. Jesús está ahora mirando alrededor de tu pieza, y está pronto para darte su bendición. En la casa de Simón entró una enfermedad, la fiebre había postrado mortalmente a su suegra, y en cuanto Jesús llegó, le hablaron de la triste aflicción, y él se acercó al lecho del paciente. ¿Tienes alguna enfermedad en tu casa esta mañana? Hallarás en Jesús el mejor médico; ve a él enseguida y cuéntale todo el asunto. Pon inmediatamente tu caso delante de él, y como ese es un asunto que interesa a uno de los suyos, lo tratará con diligencia. Observa que Jesús sanó a la enferma enseguida. Ninguno puede sanar como él. No podemos asegurar que el Señor quitará toda enfermedad de aquellos que amamos, pero podemos saber que es más probable que la sanidad sea el resultado de la oración de fe, que de cualquier otra cosa del mundo. Y en los casos donde esta no trae el resultado apetecido, tenemos que acatar sumisos su voluntad.

viernes, 1 de septiembre de 2023

SEPTIEMBRE 1 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Me guiarás según tu consejo, y después me recibirás en gloria”. Salmo 73:24.

EL salmista siente necesidad de guía divina. Hace poco estuvo descubriendo la necesidad de su propio corazón, y con el fin de no ser constantemente desviado por él, resolvió dejarse guiar, de aquí en adelante, por el consejo de Dios. Cuando el sentido de nuestra necedad nos conduce a confiar en la sabiduría del Señor, damos un gran paso adelante para ser sabios. El hombre ciego se apoya en el brazo de su amigo y llega con seguridad al hogar; de la misma manera nosotros tendríamos que entregarnos sin reservas, a la guía divina, no dudando nada, estando ciertos de que aunque no podamos ver, es siempre seguro confiar en el Dios que todo lo ve. “Me recibirás” es una bendita expresión de confianza. David estaba seguro de que el Señor no dejaría de cumplir su obra. Creyente, hay aquí una palabra para ti; descansa en ella. Ten por cierto que tu Dios será tu consejero y amigo. El te guiará; te dirigirá en todos tus caminos. En su Palabra tienes, en parte, cumplida esta seguridad, pues las Santas Escrituras contienen los consejos de Dios para ti. ¡Felices de nosotros los que tenemos la Palabra de Dios para que siempre nos guíe! ¿Qué puede hacer el marinero sin la brújula? ¿Y qué puede hacer el cristiano sin la Biblia? Es esta la carta infalible, el mapa en que están registrados todos los bancos de arena. Todos los canales, desde la arena movediza de la destrucción hasta el puerto de la salvación están delineados y marcados por uno que conoce todo el camino. ¡Bendito seas, oh Dios, porque podemos confiar en ti para que nos guíes ahora, y nos guíes hasta el fin! Después de haber sido guiado en esta vida, el salmista anticipa la divina recepción que tendrá al fin, y dice: “después me recibirás en gloria”. ¡Qué bendición para ti, creyente! ¡Dios mismo te recibirá en la gloria; te recibirá a ti! Aunque errante y extraviado, te llevará, al fin, a su gloria seguro. Esta es tu porción.

AGOSTO 31 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En mi brazo pondrán su esperanza”. Isaías 51:5.

En tiempos de dura prueba el cristiano no tiene en la tierra nada en lo cual pueda confiar, y por lo tanto se ve precisado de arrojarse en los brazos de su Dios. Cuando su barco se hunde, y no puede valerse de ningún salvamento humano, debe sencilla y enteramente confiarse a la providencia y al cuidado de Dios. ¡Feliz tormenta la que arroja al hombre sobre una roca como esta! ¡Bendito huracán, que llevas el alma a Dios y sólo a Dios! Algunas veces no nos allegamos a nuestro Dios porque tenemos una multitud de amigos, pero cuando un hombre es tan pobre y se ve tan desamparado y desvalido que no puede recurrir a ninguna parte, entonces vuela a los brazos de Dios y es felizmente recibido en ellos. Y cuando esté sometido a pruebas tan apremiantes y singulares que no las pueda contar a ninguno sino sólo a Dios, debe estar agradecido por ello, pues aprenderá más de su Señor en esa ocasión que en cualquier otro tiempo. ¡Oh creyente sacudido por la tempestad! Es una prueba afortunada la que te lleva al Padre. Ahora que sólo tienes a Dios en quien confiar, procura poner en él tu entera confianza. No afrentes a tu Señor y Maestro con dudas y temores indignos, sino sé fuerte en la fe, dando gloria a Dios. Haz ver al mundo que tu Dios vale para ti más que diez mil mundos; haz que vean los hombres ricos cuán rico eres tú, cuando en tu pobreza tienes como tu ayudador al Señor Dios; haz que vean los fuertes cuán fuerte eres tú en tu debilidad cuando te sostienen los brazos eternos. Ahora es el tiempo para las hazañas de fe y para las valientes proezas. Sé fuerte y muy valiente, y el Señor tu Dios, que hizo los cielos y la tierra, se glorificará en tu debilidad y magnificará su poder en medio de tu aflicción. La magnificencia de la bóveda celeste quedaría perjudicada, si el firmamento estuviese sostenido por una columna, y tu fe perdería su gloria si descansase sobre algo visible al ojo carnal. ¡Que el Espíritu Santo te haga descansar en Jesús!