Versículo para hoy:

lunes, 24 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

    Le ruego a cada uno que lee este escrito que use su sentido común y que tenga cuidado de no caer en el mismo error.

    Considere la historia de los hombres en la Biblia y vea cuán a menudo las ideas de las que he estado hablando, se contradicen.

    Recuerde bien cuántas pruebas hay de que dos hombres hayan recibido el ofrecimiento de la misma iluminación y sólo uno la aprovecha, que nadie tiene derecho de tomarse libertades con la misericordia de Dios e imaginar que puede arrepentirse cuando a él le plazca.

    Vea a Saúl y David. ¡Vivieron más o menos en la misma época, escalaron el mismo rango en la vida, fueron llamados a la misma posición en el mundo, disfrutaron del ministerio del mismo profeta, Samuel, y reinaron la misma cantidad de años! Sin embargo, uno fue salvo y el otro se perdió.

    Vea a Sergio Paulo y a Galión. ¡Ambos eran gobernadores romanos, ambos eran hombres sabios y prudentes en su generación y ambos oyeron predicar a Pablo! Pero uno creyó y fue bautizado, el otro "no hacía caso de nada de esto" (Hch. 13:7; 18:17).

    Observe el mundo a su alrededor. Fíjese lo que está sucediendo continuamente ante sus ojos. A menudo, dos hermanas asisten a la misma iglesia, oyen las mismas verdades y escuchan los mismos sermones y, sin embargo, sólo una se convierte, mientras que la otra permanece impávida. Puede ser que dos amigos lean el mismo libro cristiano; a uno le conmueve tanto que renuncia a todo para tener a Cristo, el otro no le ve nada de valor y sigue igual que antes. Centenares de personas han leído The Rise and Progress of Religion in the Soul (Auge y Progreso de la Religión en el Alma) por Doddridge, sin ningún beneficio, pero para Wilberforce significó el inicio de su vida espiritual. Miles han leído su libro Practical View of Christianity (Punto de Vista Práctico del Cristianismo) y no les ha afectado para nada, pero cuando Leigh Richmond lo leyó, se convirtió en otro hombre. Nadie tiene el derecho de decir: "La salvación es por mi propio poder".

    No pretendo explicar estas cosas. Sólo se las presento como grandes hechos verídicos y le pido que las reflexione con seriedad.

    No me malinterprete. No quiero desanimarlo. Le digo estas cosas con todo cariño para advertirle del peligro. No las digo para apartarlo del cielo. Al contrario, las digo para atraerlo más y llevarlo a Cristo mientras puede ser hallado.

    Quiero que se cuide de cualquier presunción. No abuse de la misericordia y compasión de Dios. Le ruego que no siga pecando, pensando que se puede arrepentir, creer y ser salvo cuando a usted le plazca, cuando quiera, cuando se le antoje. Siempre pondré delante de usted una puerta abierta. Siempre le diré: "Mientras hay vida hay esperanza". Pero si quiere ser sabio, no deje para después nada que concierna a su alma.

    Quiero que se cuide de dejar pasar los buenos pensamientos y las convicciones espirituales. Valórelas y aliméntelas, no sea que los pierda para siempre. Aprovéchelas al máximo, no sea que saquen alas y huyan volando. ¿Siente usted el deseo de comenzar a orar? Empiece a hacerlo inmediatamente. ¿Está disfrutando de alguna iluminación espiritual? Asegúrese de vivir en consonancia con esa iluminación. No juegue con las oportunidades, no sea que llegue el día cuando las quiera aprovechar y no pueda. No se rezague, no sea que obtenga sabiduría demasiado tarde.

    Quizá diga usted: "Nunca es demasiado tarde para arrepentirse". Respondo: "Es cierto, pero rara vez resulta así". Y digo más: "Si aplaza arrepentirse, no puede estar seguro de que alguna vez lo haga".

    Quizá diga usted: "¿Por qué debiera tener miedo? El ladrón arrepentido fue salvo". Respondo: "¡Es cierto, pero vuelva a mirar el pasaje que le dice que el otro ladrón se perdió!"