8. Moisés: Un ejemplo
El carácter de la mayoría de los santos insignes de Dios, según consigna y describe la Biblia, constituyen una parte muy provechosa de las Sagradas Escrituras. Las doctrinas, los principios y preceptos abstractos, son todos muy valiosos a su manera; pero, al final de cuentas, nada es más útil que un modelo o un ejemplo. ¿Queremos saber qué es santidad práctica? Tomemos asiento y estudiemos la figura de un personaje enteramente santo. Me propongo presentar en este capítulo la historia de un hombre que vivió por fe, dejándonos un modelo de lo que puede hacer la fe para promover la santidad del carácter. A todos los que quieren saber lo que significa "vivir por fe", les ofrezco a Moisés como ejemplo.
El capítulo once de la Epístola a los Hebreos de donde tomé mi texto, es un gran capítulo: Merece ser impreso en letras de oro. Me es fácil creer que tiene que haber sido alentador y reconfortante para los judíos convertidos. Me imagino que ningún miembro de la iglesia primitiva habrá tenido tanta dificultad en la profesión del cristianismo como los hebreos. El camino era angosto para todos, pero principalmente para ellos. La cruz era pesada para todos, pero seguramente ellos tenían que llevar un peso doble. Y este capítulo tiene que haberlos reanimado como una bebida refrescante; como "sidra al desfallecido". Sus palabras deben haber sido "panal de miel,... suavidad al alma y medicina para los huesos" (Pr. 31:6; 16:24).
Los tres versículos que me dispongo a explicar distan de ser los menos interesantes del capítulo. En realidad, pienso que ninguno, si acaso alguno, reclama con tanta fuerza nuestra atención. Y explicaré por qué lo digo.
Me parece a mí que la obra de la fe descrita en la historia de Moisés se aplica de un modo especial a nuestro propio caso. Los hombres de Dios mencionados en la parte anterior del capítulo son todos, ejemplos indudables. No podemos hacer literalmente lo que la mayoría de ellos hacía, pero podemos beber de su espíritu. No somos llamados a ofrecer literalmente un sacrificio como Abel, ni construir literalmente un arca como Noé, ni literalmente dejar nuestro país y vivir en carpas, ni ofrecer literalmente en sacrificio a nuestro Isaac como Abraham. Pero la fe de Moisés se aplica más a nosotros. Parece operar de una manera que es más parecida a nuestra experiencia. Le hizo tomar una línea de conducta como tenemos que hacerlo a veces nosotros en la actualidad, cada uno en nuestro propio peregrinar, si queremos ser cristianos congruentes. Y por esta razón, creo que estos tres versículos merecen una consideración especial.
Ahora bien, no tengo más que las cosas más sencillas para decir acerca de ellos. Sólo trataré de mostrar la grandeza de lo que hizo Moisés y el principio en el cual las basó. Y entonces, quizás, estemos mejor preparados para recibir la enseñanza práctica que estos versículos parecen contener para todo aquel que quiera recibirla.