Versículo para hoy:

jueves, 10 de octubre de 2024

Halloween y la libertad cristiana - JOSÉ MERCADO

 


SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

La batalla principal del cristiano: La carne, el mundo y el diablo

¡Por cierto que aquello no es la verdadera fe cristiana! La lucha principal del cristiano es con el mundo, la carne y el pecado. Estos son sus eternos enemigos. Estos son los tres enemigos principales contra quienes tiene que ir a la guerra. A menos que obtenga la victoria sobre estos tres, todas las demás victorias son inútiles y vanas. Si tuviera una naturaleza como la de un ángel y no fuera una criatura caída, la guerra no sería tan esencial. Pero con un corazón corrupto, un diablo activo y las trampas del mundo, la consigna es: "Lucha" o estás perdido.

Tiene que luchar contra la carne. Aun después de su conversión, el creyente lleva en su interior una naturaleza propensa al mal y un corazón débil e inestable como el agua. Ese corazón nunca estará libre de imperfecciones en este mundo y es un desvarío miserable esperarlo. Para prevenir que el corazón se desvíe, el Señor Jesús nos insta: "Velad y orad". El espíritu puede estar dispuesto, pero la carne es débil. Hay necesidad de luchar diariamente y batallar diariamente en oración. "Golpeo mi cuerpo", clama Pablo, "y lo pongo bajo servidumbre". "Veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo". "Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos". "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros". (Mr. 14:38; 1 Co. 9:27; Ro. 7:23-24; Gá. 5:24; Col. 3:5).

Tiene que luchar contra el mundo. La influencia sutil de ese poderoso enemigo tiene que ser resistida todos los días y si no se pelea todos los días, nunca se puede vencerla. El amor por las cosas buenas de la vida, el temor a las burlas o acusaciones del mundo, el anhelo secreto de mantenerse en el mundo, el deseo secreto de hacer lo mismo que hacen los demás en el mundo y no sufrir las consecuencias, todos estos, son enemigos que atacan continuamente al cristiano en su camino al cielo y deben ser conquistados. "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Stg. 4:4). "Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". "El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo". "Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo". "No os conforméis a este siglo". (1 Jn. 2:15; Gá. 6:14; 1 Jn. 5:4; Ro. 12:2).

Tiene que luchar contra el diablo. El viejo enemigo de la humanidad no está muerto. Desde la caída de Adán y Eva no deja "de rodear la tierra y de andar por ella" tratando de lograr un gran fin: La ruina del alma del hombre. Nunca descansa y nunca duerme, siempre anda como "león rugiente... buscando a quien devorar". Es un enemigo invisible, siempre está cerca de nosotros, en nuestra senda y en nuestra cama, espiando todo lo que hacemos. Este enemigo "es mentiroso, y padre de mentira; desde el principio, trabaja noche y día para arrojarnos al infierno. Algunas veces conduciendo al hombre a las supersticiones, otras veces sugiriendo infidelidad, en ocasiones por medio de un tipo de tácticas y, a veces, por otro; está permanentemente en campaña contra nuestras almas. "Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo". Este poderoso adversario tiene que ser resistido diariamente si queremos ser salvos. "Pero este género no sale sino con oración y ayuno". Podemos vencerlo, orando, luchando y poniéndonos toda la armadura de Dios. Nunca podremos quitar de nuestro corazón al hombre fuertemente armado sin librar una batalla diaria (Job 1:7; 1 P. 5:8; Jn. 8:44; Lc. 22:31; Ef. 6:11; Mt. 17:21).