Versículo para hoy:

jueves, 9 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

c) Y más que esto, rechazó las riquezas.

"Los tesoros de Egipto" es una expresión que parece indicar la riqueza sin límites que pudo haber disfrutado Moisés si se hubiera conformado con quedarse a la sombra de la hija del faraón. Bien podemos suponer que estos "tesoros" podían haber sido una fortuna inmensa. En Egipto queda suficiente evidencia como para darnos una pequeña idea del dinero a disposición de su monarca. Las pirámides, los obeliscos, templos y estatuas todavía permanecen como testigos. Las ruinas de Carnac, Luxor, Dendera y muchos otros lugares todavía son los edificios más grandiosos del mundo. Testifican hasta el día de hoy que el hombre que renunció a la fortuna egipcia, renunció a un valor que, aun a las mentes modernas, les resultaría difícil calcular.

Pensemos una vez más en lo grande que era esta tentación.

Consideremos por un momento el poder del dinero: La influencia inmensa que "el amor al dinero" tiene sobre la mente de los hombres. Miremos a nuestro alrededor y observemos cómo los hombres lo codician y los asombrosos sacrificios y dificultades que están dispuestos a enfrentar por conseguirlos.

Díganles de una isla a muchas millas de distancia, donde quizá se pueda encontrar un producto que daría ganancias si se importara y, sin dilación, enviarían una flota de barcos para traerlo. Muéstreles cómo ganar un centavo más de interés en su dinero y lo contarán entre los hombres más sabios. Casi se pondrán de rodillas para adorarlo. Poseer dinero parece esconder los defectos, cubrir las faltas y adjudicar al hombre muchas virtudes. La gente puede cerrar los ojos ante muchas de sus fallas, ¡siempre que usted sea rico! Pero aquí tenemos a un hombre que hubiera podido ser inmensamente rico, pero no quiso serlo. No quiso los tesoros egipcios. Les dio la espalda. Los rechazó. ¡Renunció a ellos!

Esas fueron las cosas que Moisés rechazó: Jerarquía, placeres y riquezas, las tres de una sola vez.

Agreguemos a todo esto que lo hizo deliberadamente. No rechazó estas cosas impulsivamente como si fuera un jovencito. Tenía cuarenta años. Estaba en el apogeo de su vida. Sabía lo que estaba haciendo. Era un hombre que había recibido una educación superior. La Biblia dice: "Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras" (Hch. 7:22). Podía analizar deliberadamente ambos lados de la cuestión.

Agreguemos a esto que no las rechazó porque se viera obligado a ello. No era como el hombre moribundo que dice "que ya no le atrae nada en este mundo"; ¿y por qué? Porque se está yendo del mundo y no puede retener sus riquezas. No era como el mendigo que adjudica mérito al hecho de no tener nada y dice que "no quiere riquezas"; ¿y por qué? Porque no las puede conseguir. No era como el anciano que alardea de que "ha renunciado a todos los placeres terrenales"; ¿y por qué? Porque está agotado y no los puede disfrutar. ¡No! Moisés rechazó lo que habría podido disfrutar. Jerarquía, placeres y riquezas. No lo dejaron a él, sino que él a ellos.

Y entonces, juzgue si tengo razón o no en decir que él era el que más había sacrificado entre los mortales. Otros han rechazado mucho, pero ninguno, creo, tanto como Moisés. Otros sí se han sacrificado y negado a sí mismos, pero él los sobrepasa a todos.