Versículo para hoy:

lunes, 4 de julio de 2022

Julio 4 Uno de los grandes "no" de Dios - OSWALD CHAMBERS

"Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo", Salmo 37:8

Irritarse implica desgastarse mental y espiritualmente. Una cosa es decir: "No te irrites", pero otra muy diferente es tener una naturaleza tal que seas capaz de evitarlo. Suena tan fácil declarar: "Confía callado en el Señor y espérale con paciencia", Salmo 37:7, LBLA, hasta que se alborota el avispero... Hasta que nos vemos obligados, como tantos, a vivir en confusión y agonía. Entonces, ¿será posible esperar en el Señor? Si este "no" es ineficaz en este caso, no funcionará en ningún otro. Este "no" debe ser eficaz tanto en nuestros días de dificultad e inseguridad, como en los de paz, o nunca dará resultados. Y si no funciona en tu situación particular, tampoco funcionará en la de nadie más. Esperar en el Señor no depende en manera alguna de tus circunstancias externas, sino de tu relación con Él. 

Preocuparse siempre termina en pecado. Nosotros nos imaginamos que un poco de ansiedad y preocupación son un indicativo de nuestra gran prudencia; pero más bien señalan cuan malos somos en realidad. Irritarnos nace de la determinación de salirnos con la nuestra. El Señor nunca se enojó ni tuvo ansiedad, porque su propósito no era lograr la realización de sus propios planes, sino cumplir los del Padre. Irritarse es malo para un hijo de Dios. 

¿Has estado engañando tu insensata alma con la idea de que las circunstancias que vives son demasiado difíciles como para que Dios las gobierne? Pon todas tus opiniones y especulaciones a un lado y vive bajo la sombra del Omnipotente. Dile a Dios de manera intencional que no te irritarás en esa situación específica. Hacer planes es la causa de toda nuestra ira y preocupación.

Julio 3 La concentración de mi pecado - OSWALD CHAMBERS

"¡Ay de mí que soy muerto!, porque, siendo hombre inmundo de labios... ", Isaías 6:5

Cuando entro en la presencia de Dios, no me doy cuenta vagamente de que soy pecador, sino que percibo la concentración de pecado en un área particular de mi vida. Una persona puede decir con facilidad: "Oh, sí, yo sé que soy pecador"; pero de la presencia de Dios no puede salir con una declaración tan general e indefinida. La convicción que recibimos se concentra en un pecado específico: yo soy esto o aquello. Esa siempre es la señal de que una persona se encuentra en la presencia de Dios. No hay un sentimiento indefinido del pecado, sino que lo veo concentrado en alguna área de mi vida. Dios empieza por darnos convicción de ese pecado en particular hacia el cual su Espíritu Santo ha dirigido la atención de nuestra mente. Si nos rendimos y sometemos a su convicción específica, Él nos mostrará la disposición a pecar que se encuentra debajo. Dios siempre nos trata así cuando estamos en su presencia de una manera consciente. 

Esta experiencia de la concentración del pecado es cierta en la vida de cada uno, desde el más grande de los santos hasta el peor de los pecadores. Cuando una persona empieza a subir la escalera de la experiencia, puede decir: "No sé en dónde me he desviado", pero el Espíritu de Dios le señalará algún pecado definido y específico. El efecto de la visión de la santidad del Señor sobre Isaías fue la comprensión de que era un hombre de labios inmundos. Tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios y es quitada tu culpa y limpio tu pecado (Isaías 6:7). El fuego purificador tuvo que aplicarse donde el pecado se había concentrado.