Versículo para hoy:

sábado, 15 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Dios sabe que nunca hablo del infierno sin dolor y sufrimiento. Con gusto, le ofrezco la salvación del evangelio al peor de los pecadores. Yo estaría dispuesto a decirle al más vil y disoluto ser humano en su lecho de muerte: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hch. 16:31). Pero Dios quiera que nunca deje de decirle al mortal que las Escrituras revelan que hay un infierno así como hay un cielo, y que el evangelio enseña que hay hombres que pueden estar perdidos, al igual que hay otros que pueden ser salvos. El guardia que se mantiene en silencio cuando ve un incendio es culpable de negligencia, el médico que nos dice que estamos mejorando cuando, en realidad nos estamos muriendo, es un amigo falso y el pastor que no alerta a su congregación acerca del infierno en sus sermones, no es un hombre fiel ni tiene amor.

¿Dónde está el amor cuando se mutila una porción tan importante de la verdad de Dios? Es mi amigo más comprensivo, el que me avisa de la vastedad del peligro que corro. ¿Qué sentido tiene esconder el futuro del impenitente y el impío? Es más bien ayudar al diablo, si no le decimos a la gente claramente que "el alma que pecare, esa morirá" (Ez. 18:4, 20). ¿Quién sabe si la negligencia terrible de muchas personas bautizadas no viene de esto, de que nunca les han explicado claramente la realidad del infierno? ¿Quién sabe si muchos más se convertirían, si los pastores les instaran con más fidelidad a huir de la ira venidera? Por cierto que muchos somos culpables de esto; hay entre nosotros una ternura mórbida que no es la ternura de Cristo. Hemos hablado de misericordia, pero no de juicio, hemos predicado muchos sermones acerca del cielo, pero pocos acerca del infierno. Nos hemos dejado llevar por el desdichado temor de ser considerados "ordinarios, vulgares y fanáticos". Hemos olvidado que quien nos juzga es el Señor y que el hombre que enseña la misma doctrina que Cristo enseñó, no puede estar equivocado.

Para ser un cristiano bíblico saludable, le ruego que le dé al infierno un lugar en su teología. Grábelo en su mente como un principio inamovible que Dios es un Dios de juicio, al igual que de misericordia, y que los mismos consejos eternos que pusieron el fundamento de la felicidad del cielo, también pusieron el fundamento del sufrimiento del infierno. Tenga bien claro en su mente que todos los que mueren sin haber sido perdonados y renovados, no son aptos para estar en la presencia de Dios y están perdidos para siempre. No tienen capacidad para disfrutar del cielo, no podrían ser felices allí. Tienen que ir a su propio lugar y ese lugar es el infierno. ¡Oh, es una cosa grande en estos días de incredulidad creer toda la Biblia!

Para ser un cristiano bíblico saludable, le ruego que se cuide de cualquier ministerio que no enseña claramente la realidad y eternidad del infierno. Tal ministerio puede ser muy tranquilizador y agradable, pero es más posible que lo ponga a dormir que llevarlo a Cristo o fortalecer su fe. Es imposible dejar fuera alguna porción de la verdad de Dios sin arruinar su totalidad. La predicación que se centra exclusivamente en las alegrías del cielo y nunca presenta la ira del Señor y los sufrimientos del infierno puede ser popular, pero no es bíblica, puede agradar y complacer, pero no salvar. La predicación que no se guarda nada de lo que Dios haya revelado, puede ser llamada severa y dura, puede decirse que asustar a la gente con temas como el del infierno no les hace ningún bien. Pero usted olvida que el gran objetivo del evangelio es convencer a los hombres de que deben "huir de la ira venidera" (Lc. 3:7) y que es en vano esperar que huyan, a menos que estén atemorizados. ¡Bueno sería que muchos cristianos profesantes sintieran más temor por sus almas que lo que sienten ahora!

Si anhela ser un cristiano saludable, considere con frecuencia cuál será su propio final. ¿Será feliz o infeliz? ¿Será la muerte de un justo o una muerte sin esperanza, como la de la mujer de Lot? Usted no puede vivir para siempre, un día llegará su final. Un día escuchará su último sermón, elevará su última oración, leerá su último capítulo de la Biblia, (querer, desear, esperar, tener intenciones, resolver, dudar, vacilar) todo, finalmente, habrá pasado. Tendrá que dejar este mundo y comparecer ante un Dios santo. ¡Oh, sea usted sabio! ¡Oh, considere su final!

No puede estar perdiendo el tiempo para siempre; el tiempo vendrá cuando tendrá que actuar con seriedad. No puede posponer para siempre lo que concierne a su alma. El día vendrá cuando tendrá que rendirle cuentas a Dios. No puede estar siempre cantando, bailando, comiendo, bebiendo, vistiéndose, leyendo, riendo bromeando; tramando algo, planeando y ganando dinero. Los insectos de verano  no pueden disfrutar del sol para siempre, vendrán las noches frías que darán fin a sus días soleados. Lo mismo sucederá con usted. Puede aplazar ahora su decisión de fe y rechazar los consejos de los ministros de Dios; pero se acerca el frío día cuando Dios se acerque y le hable. ¿Y cuál será su final? ¿Será uno sin esperanza, como el de la mujer de Lot?

Le ruego, por las misericordias de Dios, que encare esas preguntas de frente. Le suplico que no juegue en su conciencia con una esperanza incierta de la misericordia de Dios, mientras su corazón se aferra al mundo. Le imploro que no ahogue las convicciones con fantasías pueriles acerca del amor de Dios, mientras su comportamiento diario y sus hábitos muestran claramente que "el amor de Dios no está en" usted (1 Jn. 2:15).