|
Es verdad que la señal de la
madurez es la incredulidad además de creer. Es tan importante que no se crea
usted ciertas cosas como lo es que se crea usted otras cosas. Juan indica que
este es un problema muy extendido: “Porque muchos falsos profetas han salido
por el mundo” (1 Juan 4:1b). En el evangelio de Mateo, el Señor Jesús nos
advirtió acerca de esto: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).
Vemos que aquí ha sido destacado para nosotros el hecho de que vivimos en un
mundo de engaño y nos vemos enormemente presionados para que nos conformemos
a estas cosas. En los tiempos de Juan había
maestros que realizaban ciertas señales, tal vez haciendo predicciones de
cosas que iban a suceder o manifestando el hablar en lenguas, haciendo
milagros y otras cosas por el estilo. Es acerca de esto que Juan escribe y
dice: “No creáis a estos espíritus, hasta que no los hayáis sometido a
prueba”. No sea usted crédulo; no crea usted lo que diga la primera persona
que aparezca. Es importante fijarse en que aquí tenemos un claro
reconocimiento acerca de lo que se enseña en toda la Biblia, es decir, que
tras el falso profeta o el falso maestro está un espíritu maligno. Existe un
verdadero Espíritu, el Espíritu Santo de verdad, el Espíritu de amor, y de la
misma manera que éste habla por medio de las personas, también el espíritu
del mal habla por medio de personas. Cuando oiga usted a hombres y mujeres
hablar acerca de cosas o valores religiosos, no sea usted crédulo y se trague
todo lo que le digan, especialmente si da la impresión de que están
presentando algo atractivo sobre el amor, la dulzura y el interés por los
demás. Someta usted especialmente a prueba esta información, porque es el
enfoque habitual del error. Nosotros los modernos corremos
mucho más peligro que los antiguos porque en el mundo de la época de Juan y
de Pablo había una extendida creencia en la existencia de los espíritus
invisibles. El mundo antiguo los reconocía como dioses y diosas, inclinándose
ante ellos. Esta clase de enseñanza resultaba mucho más fácil de aceptar en
el primer siglo de lo que lo es hoy en día. En la actualidad nos
enorgullecemos de haber superado esto. Las personas son intelectualmente
incapaces de aceptar esta clase de cosas en nuestro tiempo. Como resultado de
ello, nos exponemos sin defensa alguna al control de estos espíritus
malvados. Pero si vamos a seguir las palabras
de Jesucristo, es preciso que aceptemos lo que Él dice que es la explicación
del poder tras el mal en el mundo. Él deja perfectamente claro que procede de
una hueste de espíritus malvados. Parte de la ceguera de nuestra generación,
que da como resultado el caos y la anarquía, es el resultado directo de las
personas que dicen con orgullo: “Rechazo todo el concepto de los espíritus
malvados y de los demonios. A mí me resulta intelectualmente inaceptable”. La
ceguera de semejante actitud impide cualquier defensa en contra de ella. Si
vamos a ser cristianos, debemos ver el mundo tal y como Cristo lo vio.
Debemos reconocer que las opiniones humanas, tanto si son catedráticos en
seminarios como si son pastores detrás del púlpito, no son tan solo el
resultado de su perspicaz lógica o la enseñanza académica que han recibido o
su perceptiva manera de pensar. Con frecuencia estas personas no son
conscientes del modo en que ha sido torcida su manera de pensar por los
espíritus malvados o los espíritus de error. Señor, ayúdame a reconocer que vivo
efectivamente en un mundo hostil. Enséñame a no ser crédulo, tragándome
absolutamente todo lo que me dicen. Ayúdame a poner a prueba cada cosa sobre
la base de Aquel que vino y demostró ser Él mismo la verdad por medio de Su
palabra invariable. |
|
|
|
Aplicación a la vida |
|
Nadie discutirá la realidad de la existencia
del caos y de la anarquía en el mundo. ¿Hemos rechazado nosotros por orgullo
intelectual la existencia de los espíritus del mal como una fantasía sin
importancia? |
|
Versículo para hoy:
sábado, 23 de mayo de 2020
23 de mayo - Cuando la incredulidad es apropiada - Ray Stedman
22 de mayo - El poder de la oración - Ray Stedman
|
Parte de la razón por la que muchas
personas encuentran el cristianismo aburrido es debido a que no están
experimentando la clase de vida cristiana que se describe en este pasaje. No
están participando en esta clase de relación, en la que cada día pueden
experimentar la gloriosa aventura de ver cómo obra el Dios viviente,
contestando a la oración y dándoles las cosas que han pedido. Pero en este
pasaje tenemos una imagen preciosa de la vida normal del cristiano. Todo ello
se basa en la oración, porque la oración es la actividad relacional más
fundamental que puede experimentar el cristiano. La oración es la expresión
de dependencia en un Dios de amor, y toda la vida cristiana debe
caracterizarse por una actitud continua y un espíritu de oración. Fíjese usted en los indicios de la
verdadera oración que destaca Juan en este pasaje. Primero, está el espíritu
de oración. “Confianza tenemos en Dios” (y la palabra es literalmente atrevimiento)
ante Dios. Si tiene usted atrevimiento ante alguien, eso implica que tiene
usted una relación íntima con esa persona, que tiene usted el claro derecho a
venir ante la presencia de esa persona. No existe temor alguno ni censura,
sino un buen entendimiento entre usted y esa otra persona. Por lo tanto, el
tener confianza, o atrevimiento, ante Dios implica que tiene usted una
comprensión clara de su derecho a venir ante Él. La oración debe ser el resultado de
dicha comprensión en lo que se refiere a la verdad que ha declarado Dios en
Su Palabra, de modo que no tenemos motivo para cuestionar nuestro derecho a
acudir a Él. No lo hacemos por nuestro propio mérito o la posición que
ocupamos ante Él, porque sabemos que ese no es el fundamento adecuado.
Acudimos ante Él por Su mérito y venimos “en Su nombre”, por lo que podemos
hacerlo con atrevimiento. Fíjese usted además en el propósito
de la oración. “Confianza tenemos en Dios; y… recibiremos de él” Para eso es
precisamente la oración. Es para que usted y yo estemos en situación de
recibir la gracia de Dios. Dios es un Dios que da, y se deleita en hacerlo.
Él posee todos los recursos de un universo superabundante del cual darnos con
generosidad. Usted conoce las imágenes de que se valen las Escrituras con el
propósito de dejar claro ante nosotros la plenitud de las riquezas de Dios.
Pablo dice, escribiendo a los corintios: “Ya conocéis la gracia de nuestro
Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Este es el
propósito de Dios, hacer que seamos ricos, aunque no siempre en el sentido
material, porque no es en ese aspecto en el que se encuentran las verdaderas
riquezas. Muchos millonarios darían hasta el último centavo de su dinero si
pudiesen tener un poco de paz en su corazón o si pudiesen sentir gozo en su
espíritu. Pero Dios se deleita en derramar las verdaderas riquezas en la vida
humana. Las riquezas de la vida abundante son precisamente lo que vino a
darnos Cristo. No hay nada más emocionante que ver a un Dios invisible hacer
en su vida cosas visibles que solamente Él puede hacer, supliendo sus
necesidades, satisfaciendo su corazón, haciendo lo que usted nunca
pudo hacer. Si nos vemos sumidos en la pobreza, es solo nuestra propia culpa,
porque Dios ha diseñado un maravilloso proceso mediante el cual podemos
recibir de Él. Ese es el propósito de la oración. Padre, te doy gracias por la
maravillosa provisión que me espera para que la pueda recibir cada día por
medio de la oración. Ayúdame a tener la fe sencilla para acudir ante Ti
atrevidamente en oración, sabiendo que a Ti te complace dar a Tus hijos. |
|
|
|
Aplicación a la vida |
|
Nada hay que sea más aburrido que
el cristianismo sin Cristo. Una relación íntima se encuentra inmersa en la
comunicación. ¿Está nuestra oración diaria libre y fluida o es sencillamente
algo que formulamos? |
|
21 de mayo - El tranquilizante del cristiano - Ray Stedman
|
En la frase “si nuestro corazón nos
reprende” el apóstol Juan está reconociendo que el problema con el que nos
enfrentamos es el de un corazón que nos reprende o condena. Él sugiere aquí,
por medio de esta frase, que esta es una experiencia bastante frecuente y
generalmente involuntaria por nuestra parte. ¿Quién de nosotros como
cristianos no ha tenido problemas con una mala conciencia o un corazón que
nos condena? Hay problemas físicos que nos afectan espiritualmente, pero con
demasiada frecuencia este es el resultado de un ataque del maligno a nuestra
fe, un esfuerzo por intentar apartarnos de la fe en Jesucristo, anulando
nuestra efectividad como cristianos, y con demasiada frecuencia este ataque
tiene éxito. Tal vez no haya un problema más
corriente que este: los cristianos que padecen por tener una mala conciencia
y un corazón que les condena. Algunas veces somos víctimas de estos ataques
cuando nos hallamos sumidos en el más intenso estado de ánimo espiritual, que
se apodera de nosotros cuando menos lo esperamos. ¿Cuál es el remedio? Fíjese usted
en lo que dice Juan: “conocemos que somos de la verdad”. Eso es lo esencial:
debemos de restablecer el importante hecho que es nuestra relación con
Cristo. Debemos animarnos a nosotros mismos a creer y asegurarnos de que
hemos sido verdaderamente justificados por la fe, que nos hallamos ante la
presencia de Dios, no gracias a nuestra propia justicia, sino por la justicia
del Hijo de Dios, que hace posible que seamos aceptados en el Amado, haciendo
que estemos “en Cristo” porque, como nos dice Pablo en Romanos 8: “Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (v.1). Si hemos de
silenciar las dudas en nuestros corazones, es preciso que sepamos que “somos
de la verdad”. ¿Cómo puede usted lograrlo? Fíjese
usted en su argumento aquí: “En esto conocemos que somos de la verdad”.
Debemos saber que pertenecemos a la verdad a fin de poder asegurar a nuestro
corazón cuando nos condena, y ¿cómo lo logramos? ¡Haciendo esto! Lo que hemos
mencionado en el versículo 18: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de
lengua, sino de hecho y en verdad”. Por medio de esto aseguraremos a nuestros
corazones con el conocimiento de que estamos en la verdad. Aquí se está
refiriendo a un acto de amor, es decir, de manera deliberada, y con una
intención concreta se realiza un acto amable y de ayuda, o se pronuncia una
palabra de amor a la persona que nos ha herido o ha sido el motivo de que nos
veamos sumidos en este atolladero de condenación. En otras palabras:
“Devolved bien por mal”. Usted no tiene que esperar hasta
verse obligado a ser amable con alguien, así que hágalo deliberadamente.
Propóngase la labor de encontrar a personas que están necesitadas y ayúdelas.
“No amemos por medio de palabras y de lo que decimos, sino por medio de
acciones y de la verdad”. Ha sido un gozo ver cuántas veces estas palabras
han demostrado ser ciertas. Ha habido personas que han descubierto que una
gran parte de la soledad y el vacío que sentían en sus vidas eran
sencillamente el resultado de haberse apartado de los demás y de sus
necesidades. Tan pronto como empezaron a ocuparse de la vida de otra persona,
descubrieron que existía un maravilloso sentido de confianza y un despertar
que acompañaban al espíritu de gozo en sus propios corazones. Señor, concédenos poder encontrar a
las personas solitarias y afligidas para que las animemos, compartiendo con
ellas algo de nosotros mismos para que podamos, de esta manera, expresar esta
clase de amor. Haciéndolo sabremos que andamos en la verdad. |
|
|
|
Aplicación a la vida |
|
Cuando nos sentimos solos, tenemos
una conciencia culpable o nuestros corazones se sienten dominados por la
condena, ¿cómo aprovechamos el gozo y el poder de sanidad de Su presencia? |
|