Versículo para hoy:

lunes, 20 de febrero de 2023

FEBRERO 20 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

 "Dios, que consuela a los humildes". 2 Corintion 7.6

¿Y quién consuela como él? Ve a algún melancólico y angustiado hijo de Dios; comunícale dulces promesas y pon en sus oídos selectas palabras de consuelo, él será ante ellas como una serpiente sorda que no responde a la voz del encantador, aunque este trate de encantarla más sutilmente que nunca. Él está bebiendo ajenjo y hiel. Trata de consolarlo como quieras, lo único que conseguirás será una o dos notas de lastimera resignación. No lograrás sacar de él ningún salmo de alabanza, ninguna aleluya y ningún soneto de gozo. Pero deja que se le acerque Dios y le levante el rostro, y entonces los ojos del afligido brillarán de esperanza. ¿No lo oyes cantar?: "Si tú estás aquí esto es un paraíso; si te vas, es un infierno". Tú no pudiste alegrarlo, pero el Señor lo ha hecho. "Él es el Dios de toda consolación". No hay bálsamo en Galaad, pero sí lo hay en Dios. No hay médico entre las criaturas, pero el Creador es Jehová-rophi. 
¡Es maravilloso ver cómo una palabra de Dios hace cantar al cristiano! Una palabra de Dios es igual a un pedazo de oro; el cristiano es el batidor de ese oro, y puede machacar esa palabra de promesa por semanas enteras.
Siendo así, pobre cristiano, no necesitas echarte a la desesperación. Ve al Consolador y pídele que te dé consolación. Tú eres un pobre pozo seco. Has oído decir que cuando una bomba se seca, debes, ante todo, echarle agua, y entonces ella a su vez, te dará agua. Y así, cristiano, cuando estés seco, ve a Dios, pídele que derrame en tu corazón abundante gozo, y entonces tu gozo será cumplido. No vayas a los amigos terrenales, porque, después de todo, hallarás en ellos consoladores de Job; pero ve primero y ante todo a tu "Dios que consuela a los humildes", y pronto dirás: "En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegran mi alma".

FEBRERO 19 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

 "Así ha dicho el Señor Jehová: Aún seré solicitado de la casa de Israel". Ezequiel 36.37

La oración es la precursora de la compasión. Vuelve a la Sagrada Historia y hallarás que apenas vino alguna vez alguna gran bendición a este mundo que no haya sido anunciada por la súplica. Tú mismo en tu propia experiencia has hallado esta verdad. Dios te ha dado muchos favores que no has solicitado, pero sin embargo la oración ferviente ha sido siempre para ti el preludio de una gran bendición.

Cuando al principio hallaste paz por la sangre de la cruz, hacía tiempo que estabas orando e intercediendo fervorosamente ante Dios para que removiese tus dudas y para que te librase de tus penas. Tu confianza fue el resultado de la oración. Cuando has experimentado goces sublimes y desbordantes, te has visto obligado a considerarlos como resultado de tus oraciones. Cuando has sido librado de terribles pruebas y has contado, en tus calamidades con alguna ayuda poderosa, has podido decir: "Busqué al Señor y él me oyó, y me libró de todos mis temores".

La oración siempre es el preludio de alguna bendición. La oración va delante de la bendición como si fuese una sobra que ella proyecta. Cuando el sol de la misericordia de Dios se eleva sobre nuestras necesidades, proyecta sobre el campo la sombra de la oración. O, para usar otra ilustración: cuando Dios levanta una montaña de bendiciones, él mismo alumbra detrás de esas bendiciones y proyecta sobre nuestros espíritus la sombra de la oración, de manera que podemos estar seguros (si es que oramos mucho) que nuestras súplicas constituyen las sombras de la bendición que pedimos. De esta manera la oración se conecta con la bendición pedida, para mostrarnos el valor de la misma. 
Si obtuviésemos las bendiciones sin pedirlas, las consideraríamos cosas comunes, pero las oraciones hacen que nuestras bendiciones sean más preciosas que el diamante.
Las cosas que pedimos son preciosas, pero no nos damos cuenta de eso hasta que las hayamos buscado ardientemente.