Note sus palabras:
"Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida".
"Una recompensa gloriosa", parece decir, "está preparada y reservada para mí, una corona que sólo reciben los justos. En el gran Día del juicio, el Señor me dará a mí esta corona y la dará a todos los que lo han amado como un Salvador invisible y han anhelado verle cara a cara. Mi obra en la tierra ha terminado. Me queda sólo esto para esperar, esto y nada más".
Observemos que el apóstol habla sin ninguna vacilación y sin desconfianza. Considera la corona como cosa segura, como si ya fuera suya. Declara con una confianza inquebrantable y seguridad absoluta que el Juez justo le dará esa corona. El gran trono blanco, todos los pueblos reunidos, los libros abiertos, la revelación de todos los secretos, los ángeles que escuchan y la sentencia imponente, eran cosas que Pablo conocía muy bien. Pero ninguna de estas lo impresionaba. Su fe fuerte las sobrepasaba a todas y veía a Jesús únicamente, a su Abogado vencedor absoluto, la sangre de la aspersión y el pecado limpiado. "Me está guardada", dice, "la corona". "El Señor me dará a mí esa corona". Habla como si hubiera visto todo esto con sus propios ojos.
Estas son las cosas principales que estos versículos contienen. No me enfocaré en todo el pasaje porque quiero limitarme al tema especial de este capítulo. Trataré de considerar el tema de la inquebrantable "esperanza segura", con la que el apóstol mira en perspectiva el día del juicio.
Lo haré enseguida, por la gran importancia que le da el apóstol al tema de la seguridad y la gran negligencia que, humildemente admito, ha sufrido a menudo en la actualidad.
Pero a la vez lo hago con temor y temblor. Siento que estoy pisando un terreno difícil y que es fácil hablar de esto sin reflexionar y de un modo no bíblico. El camino entre la verdad y el error, en este caso, es un laberinto angosto y estaré muy agradecido si puedo hacerle bien a algunos sin perjudicar a otros.
Hay cuatro componentes que quiero presentar al hablar sobre el tema de la seguridad y pueden despejar nuestro camino a medida que los voy nombrando.
I. Primero, entonces, procuraré mostrar que una esperanza segura, como la que Pablo expresa, es algo cierto y bíblico.
II. En segundo lugar, haré esta amplia afirmación: El que nunca llega a tener esta esperanza segura puede, aun así, ser salvo.
III. En tercer lugar, daré algunas razones por las cuales una esperanza segura es sumamente deseable.
IV. Por último, trataré de destacar algunas causas por las cuales, rara vez, se llega a tener una esperanza segura.
Pido la atención de todo el que le interesa el gran tema de este capítulo. Si no me equivoco, hay una relación muy estrecha entre la verdadera santidad y la seguridad. Antes de terminar esta exposición, espero haber mostrado a mis lectores la naturaleza de esa relación. Por ahora, me contento con decir que donde hay más santidad, por lo general, hay también más esperanza.