III. Consejos para todos los que anhelan ser santos
Por último, quiero ofrecer una palabra de consejo a todos los que anhelan ser santos. ¿Quiere usted ser santo? ¿Quiere ser una nueva criatura? Entonces tiene que comenzar con Cristo. Usted no hará nada y no progresará nada hasta que sienta su pecado y debilidad y acuda a él. Él es la raíz y el comienzo de toda santidad; y el camino para ser santo es venir a él por fe y estar unido a él. Cristo no sólo es sabiduría para su pueblo, sino santificación también. Algunas veces, los hombres quieren tratar de alcanzar la santidad por ellos mismos, con un resultado lastimoso. Se esfuerzan y trabajan, quieren empezar una página nueva en sus vidas y cambiar mucho; pero, como la mujer con el flujo de sangre, antes de venir a Cristo, "nada había aprovechado, antes le iba peor" (Mr. 5:26). Corren en vano y trabajan en vano; esto no es de sorprender porque están empezando por el final. Construyen un muro de arena, sus obras van desapareciendo como el agua en una vasija agujereada. Nadie puede poner otro fundamento para la "santidad" que el que ya está puesto, o sea Cristo Jesús, quien dijo: "Separados de mí nada podéis hacer" (Jn. 15:5). Traill dijo unas palabras fuertes, pero muy ciertas: "La sabiduría que no es de Cristo es una necedad que lleva a la condenación; la santificación fuera de Jesús es suciedad y pecado; la redención fuera de Cristo es esclavitud".
¿Quiere usted lograr santidad? ¿Siente este día un anhelo fuerte de ser santo? ¿Quiere ser partícipe de la naturaleza divina? Entonces acuda a Cristo. No busque ninguna razón. No espere a nadie. No piense en prepararse. Acuda a él y dígale, en las palabras de aquel hermoso himno...
"Nada traigo para Ti, Mas tu cruz es mi sostén;
Desprovisto y en escasez, Hallo en Ti la paz y el bien".
(Augustus Toplady, 1776)
No hay ni un ladrillo ni una roca para edificar la obra de nuestra santificación hasta que acudimos a Cristo. La santidad es su don especial para su pueblo creyente. Santidad es la obra que lleva a cabo en sus corazones, por el Espíritu que coloca dentro de ellos. Es asignado "Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados". "Más a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Hch. 5:31; Jn. 1:12).