Versículo para hoy:

domingo, 1 de septiembre de 2019

1 de setiembre – VISITACIONES DIVINAS

Olviden las cosas de antaño; ya no vivan el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados. Isaías 43:18-19.

Es muy posible que, además de cultivar un deseo vehemente de que la religión se revitalice, podamos haber estado imaginando una concepción de la forma que debe tomar la visitación divina. Quizá estés imaginando que Dios va a levantar a un predicador extraordinario cuyo ministerio atraiga multitudes, y que mientras esté predicando, Dios Espíritu Santo, confirmará la palabra de modo que cientos se conviertan en cada mensaje. Se levantarán otros evangelistas con el mismo espíritu, y de punta a cabo esta isla escuchará la verdad y experimentará su poder.

Ahora bien, pudiera suceder que Dios nos visitara de esa forma. Pudiera ser que viéramos otra vez las señales y maravillas como las que suelen acompañar los avivamientos. Su Espíritu Santo se puede revelar como un río poderoso que arrastre las multitudes con su corriente majestuosa, pero si él lo desea, bien puede revelar su poder con la suavidad del rocío el cual, sin percibirlo apenas, refresca toda la tierra. Nos puede suceder como a Elías, cuando el fuego y el viento pasaron ante él pero el Señor no estaba en ninguno de esos dos poderosos elementos y prefirió entrar en comunión con su siervo en un susurro suave y apacible. Quizá ese susurro suave y apacible sea la voz de Dios en esta congregación. Entonces sería inútil que tratáramos de trazar el camino del Dios eterno. Dios nos libre de estar rechazando todo el bien que él quiera darnos tan solo porque no venga en la forma que imaginamos debe ser la correcta.

A través de la Biblia en un año: Salmos 69-72

FUENTE: Charles H. Spurgeon -Tomado del libro “A los Pies del Maestro”, Compilado por Audie G. Lewis.

31 de agosto – HASTA TOMÁS SE CONVENCIÓ

Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: -¡Hemos visto al Señor! –Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré –repuso Tomás. Juan 20:24-25.

Si me dijeras que la resurrección del Señor la presenciaron hombres que estaban preparados para creerla, te diría que estás completamente equivocado. Ni uno de los discípulos se dio cuenta del significado de la profecía del Señor donde explicaba que se levantaría de entre los muertos. Era difícil que alguno captara la idea. En Tomás vemos a un hombre que era bastante difícil de convencer, un hombre tan obstinado que era capaz de pensar que sus diez amigos, con quienes había estado durante años, podían engañarlo. Ahora bien, si tuviera que atestiguar la veracidad de algún hecho, me gustaría llamar al estrado a alguien que fuera reconocido por ser desconfiado y escéptico. Me sentiría feliz al dar con alguien que dudara y desconfiara, pero que a la larga se sintiera abrumado por las evidencias que lo llevaron a creer. Estoy seguro que tal hombre expondría su testimonio con toda convicción, como lo hizo Tomás cuando exclamó: «Mi Señor y mi Dios». No podemos tener un mejor testigo del hecho de la resurrección del Señor que este frío, cauteloso, prudente y reflexivo Tomás, quien llegó a tener una certeza absoluta.

A través de la Biblia en un año: Salmos 65-68

FUENTE: Charles H. Spurgeon -Tomado del libro “A los Pies del Maestro”, Compilado por Audie G. Lewis.