"He peleado la buena batalla". Aquí habla como un soldado. He peleado la buena batalla con el mundo, la carne y el diablo, de la que tantos retroceden y tantos evitan.
"He acabado la carrera". Aquí habla alguien que ha corrido para ganar un premio. He corrido la carrera programada para mí. He cubierto el territorio que me fue asignado, sin importar lo duro y empinado que era. No he abandonado la carrera por las dificultades que conlleva, ni me desanimé por lo larga que era. Por fin tengo la meta a la vista.
"He guardado la fe". Aquí habla como un mayordomo. Me he mantenido fiel al glorioso evangelio que me fue encomendado. No lo he mezclado con tradiciones humanas, no he arruinado su sencillez agregando mis propias invenciones, ni he dejado que otros la adulteraran, aun viéndome obligado a enfrentarlos cara a cara.
"Como un soldado, un corredor y un mayordomo", parece decir: "No me avergüenzo".
Feliz el cristiano que al partir del mundo, puede dejar el legado de un testimonio como este. Una conciencia limpia no salva a nadie, no quita el pecado, no lleva ni un milímetro más cerca del cielo. No obstante, una conciencia limpia será una compañera agradable junto a nuestro lecho a la hora de morir. Hay un hermoso pasaje en El Progreso del Peregrino que describe la travesía de Integridad a la casa de su Padre:
Integridad les llamó a sus amigos y les dijo: Muero, pero no haré testamento. Mi integridad irá conmigo; que lo sepan los que vinieren después. Llegado el día señalado, se apercibió para hacer la travesía. El río, en aquel entonces, se había desbordado en algunas partes; pero Integridad, que en vida había apalabrado a un tal Buena-Conciencia para que le auxiliase, lo encontró allí, y dándole la mano, le ayudó a través de las aguas.
Podemos estar seguros de que hay algo de cierto en ese pasaje.