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lunes, 30 de octubre de 2023

¿Por qué celebramos la Reforma el 31 de octubre? | JOSUÉ BARRIOS

 

Para saber por qué el 31 de octubre celebramos el día de la Reforma...

¿Por qué Martín Lutero publica las 95 TESIS y cuáles fueron las consecue...


OCTUBRE 30 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Te alabaré, oh Jehová”. Salmo 9:1.

LA alabanza debiera siempre seguir a la oración contestada, así como la niebla de la gratitud terrestre se eleva cuando el sol del amor celestial calienta el suelo. ¿Ha sido el Señor misericordioso para contigo y ha inclinado su oído a la voz de tu súplica? Entonces alábalo mientras vivas. Deja que el fruto maduro caiga al fértil suelo de donde extrajo su vida. No niegues un canto al que contestó tu oración y te dio el deseo de tu corazón. Estar callado frente a las bendiciones de Dios es incurrir en la ingratitud; es obrar tan vilmente como los nueve leprosos, quienes, después de haber sido curados, no volvieron para dar gracias al Señor que los había sanado. Descuidar la alabanza a Dios es rehusar beneficiarnos a nosotros mismos, pues la alabanza, igual que la oración, es un poderoso medio para estimular el crecimiento en la vida espiritual. La alabanza nos ayuda a quitar nuestras cargas; a alentar nuestra esperanza y acrecentar nuestra fe. La alabanza es un ejercicio saludable y vigorizador que aviva el pulso del creyente, y le da fuerzas para realizar nuevas hazañas en el servicio del Maestro. El bendecir a Dios por las bendiciones recibidas es, además, el medio para bendecir a nuestros prójimos: “Oiránlo los mansos y se alegrarán”. Otros, que han pasado por las mismas circunstancias, tomarán aliento si podemos decir: “Engrandeced a Jehová conmigo, y ensalcemos su nombre a una. Busqué a Jehová y él me oyó”. Los corazones débiles se fortalecerán y los creyentes desanimados se reanimarán mientras escuchan nuestros “cánticos de liberación”. Sus dudas y temores se sentirán censurados mientras nos enseñamos y amonestamos unos a otros “con salmos, y con himnos, y canciones espirituales”. Ellos también “cantarán de los caminos de Jehová”, cuando nos oigan magnificar su santo nombre. La alabanza es el más sublime de los deberes cristianos.

OCTUBRE 29 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos”. Mateo 6:9.

ESTA oración empieza donde deben empezar todas las verdaderas oraciones, es decir, en el espíritu de adopción: “Padre nuestro”. La oración no será aceptable hasta que digamos: “Me levantaré e iré a mi Padre”. Este espíritu dócil percibe pronto la grandeza del Padre que está “en los cielos”, y pasa a la fervorosa adoración: “Santificado sea tu nombre”. El balbuceo infantil: “Abba, Padre” se cambia en el clamor de los querubines: “Santo, santo, santo”. Hay sólo un paso entre el culto inspirador y el ardiente espíritu misionero, que es el seguro resultado del amor filial y de la adoración reverente: “Venga tu reino; sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. A continuación tenemos la sentida expresión de nuestra dependencia de Dios: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”. Además, siendo iluminado por el Espíritu, descubre que no sólo es dependiente sino pecador; y entonces implora misericordia: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Después de haber sido perdonado, de haber obtenido la justicia de Cristo y de conocer que ha sido aceptado por Dios, pide humildemente al Señor que le dé perseverancia: “No nos metas en tentación”. El que ha sido perdonado ansía no pecar más; la posesión de la justificación lo conduce a desear la santificación. “Perdónanos nuestras deudas”: esto es justificación. “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”: esto es santificación en su forma positiva y negativa. Como resultado de todo esto, sigue una triunfante alabanza: “Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. Nos gozamos de que nuestro Rey reine ejerciendo su providencia; y nos gozamos también de que reinará manifestando su gracia “desde el río hasta los cabos de la tierra”, y de su reino no habrá fin. Este breve modelo de oración conduce al alma desde la adopción a la comunión con Jesús.

OCTUBRE 28 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Yo os elegí del mundo”. Juan 15:19.

AQUÍ tenemos una gracia que honra y una consideración que enaltece, pues algunos son los especiales objetos del amor divino; no temas detenerte en la sublime doctrina de la elección. Cuando estés muy triste y deprimido, hallarás que esta doctrina es como un rico cordial. Los que dudan de las doctrinas de la gracia o las echan al olvido, pierden los más ricos racimos de Escol; pierden también los “vinos sobre las heces bien refinados y los manjares pingües de mucho meollo”. No hay bálsamo en Galaad comparable a este. Si la miel de la vara de Jonatán, con sólo gustarla, le esclareció los ojos, la miel de esta doctrina iluminará tu corazón para amar y aprender los misterios del reino de Dios. Come y no temas una indigestión; vive de este exquisito bocado y no temas que sea una comida demasiado delicada. La vianda de la mesa del Rey no hará mal a ninguno de sus cortesanos. Ansía tener más capacidad mental para comprender más y más al eterno amor de Dios, que enaltece. Después de haber ascendido al alto monte de la elección, detente en el monte del pacto de la gracia. Los contratos del pacto son las fortificaciones de estupenda roca detrás de las cuales estamos atrincherados. Los contratos del pacto, con el fiador, Cristo Jesús, constituyen el tranquilo lugar de reposo de los espíritus temblorosos.
En la tormenta es mi sostén
El pacto que juró y selló.
Su amor es mi supremo bien,
Su amor que mi alma redimió.

Si Jesús se comprometió a llevarme a la gloria, y si el Padre prometió que yo seré dado al Hijo como una parte de la infinita recompensa del trabajo de su alma, entonces, alma mía, puedes descansar segura. Cuando David saltaba delante del Arca, le dijo a Mical que la elección lo había movido a obrar así. Ven, alma mía, regocíjate delante del Dios de la gracia y salta de gozo.

OCTUBRE 27 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Es palabra fiel”. 2 Timoteo 2:11.

PABLO tiene cuatro de estas “palabras fieles”. La primera se halla en 1ª Timoteo 1:15, y dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida de todos; que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”. La segunda se halla en 1ª Timoteo 4:8-9, y dice: “La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera. Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida de todos”. La tercera se halla en 2ª Timoteo 2:11-12, y dice: “Es palabra fiel:… si sufrimos, también reinaremos con él”. Y la cuarta se halla en Tito 3:8, y dice: “Palabra fiel… que los que creen a Dios procuren gobernarse en buenas obras”. Podemos señalar la conexión que hay entre estas “palabras fieles”. La primera pone en la gratuita gracia de Dios el fundamento de nuestra eterna salvación, como se nos muestra en la misión del Gran Redentor. La segunda afirma la doble beatitud que obtenemos por medio de esta salvación –las bendiciones de las fuentes de arriba y las de las de abajo- del tiempo y de la eternidad. La tercera nos muestra uno de los deberes al cual el pueblo elegido es llamado. Se nos ordena sufrir por Cristo con la promesa de que “si sufrimos, también reinaremos con él”. La cuarta expone la actividad del servicio cristiano, exhortándonos diligentemente a gobernarnos por buenas obras. De este modo, tenemos la raíz de la salvación en la gratuita gracia; los privilegios de esa salvación en la vida presente y en la venidera, y, además, las dos grandes ramas (el sufrir con Cristo y el vivir con Cristo) llenas de frutos del Espíritu. Atesora estas palabras fieles. Que sean ellas las guías de nuestras vidas, nuestro consuelo y nuestra instrucción. El apóstol de los gentiles comprobó que eran fieles, y siguen siendo fieles hasta ahora; ninguna palabra fracasará. Ellas son dignas de ser recibidas de todos. Aceptémoslas ahora y probemos su fidelidad. Que estas cuatro palabras fieles sean escritas en las cuatro esquinas de mi casa.

OCTUBRE 26 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Buscáis mucho y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué?, dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa”. Hageo 1:9.

LAS almas avaras escatiman sus contribuciones para la obra pastoral y misionera, y consideran ese ahorro como una buena economía. Los tales no se dan cuenta de que, obrando así, más bien se están empobreciendo. Se excusan diciendo que tienen que cuidar sus propias familias, pero olvidan que la manera más segura de llevar a la ruina sus hogares es olvidando la casa de Dios. Nuestro Dios tiene un método por el cual, o puede hacer prosperar nuestros esfuerzos más allá de lo que esperamos, o puede hacerlos fracasar para nuestra confusión y congoja. Con una simple vuelta dada por su mano puede conducir nuestro barco por un canal ventajoso o también encallarlo en la pobreza y en la bancarrota. La Biblia enseña que el Señor enriquece al dadivoso, pero que abandona al mezquino para que descubra que el no dar conduce a la pobreza. He podido notar, después de una amplia observación, que los cristianos más generosos han sido siempre los más felices, y, casi invariablemente, los más prósperos. He visto al dador liberal elevarse a una riqueza en la que nunca soñó, y he visto también al mezquino descender a la pobreza por la misma tacañería con la cual pensaba enriquecerse. Los hombres confían a los buenos mayordomos grandes sumas de dinero; y de esa manera obra también el Señor. Dios da por carretadas a los que dan por fanegas. En los casos en que las riquezas no han sido concedidas, el Señor hace que lo poco sea mucho, por medio de la satisfacción que el corazón santificado siente en una porción cuyo diezmo ha sido dedicado al Señor. El egoísmo atiende primero la casa, pero la piedad busca primero el reino de Dios y su justicia. Sin embargo, a la larga, el egoísmo es pérdida, y la piedad es grande ganancia.

miércoles, 25 de octubre de 2023

OCTUBRE 25 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Por la verdad que está en nosotros, y será perpetuamente con nosotros”.
2 Juan 2.

UNA vez que la verdad de Dios logra entrar en el corazón humano, sometiendo enteramente al hombre, ningún poder humano o infernal puede, después, desalojarla. No consideramos esa verdad como un simple huésped, sino como la dueña de la casa. Este es un requisito cristiano necesario. No es cristiano el que no piensa así. Los que sienten el poder del Evangelio y experimentan la potencia del Espíritu Santo mientras él expone, aplica y sella la Palabra del Señor, preferirían ser deshechos antes que apartarse del Evangelio que les trajo salvación. En la seguridad de que la verdad estará con nosotros perpetuamente, hay miles de bendiciones. Esa verdad será para nosotros sostén en la vida, aliento en la muerte, canto en la resurrección y eterna gloria. Esta verdad es, además, un privilegio cristiano, sin el cual nuestra fe poco valdría. Algunas verdades, ya las hemos sobrepasado y las hemos dejado atrás, pues ellas sólo son rudimentos y lecciones para principiantes, pero no podemos considerar en la misma manera a la verdad divina, pues aunque es dulce alimento para los niños, es también, en el más alto grado, sólida vianda para los adultos. La verdad de que somos pecadores se nos presenta insistentemente para humillarnos y ponernos en guardia. La verdad más bendita de que “el que cree en el Señor Jesús será salvo”, permanece con nosotros como nuestra esperanza y nuestro gozo. Nuestra experiencia, lejos de hacernos soltar las doctrinas de la gracia, nos las ha hecho tomar más fuertemente. Nuestros motivos para creer en Cristo son ahora más poderosos y más numerosos que nunca; además, tenemos motivos para esperar que seguirá siendo así hasta que, al morir, recibamos al Salvador en nuestros brazos. Donde veamos este amor, estamos obligados a ejercer el nuestro. Ningún círculo estrecho puede contener nuestras simpatías.

OCTUBRE 24 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Llénanse de jugo los árboles de Jehová”. Salmo 104:16.

SIN savia, los árboles no pueden florecer, ni aun existir. La vitalidad es esencial para el cristiano. Para que podamos ser árboles del Señor debe, en nosotros, haber vida -ese principio vital- que nos comunica el Espíritu Santo. El mero nombre de cristiano es sólo cosa muerta; tenemos que estar llenos del espíritu de la vida divina. Esta vida es misteriosa. Nosotros no entendemos la circulación de la savia; no conocemos la fuerza por la cual asciende ni aquella por la que desciende. Así también la vida que está en nosotros es un sagrado misterio. La regeneración es obrada por el Espíritu Santo, que entra en el hombre y llega a ser la vida del hombre. Esta vida divina en el creyente se nutre, después, de la carne y de la sangre de Cristo, y se sostiene así con alimento divino, pero nadie puede explicarnos de dónde viene y adónde va. ¡Qué cosa secreta es la savia! Las raíces se introducen en el suelo con sus fibras, pero no las podemos ver cuando absorben los diversos gases o cuando transforman el mineral en vegetal. Esta obra se realiza bajo tierra, en oculto. Nuestra raíz es Cristo Jesús, y nuestra vida está escondida en él; este es el secreto del Señor. La raíz de la vida cristiana es, como la vida misma un secreto. ¡Cuán permanentemente activa es la savia en el cedro! En el cristiano, la vida divina está siempre llena de energía, pero esa energía no siempre lleva fruto, si no obra interiormente. Los dones del creyente no están todos en constante actividad, pero su vida interior nunca cesa de latir. El creyente no está siempre trabajando por el Señor, pero su corazón vive siempre en él. Como la savia se manifiesta produciendo las hojas y los frutos del árbol, así los dones de un verdadero cristiano se exteriorizan en su conducta y en su conversación. Si hablas con él, no puede dejar de hablar de Jesús. Si observas sus actos, verás que él ha estado con Jesús. Tiene en su interior tanta savia, que debe llenar con vida su conducta y conversación.

OCTUBRE 23 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Queréis vosotros iros también?” Juan 6:67.

MUCHOS han dejado a Cristo y no han andado más con él. Pero, ¿qué motivos tienes tú para hacer un cambio? ¿Ha habido en el pasado algún motivo para ello? ¿No ha demostrado Jesús ser omnisuficiente? Él te dice esta mañana: “¿He sido un desierto para ti?” Cuando tu alma ha confiado únicamente en Jesús, ¿se ha visto confundida alguna vez? ¿No ha hallado siempre a tu Señor compasivo y generoso? La fe que has depositado en él, ¿no te dio toda la paz que tu espíritu podría desear? ¿Puedes siquiera soñar con un amigo mejor que él? Entonces no cambies al amigo antiguo y no procures uno nuevo y falso. Y en cuanto al presente, ¿hay algo en él que te obligue a dejar a Cristo? Cuando estamos duramente acosados por este mundo o por las más severas pruebas dentro de la Iglesia, hallamos muy agradable el recostarnos en el seno de nuestro Salvador. Este es el gozo que tenemos hoy: que somos salvos en él. Y si este gozo nos causa satisfacción, ¿por qué hemos de pensar en hacer un cambio? ¿Quién cambia el oro por la escoria? No dejaremos la luz del sol hasta que hallemos una luz mejor, ni dejaremos a nuestro Señor, hasta que aparezca un amigo más ilustre; y ya que esto nunca puede ser, lo asiremos fuertemente, y ataremos, como un sello, su nombre en nuestro brazo. Y en cuanto al futuro, ¿puedes insinuar algo que pueda sobrevenir que hará necesario que te rebeles o que desertes de la antigua bandera para servir bajo las órdenes de otro capitán? Pienso que no. Aunque la vida sea larga, él no cambia. Si somos pobres, ¿qué mejor que tener a Cristo para que nos haga ricos? Cuando estamos enfermos, ¿qué más queremos que Jesús haga suave nuestro lecho de dolor? Cuando muramos, ¿no está escrito que “ni la muerte ni la vida, ni lo presente ni lo porvenir nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”? Digamos con Pedro: “Señor, ¿a quién iremos?”

OCTUBRE 22 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

ESTE pasaje es un sistema de teología en miniatura. El que entiende su significado es un teólogo y el que puede profundizar en su plenitud es un verdadero maestro en Israel. Este pasaje es una consumación del glorioso mensaje de salvación que nos fue comunicado en Cristo Jesús, Redentor nuestro. Su significado gira en torno de las palabras: “de pura gracia”. Este es el medio glorioso, apropiado y divino por el cual el amor baja del cielo a la tierra; es este un amor espontáneo que fluye para los que ni lo merecen, ni lo compraron, ni lo buscaron. Esta es, en realidad, la única manera en que Dios puede amar a semejantes criaturas como nosotros. Este texto es un golpe mortal a toda suerte de pretendidas aptitudes. “Los amaré de pura gracia”. Ahora bien, si en nosotros hubiese alguna aptitud necesaria, entonces él no nos amaría de pura gracia; a lo menos, esa aptitud le quitaría a esta gracia algo de su valor. Pero el pasaje dice: “Los amaré de pura gracia”. Nosotros nos lamentamos diciendo: “Señor, mi corazón es muy duro”. Y el Señor responde: “Te amaré de pura gracia”. –“Pero, yo no siento, como quisiera, la necesidad que tengo de Cristo”. –“Yo no te amaré porque sientas tu necesidad; yo te amaré de pura gracia”. –“Pero, yo no siento aquel enternecimiento de espíritu que quisiera sentir”. –Recuerda esto: el enternecimiento de espíritu no es una condición para ser amado, pues no hay condiciones. El pacto de gracia no tiene ninguna limitación, de suerte que sin ninguna aptitud que nos recomiende, dispongámonos a confiar en la promesa de Dios que él nos hizo en Cristo Jesús, cuando dijo: “El que en él cree no es condenado”. Es una bendición saber que la gracia de Dios se nos ofrece gratuitamente en todos los tiempos, sin preparación, sin aptitud, sin dinero y sin precio. “Los amaré de pura gracia”.

OCTUBRE 21 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El amor de Cristo nos constriñe”. 2 Corintios 5:14.

¿CUÁNTO debes a mi Señor? ¿Nunca ha hecho él algo por ti? ¿Te ha perdonado los pecados? ¿Te ha cubierto con el manto de justicia? ¿Ha puesto tus pies sobre una roca? ¿Enderezó tus pasos? ¿Ha preparado el cielo para ti? ¿Ha escrito tu nombre en el libro de la vida? ¿Te ha dado innumerables bendiciones? ¿Ha acumulado para ti un depósito de misericordias, que ojo no vio ni oído oyó? Entonces haz algo por Jesús que sea digno de su amor. No des al agonizante Redentor una mera ofrenda de palabras. ¿Cómo te sentirás cuando venga tu Maestro, si tienes que confesar que nada has hecho por él, sino que has guardado encerrado tu amor, igual que un pozo estancado, que no fluye ni para bien de los necesitados ni para bien de la obra de Dios? ¡Afuera con un amor de esa naturaleza! ¿Qué piensan los hombres de un amor que no se manifiesta en obras? Piensan esto: “Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto”.
¿Quién aceptará un amor tan débil que ni siquiera te mueve a realizar una simple obra de generosidad, de heroísmo o de celo? ¡Piensa en cómo él te amó y se entregó a sí mismo por ti! ¿Conoces el poder de aquel amor? Entonces, permite que como un poderoso viento quite de tu alma las nubes de la mundanalidad y disipe las nieblas del pecado. “Por amor a Cristo” sea esta la lengua de fuego que se asiente sobre ti. “Por amor a Cristo”: sea este el divino éxtasis y la celestial inspiración que te eleven de sobre la tierra, y sea este, además, el divino espíritu que te haga valiente como león y veloz como águila en la obra de tu Señor. El amor debiera dar alas a tus pies y fuerzas a tus brazos para trabajar. Firmes en Dios con una perseverancia que no ha de titubear, resueltos a honrarlo con una determinación que no vacilará, y empujados con un ardor que no ha de disminuir, manifestemos al mundo que el amor de Cristo nos constriñe. Que el divino imán nos atraiga hacia el cielo junto a él.

OCTUBRE 20 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Crezcamos en todas las cosas”. Efesios 4:15.

MUCHOS cristianos permanecen enanos en las cosas espirituales, de manera que siempre tienen el mismo aspecto. Existen, pero no “crecen en todas las cosas”. No se ve en ellos ninguna señal de progreso o de perfección. ¿Estaremos satisfechos con permanecer en la “hierba”, cuando podemos dar un paso adelante y ser “espiga”, y transformarnos, con el tiempo, en “grano lleno en la espiga”? ¿Quedaremos satisfechos con creer en Cristo y decir: “Estoy seguro”, sin desear, por experiencia propia, conocer más de la plenitud que hay en Él? No debería ser así. Como buenos negociantes del mercado del cielo tendríamos que anhelar ser enriquecidos con el conocimiento de Jesús. Es muy bueno cuidar la viña de los otros hombres, pero no tenemos que descuidar nuestro crecimiento y nuestra madurez espiritual. ¿Por qué en nuestros corazones ha de ser siempre invierno? Necesitamos, es verdad, una estación para la sementera, pero ansiamos que lleguen también la primavera y el verano, que nos traerán la promesa de una cosecha temprana. Si queremos ser maduros en la gracia tenemos que vivir cerca de Jesús, en su presencia, madurados por la luz de su rostro. Tenemos que mantener con él dulce comunión. Tenemos que dejar de mirar su rostro desde lejos y acercarnos a él, como hizo Juan, y recostar nuestra cabeza en su seno. Entonces nos hallaremos progresando en santidad, en amor, en fe, en esperanza; sí, en cada uno de los preciosos dones. Así como el sol presenta al ojo del viajero uno de los espectáculos más encantadores, cuando alumbra, al salir, los picos de las montañas y los circunda de luz, así también uno de los cuadros más preciosos del mundo espiritual lo tenemos cuando contemplamos la brillantez de la luz del Espíritu sobre la cabeza de algún creyente, hasta que refleje los rayos del Sol de Justicia, en primer lugar, sobre los escogidos, y después lleve ese reflejo bien alto para que todos lo vean.

lunes, 23 de octubre de 2023

OCTUBRE 19 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Niños en Cristo”. 1 Corintios 3:1.

CREYENTE, ¿te lamentas de que tu vida cristiana sea tan débil y de que tu fe y amor sean tan frágiles? ¡Anímate!, pues tú tienes motivo para estar agradecido. Recuerda que en algunas cosas eres igual al más grande y desarrollado cristiano. Tú y él han sido comprados con sangre y adoptados como hijos de Dios. Un bebé es tan hijo de sus padres como lo es el hombre crecido. Tú estás tan justificado como cualquier creyente, pues la justificación no se da por grados. Tu escasa fe te ha limpiado completamente. Tú tienes tanto derecho a las cosas preciosas del pacto como lo tienen los creyentes más aventajados, pues tu derecho a la misericordia del pacto no depende de tu desarrollo sino del pacto en sí. Tu fe en Jesús no es la medida de tu herencia sino su prenda. Tú eres tan rico como el más rico, si no en solaz, a lo menos en efectiva posesión. La estrella más pequeña está colocada en el cielo y el rayo de luz más débil tiene relación con el sol. En el registro familiar de la gloria tanto el más pequeño como el más grande están inscriptos con la misma pluma. Para el corazón del Padre tú eres tan querido como el mayor de la familia. Jesús cuida mucho de tus sentimientos. Tú eres semejante al pábilo que humea. Alguno de espíritu tosco diría: “quita ese pábilo que humea, pues llena la pieza con un olor desagradable”. Pero Jesús no apagará al pábilo que humea. Tú eres semejante a una caña cascada. Una mano menos tierna que la del Músico Principal la despreciaría y la tiraría, pero Jesús no quebrará la caña cascada. En lugar de estar abatido a causa de lo que eres, tendrías que gloriarte en Cristo. ¿Soy yo pequeño en Israel? Sin embargo, en Cristo, se me ha hecho sentar en lugares celestiales. ¿Soy pobre en fe? Sin embargo, en Jesús soy heredero de todas las cosas. Aunque soy menos que la nada, sin embargo me regocijaré en el Señor y me gloriaré en Dios mi Salvador.

OCTUBRE 18 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Tus huellas derraman grosura”. Salmo 65:11.

MUCHAS son “las huellas del Señor” que derraman grosura, pero una de las principales es la oración. Ningún creyente que permanezca mucho en oración privada, necesitará clamar: “¡Mi flaqueza, mi flaqueza, ay de mí!” Las almas hambrientas viven lejos del propiciatorio, y se asemejan a los campos quemados en tiempo de sequía. La oración insistente y fervorosa hace al creyente fuerte y feliz. El lugar más próximo a la puerta del cielo es el trono de la gracia celestial. Permanece mucho a solas con Jesús, y tendrás mucha firmeza; pero si permaneces poco, tu religión será superficial y estará contaminada con muchas dudas y muchos temores, y no brillará con el gozo del Señor. En vista de que la senda de la oración que enriquece al alma está abierta aun para el más débil de los santos; en vista de que no se requiere ninguna instrucción superior para andar en ella, y en vista de que no eres invitado a venir por ser un creyente aventajado, sino simplemente por ser creyente, procura, querido lector, estar a menudo en la senda de la devoción privada.
Otra de las huellas principales que derraman grosura sobre los que andan por ella, es la comunión privada. ¡Oh cuán deseables son las delicias de la comunión con Jesús! La tierra no tiene palabras que puedan expresar la santa calma del alma que se recuesta en el seno de Jesús. Pocos cristianos entienden esto; viven en un nivel bajo y rara vez suben a la cumbre del monte Nebo. Viven en el atrio de afuera, no entran en el santo palacio, y no echan mano del privilegio del sacerdocio. Desde cierta distancia miran el sacrificio, pero no se sientan con el sacerdote a comer con él y a disfrutar del sebo del holocausto. Pero tú, lector, siéntate siempre bajo la sombra de Jesús. Súbete a la palma y tómate de sus ramos. Que tu amado sea para ti como el manzano entre los árboles silvestres y tú te saciarás con meollo y grosura. ¡Oh Jesús, visítanos con tu salvación!

martes, 17 de octubre de 2023

OCTUBRE 17 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y David dijo en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl”. 1 Samuel 27:1.

EL pensamiento del corazón de David en esta ocasión era un pensamiento falso, porque él no tenía motivos para pensar que la unción que Dios le había dado por medio de Samuel estaba destinada a ser puesta de lado como un acto vano y sin significación. El Señor no lo había abandonado en ninguna ocasión. Muy frecuentemente, David había sido colocado en situaciones peligrosas, pero en ninguna ocasión la mediación divina dejó de librarlo. Las pruebas a las cuales había sido expuesto eran muy variadas; no habían tomado una sola forma sino muchas, pero, sin embargo, en cada caso, el que había enviado la prueba dispuso también la salida. David no podía poner su dedo sobre ninguna anotación de su agenda y decir: “Aquí es evidente que el Señor me abandonará”, pues todo el curso de su vida pasada era una prueba de lo contrario. Teniendo en cuenta lo que Dios había hecho con él, David tenía que llegar a la conclusión de que Dios lo defendería hasta el fin. Pero, ¿no dudamos nosotros, precisamente de la misma manera de la ayuda de Dios? ¿No es esa una desconfianza que no tiene razón de ser? ¿Hemos tenido alguna vez el más significante motivo para dudar de la bondad de nuestro Padre? ¿No han sido “estupendas sus misericordias”? ¿Ha dejado Dios de cumplir en alguna ocasión? ¡No! Nuestro Dios nunca nos abandonó. Hemos tenido noches oscuras, pero la estrella del amor brilló en medio de las tinieblas. Nos hemos hallado en terribles conflictos, pero sobre nuestras cabezas Dios ha levantado el escudo de nuestra defensa. Hemos pasado por muchas pruebas, pero nunca para nuestro perjuicio, sino siempre para nuestro provecho. Y el resultado de nuestra experiencia pasada es que el que ha estado con nosotros en seis pruebas, no nos dejará en la séptima. Lo que ya conocemos de nuestro fiel Señor, nos prueba que él nos guardará hasta el fin.

OCTUBRE 16 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

Díceles Jesús; “Venid, comed”. Juan 21:12.

EN estas palabras el creyente está invitado a tener una santa intimidad con Jesús. “Venid, comed”, significa la misma mesa y el mismo alimento; sí, y algunas veces significa sentarse a su lado y apoyar nuestra cabeza en el pecho del Salvador. Significa también ser llevados a la “casa del banquete”, donde flamea la bandera del amor que redime. “Venid, comed” nos da una visión de la unión con Jesús, pues la única comida que podemos comer, cuando comemos con Jesús, es él mismo. ¡Oh qué unión es esta! Que nosotros nos alimentemos así de Jesús constituye, para la razón, un misterio impenetrable. “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él”. Es también una invitación para gozar de la comunión con los santos. Los cristianos pueden tener distintas opiniones sobre muchos asuntos, pero todos tienen un apetito espiritual. Si todos nosotros no podemos sentir del mismo modo, podemos, sin embargo, alimentarnos del mismo modo del pan de vida que descendió del cielo. En la mesa de la comunión con Jesús, somos un pan y una copa. Mientras la copa pasa de mano en mano nos brindamos cordialmente unos a otros. Acércate más a Jesús, y te hallarás más y más ligado a todos los que, como tú, se sostienen con el mismo maná celestial. Si estuviésemos más cerca de Jesús, estaríamos más cerca los unos de los otros. En estas palabras vemos, además, la fuente de fortaleza para todos los cristianos. Mirar a Cristo es vivir, pero para tener fuerzas con que servirle, tenemos que “venir y comer”. Es por olvidar este precepto que gemimos bajo una debilidad innecesaria. Ninguno de nosotros necesita ponerse a dieta; al contrario, tenemos que nutrirnos del meollo y de la grosura del Evangelio, con el fin de acumular fuerzas para ponerlas totalmente al servicio del Maestro. Si quieres, pues, tener intimidad y unión con Jesús y amor a su pueblo, y si quieres obtener fuerzas de Jesús, “ven y come” con él por fe.

OCTUBRE 15 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida?” Malaquías 3:2.

SU primera venida se efectuó sin pompa ni ostentación de poder, sin embargo eran pocos los que, en realidad, pudieron soportar siquiera el experimento de su potencia. Herodes y toda Jerusalén con él se turbaron ante las noticias del admirable nacimiento. Los que suponían que lo estaban esperando fueron precisamente los que lo rechazaron, demostrando así la falacia de lo que profesaban ser. Cristo, cuando estaba sobre la tierra, puso a prueba (como lo hace un aventador) al gran montón de profesiones religiosas, y muy pocas pudieron soportar esa prueba. Pero, ¿qué será su segunda venida? “El herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío”. Si cuando estaba en su humillación, con sólo decir a los soldados: “Yo soy”, estos cayeron a tierra, ¿cuál será el terror de sus enemigos cuando él se manifieste plenamente como el “Yo soy”? Si cuando murió, tembló la tierra y se oscureció el cielo, ¿cuál será el terrible esplendor de aquel día cuando el viviente Salvador reúna delante de él a los vivos y a los muertos? ¡Oh! que los terrores del Señor persuadan a los hombres a dejar sus pecados y a besar al Hijo para que no se enoje. Aunque él es un Cordero, es también el león de la tribu de Judá que despedaza a la presa; y aunque no quiebra la caña cascada, quebrará, sin embargo, a sus enemigos con vara de hierro, y los desmenuzará como vaso de alfarero. Ninguno de sus enemigos podrá parar delante de la furia de su ira o esconderse de su terrible indignación. Pero sus amados, que han sido lavados en su sangre, esperan su venida con gozo y esperanza, y la reciben sin temor. Para ellos, Jesús es, desde ya, su refinador, y cuando él los haya probado, saldrán como oro. Examinémonos a nosotros mismos esta mañana, y hagamos firme nuestra vocación y elección, de modo que la venida del Señor no nos cause presentimientos tristes.

OCTUBRE 14 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Reputo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Filipenses 3:8.

EL conocimiento espiritual de Cristo tiene que ser un conocimiento personal. No podemos conocer a Jesús por el conocimiento que de él tenga otra persona. No; yo debo conocerlo por mí mismo; tengo que conocerlo por mi propia cuenta. Este será un conocimiento inteligente; tengo que conocerlo no como el visionario lo sueña, sino como la Palabra lo revela. Debo conocer sus naturalezas, tanto la divina como la humana. Tengo que conocer sus oficios, sus atributos, sus obras, su afrenta y su gloria. Debo meditar en él hasta que comprenda con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conozca el amor de Cristo que excede a todo conocimiento”. Será este un conocimiento afectuoso. Si realmente lo conozco, debo amarlo. Una onza de conocimiento cordial vale más que una tonelada de erudición mental. Nuestro conocimiento de él será un conocimiento que satisface. Cuando conozca a mi Salvador, mi mente estará llena hasta el borde; sabré que tengo lo que mi espíritu ansiaba. Este es aquel pan del cual si alguien comiere no tendrá hambre jamás. Este será, al mismo tiempo, un conocimiento estimulante. Cuanto más conozca de mi Amado más desearé conocer; cuanto más alto suba tanto más altas estarán las cumbres que estimulan mis ansiosos pasos. Cuanto más obtenga, más querré. Igual que el tesoro del avaro, mi oro me hará codiciar más. En resumen: Este conocimiento de Cristo Jesús será un conocimiento muy feliz; sí, será un conocimiento tan animador, que algunas veces hará que me sobreponga enteramente a todas las pruebas, las dudas y las aflicciones: y mientras disfrute de él, me hará algo más que “hombre nacido de mujer, corto de días y harto de sinsabores”. Este conocimiento esparcirá en torno mío la inmortalidad del eterno Salvador y me ceñirá con el áureo cinto de su eterno gozo. Ven, alma mía, siéntate a los pies de Jesús.

viernes, 13 de octubre de 2023

OCTUBRE 13 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El dolor que es según Dios, obra arrepentimiento”.  2 Corintios 7:10.

EL dolor genuino y espiritual por el pecado es obra del Espíritu de Dios. El arrepentimiento es una flor muy delicada para que pueda crecer en el jardín natural. Las perlas se forman naturalmente en las ostras, pero el arrepentimiento nunca se manifiesta en los pecadores, a menos que la gracia divina lo obre en ellos. Si tienes una partícula de sincero odio al pecado, es porque Dios te lo ha dado, pues los abrojos de la naturaleza humana nunca producen un solo higo. “Lo que es nacido de carne, carne es”. El verdadero arrepentimiento alude claramente al Salvador. Cuando nos arrepentimos tenemos que fijar un ojo sobre el pecado y el otro sobre la cruz, o quizás sea mejor fijar los dos sobre Cristo y ver nuestras transgresiones sólo a la luz de su amor. El dolor por el pecado es eminentemente práctico. Ningún hombre puede decir que odia el pecado si vive en él. El arrepentimiento nos hace ver el mal del pecado, no sólo teóricamente, sino experimentalmente, así como un niño que se ha quemado teme al fuego. Nosotros temeremos al pecado en la misma forma en que un hombre, recientemente asaltado y despojado, teme al ladrón; y lo esquivaremos –lo esquivaremos en todas las cosas-; no sólo en las cosas grandes, sino también en las pequeñas, así como los hombres esquivan tanto las víboras pequeñas como las grandes serpientes. El sincero dolor por el pecado nos hará celosos de nuestras lenguas para que no digamos malas palabras. Vigilaremos diligentemente nuestras acciones diarias para que en nada ofendamos, y cada noche cerraremos el día con una sentida confesión de nuestras faltas, y cada mañana nos despertaremos con ansiosas oraciones a fin de que Dios nos sostenga ese día para no pecar contra él. El arrepentimiento sincero es continuo.

OCTUBRE 12 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En tus mandamientos meditaré”. Salmo 119:15.

HAY ocasiones cuando la soledad es mejor que la compañía y el silencio más sabio que la conversación. Seríamos mejores cristianos si estuviésemos más solos, esperando en Dios y acumulando fuerzas, por la meditación de su Palabra, para emplearlas en su servicio. Tenemos que meditar en las cosas de Dios, pues es así como obtenemos de ellas el verdadero alimento. La verdad es semejante a un racimo de uva; si queremos obtener vino de él, tenemos que machacarlo; tenemos que estrujarlo y exprimirlo muchas veces. Los pies del que machaca tienen que caer sobre los racimos, de lo contrario el zumo no saldrá; y deben pisar bien las uvas; sino, gran parte del precioso líquido se desperdiciará. Así también nosotros debemos, por la meditación; pisar los racimos de la verdad, si de ellos queremos conseguir el vino de la consolación. Nuestros cuerpos no se sostienen con poner meramente los alimentos en la boca. El proceso por el cual se alimentan los músculos, los nervios y los tendones es el proceso de la digestión. Es por la digestión que asimilamos los alimentos. Nuestras almas no se alimentan atendiendo un poco a esta, otro poco a esa y otro poco a aquella parte de la verdad divina. Es necesario que el oír, el leer, el marcar y el aprender sean digeridos para que resulten verdaderamente provechosos; y la digestión de la verdad consiste, en su mayor parte, en meditarla. ¿Por qué algunos cristianos hacen tan lentos progresos en la vida espiritual, a pesar de oír tantos sermones? Porque descuidan sus oraciones privadas y no meditan concienzudamente la Palabra de Dios. Les gusta el trigo, pero no lo muelen; les agrada la mies, pero no van al campo a cosecharla. La fruta pende del árbol, pero no la arrancan; el agua fluye a sus pies, pero no se inclinan para beberla. ¡Oh, Dios, líbranos de esta insensatez! Sea esta nuestra resolución, esta mañana: “En tus mandamientos meditaré”.

miércoles, 11 de octubre de 2023

OCTUBRE 11 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos”.
Lamentaciones 3:41.

EL acto de la oración nos enseña nuestra indignidad, lo cual constituye una lección muy saludable para seres tan orgullosos como somos nosotros. Si Dios no diese bendiciones sin constreñirnos a pedírselas en oración, nunca conoceríamos cuán pobres somos; en cambio, una sincera oración es como un catálogo de necesidades, como una revelación de pobreza oculta. La oración, al mismo tiempo que es una solicitud de la riqueza divina, es también una confesión de la vanidad humana. El estado más saludable en que pueda hallarse un cristiano, es estar siempre vacío de sí mismo y depender constantemente de las provisiones del Señor; es considerarse siempre pobre en sí, pero rico en Jesús.
La oración, aparte de las respuestas que nos trae, es muy beneficiosa para el cristiano. Como el corredor, por el ejercicio diario, obtiene fuerzas para el día de la carrera, así también nosotros, por el santo ejercicio de la oración, adquirimos energías para la gran carrera de la vida. La oración coloca plumas en las alas de los aguiluchos, para que aprendan a elevarse sobre las nubes. La oración ciñe los lomos de los soldados de Dios y los envía al combate con los nervios vigorizados y con los músculos fortalecidos. El que ruega con fervor, sale de su cámara secreta como “sale el sol de su tálamo oriental, y alégrase cual gigante para correr el camino”. La oración es la mano levantada de Moisés que derrota a los amalecitas más que la espada de Josué; es la saeta tirada desde la ventana de Eliseo que presagia la derrota de los sirios. La oración ciñe la debilidad humana con fortaleza divina; transforma la necedad del hombre en sabiduría celestial, y da la paz de Dios a los turbados mortales. No conocemos nada que la oración no pueda hacer. Te damos gracias, oh Dios, por el propiciatorio. Ayúdanos hoy a servirnos de él acertadamente.

OCTUBRE 10 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Delante de su gloria, irreprensibles”. Judas 1.24.

MEDITA en esta admirable palabra: irreprensible. Nosotros estamos ahora muy lejos de serlo; pero, como nuestro Señor no carece de perfección en su obra de amor, algún día lo alcanzaremos. El Señor, que guardará a su pueblo hasta el fin, se lo “presentará también para sí como una iglesia gloriosa, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante; sino santa y sin mancha”. Todas las gemas de la corona del Salvador son de primera agua y sin una sola falla. Todas las damas de honor que acompañan a la esposa del Cordero son vírgenes castas, sin mancha ni tacha. Pero, ¿cómo nos hará Jesús irreprensibles? Nos lavará de nuestros pecados en su propia sangre hasta que seamos tan blancos y tan hermosos como el más puro ángel de Dios. Seremos vestidos con su justicia, aquella justicia que hace que el santo que la vista sea positivamente irreprensible; sí, sea perfecto en la presencia de Dios. Seremos irreprensibles e irreprochables aun en sus ojos. Su ley no sólo no nos acusará, sino que será magnificada en nosotros. Además, la obra del Espíritu Santo en nosotros será completa. El nos hará tan perfectamente santos, que desaparecerá de nosotros la tendencia a pecar. El juicio, la memoria, la voluntad: cada una de las facultades y cada uno de los sentimientos serán librados de la esclavitud del mal. Seremos santos como Dios es santo, y estaremos en su presencia para siempre. Los santos no se encontrarán en el cielo fuera de ambiente; la belleza de ellos será tan sublime como la belleza del lugar que se les ha preparado. ¡Oh, cuál será el éxtasis de aquella hora cuando las puertas eternas se levanten, y nosotros, aptos ya para la herencia, habitemos con los santos en luz! El pecado quitado, Satanás cerrado, la tentación eliminada y nosotros irreprochables delante de Dios: ¡esto en realidad será un cielo! Estemos alegres ahora, mientras ensayamos el canto de eterna alabanza, que pronto resonará en pleno coro.

lunes, 9 de octubre de 2023

OCTUBRE 9 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Poderoso para guardaros sin caída”. Judas 24.

EN cierto sentido el camino al cielo es muy seguro; pero, por otra parte, no hay un camino más peligroso, pues está rodeado de dificultades. Un solo paso mal dado (y cuán fácil es darlo si la gracia no está con nosotros) basta para que caigamos. ¡Qué resbaladizo es el camino por el cual algunos de nosotros debemos andar! ¡Cuántas veces tenemos que exclamar con el salmista: “Casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos”! Si fuésemos fuertes y diestros alpinistas, no importaría mucho; pero, ¡cuán débiles somos! En los mejores caminos pronto titubeamos, y en los más llanos, pronto tropezamos. Nuestras débiles rodillas apenas pueden sostener nuestro tambaleante cuerpo. Una paja puede hacernos caer y una piedrecita puede herirnos. Somos simples niños que damos trémulamente nuestros primeros pasos. Nuestro Padre nos sostiene de los brazos; de lo contrario, pronto caeríamos. Si somos guardados sin caídas, ¡cómo debemos bendecir al paciente poder que nos vigila día por día! Pensemos cuán propensos somos a pecar, cuán prontos a escoger el peligro, cuán fuerte es nuestra tendencia al desaliento, y estas reflexiones nos harán cantar más suavemente de lo que hasta ahora lo hemos hecho: “Gloria al que es poderoso para guardarnos sin caída”. Tenemos muchos enemigos que procuran derribarnos. El camino es escabroso y nosotros débiles; pero, aparte de esto, los enemigos se esconden en emboscadas y salen cuando menos los esperamos, y se esfuerzan por hacernos caer o por echarnos en el precipicio más próximo. Sólo un brazo todopoderoso puede preservarnos de estos invisibles enemigos, que buscan destruirnos. Ese brazo está empeñado en nuestra defensa. Fiel es el que prometió; él es poderoso para guardarnos sin caída. Así que, con un claro concepto de nuestra entera debilidad, tengamos firme confianza en la perfecta seguridad que tenemos en Jesús.

OCTUBRE 8 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Tira a alta mar, y echad vuestras redes para pescar”. Lucas 5:4.

DE esta narración aprendemos que la mediación humana es necesaria. La pesca de peces fue milagrosa; pero, sin embargo, ni el pescador, ni el barco, ni la red fueron pasados por alto: todo fue usado para conseguir peces. Así también, para salvar almas. Dios usa medios; y mientras dure la presente dispensación de gracia, Dios se complacerá en salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Cuando Dios obra sin usar medios, es sin duda glorificado, pero, sin embargo, él determinó usarlos, porque por ellos él es muy magnificado sobre la tierra. Los medios son en sí mismos enteramente inútiles. “Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado”. ¿Por qué? ¿No desempeñaban bien su oficio de pescadores? En verdad ellos no eran novicios; conocían el trabajo. ¿Emprendieron sin maña su labor? No. ¿Les faltó diligencia? No; ellos habían trabajado. ¿Les faltó perseverancia? No; ellos habían trabajado toda la noche. ¿Había en la mar escasez de peces? Por supuesto que no, pues en cuanto vino el Maestro una gran multitud de ellos entró en la red. ¿Por qué, entonces, no habían pescado en toda la noche? Porque los medios en sí, sin la presencia de Jesús, no valen nada. “Sin él nada podemos hacer”. Pero con Jesús lo podemos hacer todo. La presencia de Cristo nos da éxito. Jesús se sentó en el barco de Pedro, y su voluntad, por una influencia misteriosa, atrajo los peces a la red. Cuando Jesús es exaltado en su Iglesia, su presencia constituye el poder de la misma; la aclamación de un rey está en medio de ella. “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo”. Salgamos esta mañana a pescar almas, mirando arriba con fe y en derredor nuestro con solemne ansiedad. Trabajemos hasta que llegue la noche; y no lo haremos en vano, pues el que nos manda echar la red la llenará de peces.

sábado, 7 de octubre de 2023

OCTUBRE 7 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Por qué has hecho mal a tu siervo?” Números 11:11.

NUESTRO Padre celestial nos envía frecuentes aflicciones para probar nuestra fe. Si nuestra fe vale algo, soportará la prueba. El oropel teme al fuego, pero el oro no. Las joyas de imitación temen ser tocadas por el diamante, pero las joyas genuinas no temen la prueba. Es una fe pobre la que sólo puede confiar en Dios cuando los amigos son leales, cuando el cuerpo está sano y cuando los negocios van bien. Pero es una fe verdadera la que cuando los amigos desaparecen, cuando el cuerpo está enfermo, cuando el espíritu está abatido y cuando la luz del rostro de nuestro Padre está oculta, se mantiene firme por la fidelidad del Señor. Una fe, que, en la prueba más terrible, puede decir: “Aunque me matare, en él confiaré”, es una fe de origen celestial. El Señor aflige a sus siervos para que lo glorifiquen, pues él es grandemente glorificado en su pueblo, que es hechura de sus manos. Cuando “la tribulación produce paciencia, y la paciencia experiencia, y la experiencia esperanza”, el Señor es glorificado con el desarrollo de estas virtudes. Nunca conoceríamos la música del arpa, si no tocásemos sus cuerdas; ni saborearíamos el zumo de la uva, si esta no fuese pisada en el lagar; ni descubriríamos el suave perfume de la canela, si no la moliésemos; ni sentiríamos el calor del fuego, si los carbones no se consumiesen. La sabiduría y el poder del gran Artífice se ven en las pruebas a través de las cuales permite que pasen sus vasos de misericordia. Las aflicciones presentes tienden a aumentar el gozo futuro. Para que la belleza de las luces de un cuadro resalten, tiene que tener sombras. ¿Podríamos en el cielo ser felices en el más alto grado si no conociéramos la maldición del pecado y las amarguras de la tierra? ¿No es más dulce la paz después de la lucha, y el descanso después del trabajo? ¿No encarece el recuerdo de los sufrimientos pasados la felicidad de los glorificados? Meditemos en esto todo el día.

viernes, 6 de octubre de 2023

OCTUBRE 6 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed”. Juan 4:14.

EL creyente en Jesús halla en su Señor lo suficiente para satisfacerse ahora, y para satisfacerse eternamente. El creyente no es un hombre cuyos días le son fastidiosos por falta de aliciente, pues halla en su religión tal fuente de gozo y de satisfacción, que se siente contento y feliz. Ponlo en un calabozo, y él hallará buena compañía; colócalo en un desierto estéril, y él comerá pan del cielo; prívalo de amistades, y él hallará al “amigo que es más conjunto que el hermano”. Sécale la calabacera, y él hallará sombra debajo de la Roca de los siglos; mínale el fundamento de sus esperanzas terrenales, y su corazón permanecerá firme, confiando en el Señor. Hasta que entre Jesús, el corazón sigue tan insaciable como el sepulcro; pero, después, es una copa que rebosa. Hay en Cristo tal plenitud, que Él sólo es el todo del creyente. El verdadero santo está tan enteramente satisfecho con la omnisuficiencia de Jesús, que ya no tiene más sed, salvo aquella sed que ansía tragos más profundos de la fuente viva. Creyente, esta clase de sed es la que tú sentirás. No es una sed de ansiedad, sino de afectuoso deseo. Te resultará agradable el desear con ansias goces más profundos del amor de Jesús. Dijo alguien en cierta ocasión: “He hundido frecuentemente mi balde en el pozo, pero ahora mi sed de Jesús ha llegado a ser tan insaciable, que ansío poner el pozo mismo en mis labios y seguir bebiendo”. Creyente, ¿es este ahora el sentir de tu corazón? ¿Sientes que todos tus deseos están satisfechos en Jesús, y que ahora no tienes ninguna necesidad, salvo la de conocer más de él y tener con él más íntima comunión? Ven, entonces, frecuentemente, al manantial, y toma del agua de la vida de balde. Jesús nunca pensará que tomas demasiado, sino te recibirá con gozo, diciendo: “Bebed, sí, bebed abundantemente, mis bien amados”.

miércoles, 4 de octubre de 2023

OCTUBRE 5 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Levantóse, pues, y comió y bebió; y caminó con la fortaleza de aquella comida cuarenta días y cuarenta noches”. 1 Reyes 19:8.

TODA la fortaleza que nos da el bondadoso Dios, nos la da para servir, no para el libertinaje o para la jactancia. Cuando el profeta Elías, estando debajo del enebro, halló una torta cocida sobre las ascuas y vio, a su cabecera, un vaso de agua, no debía, como hacen algunos, satisfacerse con delicadas comidas, para, después, desperezarse descansadamente. Todo al contrario, se le ordenó caminar, con la fortaleza de aquella comida, cuarenta días y cuarenta noches, dirigiéndose a Horeb, el monte de Dios. Cuando el Maestro invitó a los discípulos a “ir y comer” con él, dijo a Pedro, después de haber comido: “Apacienta mis corderos”. Más adelante añade: “Sígueme”. Así pasa con nosotros. Comemos el pan del cielo para emplear después nuestra fortaleza en el servicio del Maestro. Nos allegamos a la pascua y comemos el cordero pascual con los lomos ceñidos, y el bordón en la mano, para partir enseguida cuando nuestra hambre quede satisfecha. Algunos cristianos viven de Cristo, pero no están ansiosos de vivir para él. La tierra debe ser una preparación para el cielo. El cielo es el lugar donde los santos comen más y trabajan más. Se sientan a la mesa del Señor y lo sirven día y noche en su templo. Comen del alimento celestial y prestan servicio perfecto. Creyente, con la fortaleza que diariamente consigues de Cristo, trabaja para él. Algunos de nosotros tenemos aun mucho que aprender en cuanto al propósito del Señor, al darnos su gracia. No tenemos que retener los preciosos granos de verdad, como las momias de Egipto retienen por siglos el grano de trigo, sin darle oportunidad de crecer. Tenemos que sembrarlo y regarlo. El Señor alimenta y refrigera nuestras almas, para que después usemos nuestras renovadas fuerzas para la promoción de su gloria.

OCTUBRE 4 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Al tiempo de la tarde habrá luz”. Zacarías 14:7.

FRECUENTEMENTE miramos adelante presintiendo el tiempo de la vejez, olvidando que a la tarde habrá luz. Para muchos santos, la vejez es la época más preciosa de sus vidas. Un aire más balsámico acaricia la mejilla del marinero, mientras se acerca a las playas de la inmortalidad; menos olas agitan su mar; la quietud reina profunda, suave y solemnemente. Las llamaradas del fuego de la juventud desaparecen del altar de la vejez, pero permanece la llama más real del sentimiento fervoroso. Los peregrinos han llegado a la tierra de Beulah, aquel feliz país, cuyos días son como los días del cielo sobre la tierra. Los ángeles la visitan, las brisas celestiales pasan por ella, en ella crecen las flores del paraíso y el aire está impregnado con música seráfica. Algunos quedan aquí por muchos años, otros quedan sólo horas, pero este es un Edén terrenal. Bien podemos ansiar el tiempo cuando descansaremos en sus umbrosas arboledas y nos satisfaremos con esperanza, hasta que venga el tiempo del refrigerio. El sol parece más grande cuando se pone que cuando está en el cenit, y un esplendor de gloria tiñe todas las nubes que circundan al sol en su ocaso. El dolor no rompe la calma del suave crepúsculo de la vejez, pues la potencia, que se ha hecho perfecta en la flaqueza, soporta el dolor con paciencia. Los frutos maduros de escogida experiencia se cosechan en la tarde de la vida como preciosa comida, y el alma se prepara para el descanso. El pueblo del Señor gozará de luz también en la hora de la muerte. La incredulidad llora diciendo: Las sombras caen, la noche viene, la existencia termina. ¡Ah, no!, grita la fe: La noche ha pasado y ha llegado el día. La luz viene, la luz de la inmortalidad, la luz del rostro del Padre. ¡Adiós!, amado; te vas; haces señas con tu mano. ¡Ah! Ahora estás en la luz. Las puertas de perla se han abierto, brillan las calles de oro. Adiós, hermano, tú tienes luz en la tarde que nosotros aún no tenemos.

martes, 3 de octubre de 2023

OCTUBRE 3 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿No son todos espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud?” Hebreos 1:14.

LOS ángeles son los invisibles servidores de los santos de Dios, pues ellos nos llevan en sus manos para que nuestro pie no tropiece en piedra. La lealtad a su Señor los guía a tomar un profundo interés en los hijos de su amor. Se regocijan cuando el pródigo vuelve a la casa de su padre aquí, y dan la bienvenida al creyente cuando llega al palacio del Rey en las alturas. En la antigüedad, los hijos de Dios fueron favorecidos con la aparición de los ángeles, y ahora, aunque invisibles a nuestra vista, los cielos están todavía abiertos, y los ángeles de Dios suben y descienden sobre el Hijo del hombre, con el fin de visitar a los herederos de la salvación. Los serafines vuelan aun con carbones encendidos tomados del altar, para tocar los labios de los hombres muy amados. Si nuestros ojos estuviesen abiertos, veríamos los caballos de fuego y los carros de fuego en derredor de los siervos del Señor, pues nos hemos llegado a una innumerable compañía de ángeles, todos los cuales son custodios y protectores de la simiente real. ¡A qué augusta dignidad son elevados los escogidos de Dios, que los brillantes cortesanos del cielo llegan a ser sus voluntarios servidores! ¡A qué gloriosa comunión se nos eleva, pues tenemos relaciones con los inmaculados habitantes del cielo! ¡Cuán bien defendidos estamos, pues veinte mil carros de Dios están armados para nuestro rescate! ¿A quién debemos todo esto? Que el Señor Jesucristo sea siempre querido por nosotros, pues por él se nos ha hecho sentar en lugares celestiales, sobre todo principado y potestad. El acampa en derredor de los que le temen. El es el verdadero Miguel, cuyo pie está sobre el dragón. ¡Salve, Jesús, ángel de la presencia de Jehová! A ti esta familia ofrece sus votos matutinos.

OCTUBRE 2 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“La esperanza que os está guardada en los cielos”. Colosenses 1:5.

NUESTRA esperanza en Cristo para el futuro es la causa principal y el apoyo más importante de nuestro gozo en este mundo. Esta esperanza animará nuestros corazones a pensar frecuentemente en el cielo, pues allí se promete todo lo que podamos desear. Aquí estamos cansados y rendidos, pero allá está el lugar de reposo, donde el sudor del trabajo no mojará más la frente del trabajador y la fatiga desaparecerá para siempre. Para los que están cansados y agotados, la palabra descanso está llena de cielo. Nosotros estamos siempre en el campo de batalla, estamos tan tentados interiormente y tan atormentados por los enemigos de afuera, que casi no tenemos paz. Pero en el cielo gozaremos de la victoria, cuando la bandera flamee en lo alto triunfalmente, cuando la espada sea envainada y cuando oigamos decir a nuestro Capitán: “Bien, buen siervo y fiel”. Hemos sufrido desgracia tras desgracia, pero estamos en camino hacia el país del Inmortal, donde los sepulcros son cosas desconocidas. Aquí el pecado nos causa constante aflicción, pero allí seremos perfectamente santos, pues no entrará nada que corrompa. La cicuta no brotará en los surcos de los campos celestiales. ¿No es para ti un motivo de gozo el saber que no serás desterrado para siempre, ni quedarás eternamente en este desierto, sino que pronto heredarás la Canaán? Sin embargo, que nunca se diga que estamos soñando con el futuro y olvidando el presente; hagamos que el futuro santifique el presente para los fines elevados. Por el Espíritu de Dios, la esperanza del cielo es la fuerza más poderosa para producir la virtud; es una fuente de alegre actividad; es la piedra angular de gozosa santidad. El hombre que tiene esta esperanza, va a su trabajo con vigor, pues el gozo del Señor es su fortaleza. Lucha ardorosamente contra la tentación, porque la esperanza del mundo venidero rechaza los encendidos dardos del adversario.

OCTUBRE 1 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente”. Cantares 2:10.

¡HE aquí, oigo la voz de mi Amado! ¡El me habla! El buen tiempo se presenta sonriente sobre la faz de la tierra, y Jesús no quiere tenerme espiritualmente dormido, mientras la naturaleza se está despertando del sueño invernal. El me ruega que me levante; y tiene razón, pues he estado mucho tiempo entre las ollas de la mundanalidad. El se levantó, y yo me levanté en él. ¿Por qué entonces tengo que estar apegado al polvo? De los amores, de los propósitos y de las aspiraciones inferiores quiero elevarme a él. El me llama con el dulce nombre de “amiga mía”, y me considera hermosa. Este es un buen motivo para que me levante. Si él tanto me elevó y me trata tan amablemente, ¿cómo puedo permanecer en las tiendas de Cedar y hallar agradables compañías entre los hijos de los hombres? El me dice: “Vente”. El me llama para ir lejos, muy lejos de todo lo que es egoísta, rastrero, mundano, pecador; sí, me llama del mundo exteriormente religioso, que no lo conoce a él y no simpatiza con el misterio de la vida superior. “Vente” no tiene en mis oídos un sonido desagradable, pues, ¿qué hay en este desierto de vanidad y de pecado que pueda sostenerme? ¡Oh, Señor mío!, tú quieres que vaya a ti; pero yo estoy preso entre las espinas y no puedo zafarme de ellas como deseo. Yo quisiera, si fuese posible, no tener ojos, ni oídos, ni corazón para el pecado. Tú me llamaste a ti mismo, diciendo: “Vente”, y es este, en verdad, un llamado melodioso. Ir a ti es ir del destierro al hogar; es llegar a tierra salvado de furiosa tormenta; es ir al descanso después de mucho trabajo; es ir a la meta de mis deseos y a la cumbre de mis anhelos. Pero, Señor, ¿cómo puede una piedra levarse, cómo puede una masa de barro salir del horrible abismo? ¡Oh levántame, atráeme! Tu gracia puede hacerlo. Envía a tu Santo Espíritu a encender la sagrada llama de tu amor en mi corazón, y seguiré levantándome.

SETIEMBRE 30 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza”. Salmo 66:2.

NO se ha dejado a nuestra propia elección el alabar o no alabar a Dios. La alabanza es el más justo tributo debido a Dios, y cada cristiano, como recipiente de la gracia divina, está obligado a alabar a Dios todos los días. Es cierto que no tenemos ningún precepto dogmático en cuanto a la alabanza diaria; no tenemos mandamientos que nos señalen determinadas horas para dedicarlas al canto y a la acción de gracias, pero la ley escrita en el corazón nos enseña que es justo alabar a Dios. El mandamiento no escrito viene a nosotros con tanta fuerza como si hubiese sido registrado en las tablas de piedra, o enviado a nosotros desde la cumbre del Sinaí. Sí, es deber del cristiano alabar a Dios. No sólo es un ejercicio agradable, sino una absoluta obligación de su vida. No pienses tú, que siempre te estás lamentando, que en esto eres inocente; ni supongas que puedes cumplir con tu deber para con Dios, sin elevar cantos de alabanza. Tú estás obligado por los vínculos de su amor a bendecir su nombre mientras vivas, y su alabanza debiera estar siempre en tu boca; pues tú eres bendecido con el fin de que bendigas su santo nombre. “Este pueblo crié para mí –dice el Señor- mis alabanzas publicará”. Si tú no alabas a Dios, no estás dando el fruto que el Divino Labrador tiene derecho a esperar de tus manos. No cuelgues, pues, tu arpa sobre los sauces, sino bájala, y procura, con corazón agradecido, hacerle producir su mejor música. Levántate y canta sus alabanzas. Con el amanecer de cada mañana, eleva tus notas de acción de gracias; y que cada puesta del sol sea seguida con tu canción. Ciñe la tierra con tus alabanzas, y cércala con una atmósfera melodiosa, y Dios, desde los cielos, escuchará tu música y la aceptará.