Versículo para hoy:

martes, 21 de julio de 2020

16 de julio - ¿Qué se requiere para obedecer? - Ray Stedman


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El leer esto: “Obedecedme y me amaréis”, produce un cristianismo mecánico y árido sin calor ni gozo o gloria alguna. Pero lo que Jesús dice es: “Si me amáis, me obedeceréis”. Esto es algo fácil de hacer; no es difícil. Fíjese usted en que no dice: “Si me amáis, tendréis que guardar mis mandamientos”. No, es causa y efecto: “Si me amáis, el resultado será que guardaréis mis mandamientos”. Ese es el secreto de todo comportamiento apropiado en la experiencia cristiana. La prueba de nuestro amor es la obediencia.

Si se requiere el amor para obedecer, ¿qué es lo que produce el amor? Esa es la cuestión. Si ve usted a un cristiano desobedeciendo a Cristo o si se siente usted tentado a desobedecer, ¿qué es lo que hará que usted se dé la vuelta y hará que obedezca usted? Es el amor, y ¿cómo produce usted el amor? ¿Qué es lo que hará que le ame usted? Eso es lo que une el versículo 20 con el 21. Es ese secreto básico de nuestra identidad que crea el amor: el Espíritu en nosotros, liberando en nosotros el amor de Jesús y despertando al mismo tiempo nuestro amor hacia Él.

Recuerde usted cómo lo expresa Juan en su primera epístola: “Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). El recordar esto despierta el amor, o, como lo expresa Pablo en Romanos 5: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (v. 5). Por lo tanto, la manera de producir amor es recordar quién es usted, a quién le pertenece usted y quién es Él, Su muerte, Su resurrección y Su unidad con usted, el hecho de que Él mora en su vida. No puede recordarse usted esto sin experimentar un sentimiento renovado de Su amor y sentir gratitud hacia Él por ser quien es y lo que Él ha hecho en su vida. Cuando ese amor empiece a fluir, entonces usted se sentirá motivado a obedecer.

Mucha de la mitología del mundo antiguo se basaba en la verdad bíblica, y algunas de nuestras fábulas modernas también reflejan esta verdad. Por ejemplo, nadie esperó jamás nada fuera de lo normal de Clark Kent, ese reportero periodista de carácter afable. Pero siempre que había una demanda de acción muy por encima de la habilidad de los meros humanos, siempre entraba en la cabina telefónica más cercana, se quitaba su traje de negocios conservador y salía, completo con sus músculos desarrollados y su traje espectacular, como Superman, pudiendo hacer lo que de otro modo no hubiese podido hacer.

Eso es exactamente lo que nos está enseñando la Palabra de Dios. Nosotros tenemos necesidad de introducirnos en la “cabina telefónica” de nuestra identidad con Cristo, para recordarnos a nosotros mismos quiénes somos, a quién le pertenecemos y quién está en nosotros, e inmediatamente hallaremos el amor, la motivación y el poder que está disponible para nosotros. Entonces podremos hacer lo que de otro modo no podríamos hacer. Esto es lo que está enseñando nuestro Señor a Sus discípulos en este momento: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”.

Señor, enséñame a retirarme a ese lugar en el que puedo renovar mi mente con las cualidades de mi identidad en Cristo, sabiendo que soy amado con un amor eterno, lleno de Tu Espíritu y pudiendo obedecer por el poder que obra en mí.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

Si es preciso amar para obedecer, ¿qué es lo que produce el amor? ¿Por qué está nuestra identidad en Cristo tan íntimamente relacionada con encontrar el amor y poner en práctica su poder?

 


miércoles, 15 de julio de 2020

Arraigadas en la Palabra (parte 1) - Nancy DeMoss Wolgemuth



15 de julio - El secreto de nuestra identidad - Ray Stedman


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Aquí Jesús nos habla acerca del secreto de nuestra identidad como creyentes. El hecho más fundamental de nuestra vida como creyentes es este: Jesús dice que no va a dejar a Sus discípulos abandonados o huérfanos. Estos hombres se sienten asustados y saben que Él se va a marchar. Recuerdan las insinuaciones que Él ha hecho de que sería por medio de violencia que le llevarían, y sería azotado y finalmente crucificado. Por eso se sienten temerosos, no solamente por Él, sino por ellos mismos. Pero ahora Él les está tranquilizando, diciéndoles: “No os dejaré huérfanos; no os voy a abandonar. Volveré a vosotros”.

Aquí no está hablando acerca de Su segunda venida. Su referencia a eso está en el versículo 3, donde dice que Él volverá de nuevo y les llevará consigo. Acerca de Su segunda venida, Juan nos dice: “Todo ojo lo verá” (Apocalipsis 1:7). Pero hay una manera de venir que el mundo no verá, pero los discípulos no solo le verán sino que vivirán con Él: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”. Eso es algo más que una sencilla referencia a Su resurrección y a la promesa de nuestra resurrección algún día. Es realmente una referencia a Su venida en el Espíritu, el resultado de la cual será “vosotros en mí y yo en vosotros”. Y ese ha de ser el secreto de nuestras vidas, de la misma manera que Su relación con el Padre era el secreto de Su vida.

Yo encuentro que hay cristianos por todo este país que no entienden esta verdad acerca de su nueva vida en Cristo. La verdad acerca de dónde procede su identidad es este hecho: Jesús está en ellos y vive en ellos. Es a este hecho que deben regresar siempre que haya presiones y problemas y que se les haga exigencias, porque es de este hecho que el secreto de la vida fluirá a ellos.

El día del Espíritu empezó en el Día de Pentecostés, cuando de repente el Espíritu de Dios fue derramado sobre estos creyentes y se convirtieron en personas transformadas, y ese día está todavía con nosotros. Empezó hace más de dos mil años y no ha terminado todavía. De hecho, en el Día de Pentecostés, Pedro se puso en pie y situó, por así decirlo, entre paréntesis sus extremos, los sucesos que marcarían el comienzo y el final del día del Espíritu. Empieza cuando es derramado el Espíritu Santo, tal y como había sido profetizado por el profeta Joel. Pedro cita esta profecía, diciendo: “Esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16), este derramamiento del Espíritu sobre las personas; y acaba, dice, cuando “el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso” (Hechos 2:20).

¡Señor, qué privilegio vivir en este nuevo día cuando el Espíritu ha sido derramado e incluso vive en mí! Enséñame a tener en cuenta esta profunda realidad hoy.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿Cuál es el secreto definitivo de nuestras vidas? ¿Cómo podemos saber que esto es la verdad? ¿De qué modo se relaciona nuestra identidad con nuestra realidad?

 

martes, 14 de julio de 2020

Arraigadas y cimentadas en Cristo (parte 2) - Nancy DeMoss Wolgemuth



14 de julio - En Su nombre - Ray Stedman


 

¡Estos versículos son una promesa sorprendente! Con frecuencia los leemos sin prestar la debida atención al contexto y nos sentimos dominados por las tremendas posibilidades de esas palabras: “todo lo que pidáis”. Por eso los cristianos superficiales se emocionan y dicen: “¡Qué gran promesa! Puedo tener el coche nuevo que siempre había deseado”. Pero Santiago nos recuerda: “Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (4:3).

Existe una importante limitación respecto a esta promesa: “en mi nombre”. De nuevo, con un enfoque superficial sobre estas ideas de las Escrituras, algunas personas creen que han cumplido esto cuando añaden al final de la oración: “Pedimos esto en el nombre de Jesús”, como una especie de fórmula mágica, ¡como si estuviesen frotando la lámpara de Aladino para que el “genio” de Dios apareciese de repente e hiciera lo que le pidiésemos!

Yo no tengo objeción alguna a que las personas añadan estas palabras a sus oraciones. Pero hay muchas oraciones a las que se les añaden estas palabras al final que no se hacen en el nombre de Jesús ni mucho menos. ¿Qué significa entonces “en el nombre de Jesús”? Yo había creído que orar en el nombre de Jesús significaba orar pidiendo aquellas cosas que Él quiere que realicemos y significa eso, pero yo creía que podíamos orar para evitar ciertas cosas y para conseguir otras y que poseíamos la habilidad de poder controlar de alguna manera el proceso mediante el cual estas cosas sucedían. “En el nombre de Jesús” significa orar en Su lugar. Orar en el nombre de Jesús quiere decir estar en el lugar de Jesús. ¿Y dónde estaba Jesús cuando dijo estas palabras? Mirando a la cruz, enfrentándose con el final, con el aparente colapso y fracaso de Su obra y todo Su programa.

Pero Él sabía que más allá de la cruz estaba la resurrección y que nunca podría tener lugar ese nuevo comienzo si primero no había un final de todo lo que los demás veían y esperaban. Si estos discípulos estaban pidiendo algo en oración, oraron pidiendo que de alguna manera Él no tuviese que ir a la cruz, pero Jesús sabía que tenía que suceder. Y orar en el nombre de Jesús significa que acepta usted el proceso de Dios, el proceso mediante el cual hace que las cosas (con frecuencia) fracasen totalmente. ¡Pero ese no es el final de la historia! Más allá está la resurrección y un nuevo principio de una calidad tan diferente que la mente llega a un éxtasis de gozo al contemplarlo. Eso es lo que significa orar en el nombre de Jesús.

Ese es el motivo por el cual con frecuencia nos parece como si Dios estuviese esperando hasta el último momento para contestar a nuestra oración. Es por ello que no detiene el proceso mucho antes de que aparezca el sufrimiento y el dolor, sino que deja que siga hasta la muerte, y de la muerte se produce la resurrección. Y orar en el nombre de Jesús significa que usted consiente a este proceso y que es usted consciente de que la oración no es sencillamente un escudo para evitar que sucedan ciertas cosas. La oración es además la acción de confiar en la aparición del final, el colapso y el fracaso. Pero ese no es nunca el final de la historia; la vida solo aparece como resultado de la muerte.

Padre, te doy gracias porque Tú me enseñas una y otra vez a lo largo de la vida que Tú nunca te vas a desviar de Tu proceso. Permíteme que pueda consentir con gozo a ese proceso a fin de que yo pueda ver cómo Tú produces vida de la muerte.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿Qué significa orar en el nombre de Jesús? ¿Cómo podemos al mismo tiempo esperar y vivir actualmente una vida llena de gozo cada día?

 


lunes, 13 de julio de 2020

Arraigadas y cimentadas en Cristo (parte 1) - Nancy DeMoss Wolgemuth



13 de julio - Las más grandes obras - Ray Stedman




Esta es una de las más sorprendentes promesas en las Escrituras. Fíjese usted el motivo que menciona Jesús respecto a estas grandes obras. Es porque Él va al Padre, y cuando va al Padre, enviará al Espíritu. Dice más adelante: “Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros” (Juan 16:7). Aquí se está refiriendo a la venida del Espíritu. Al entrar el Espíritu de Dios en los corazones humanos y morar en ellos, sucederán estas cosas. El Espíritu está liberando en nosotros la vida de Jesús, de manera que sigue siendo Jesús el que está realizando estas cosas.

Algunas personas leen este pasaje y creen que nosotros, que somos seres humanos corrientes, somos de alguna manera tan capaces que podemos de hecho hacer cosas más grandes de las que hizo el Hijo de Dios mismo cuando estuvo en la carne. Pero lo que está diciendo en realidad aquí es que como el Señor resucitado, que vive en nosotros por medio del Espíritu, Él hará más grandes cosas por medio de nosotros de las que Él hizo cuando estuvo aquí en los días de Su carne.

Jesús continúa diciendo de inmediato: “Y mayores obras que estas haréis vosotros”. ¿Qué obras son estas? Evidentemente no pueden ser milagros más grandes. ¿Se le ocurre a usted algo superior a abrirle los ojos a aquellas personas que han nacido ciegas, o decir una palabra haciendo que un hombre cojo pueda andar o levantar a los muertos? Claro que no. En ese caso, ¿cuáles son las obras mayores? La única respuesta que tiene sentido alguno es que son mayores en lo que se refiere a su significado e importancia. Son logros espirituales más bien que físicos. Cualquier cosa que se realice en cuanto al espíritu de la persona es mucho más significativo que algo realizado en lo que se refiere al cuerpo.

Cuando lea usted el relato acerca del ministerio de Jesús, fíjese en que las multitudes le seguían cuando realizaba esas maravillas tan sorprendentes y ciudades enteras salían para escuchar Su mensaje, pero cuando llegamos al final de Su vida, ¿dónde están todas las multitudes? ¿Dónde están los cientos de personas a las que había sanado? Han desaparecido. Solo un puñado está al pie de la cruz. Sus milagros no cambiaron a las personas, sencillamente tocaron la superficie de sus vidas.

Pero más adelante Jesús les dice a Sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16). ¿No es interesante que aquellos a los que Jesús sanó no estuviesen con Él durante la prueba de la cruz, pero que cuando estos discípulos saliesen y predicasen con el poder del Espíritu, ganasen miles de convertidos, y cuando vinieron las pruebas, estos hombres y mujeres estuviesen dispuestos a enfrentarse con leones, a ser destrozados sobre potros de tortura y a ser quemados como antorchas vivas en lugar de negar a Jesús?

Estos son los más grandes milagros. Cualquier cosa hecha en relación con el espíritu de la persona es permanente, pero lo que se hace en relación con la carne es sencillamente temporal. Todos aquellos a los que Jesús sanó o levantó de los muertos murieron de nuevo. De manera que lo que se hace al espíritu de una persona es mucho más grande, y esto es lo que quiere decir Jesús por “mayores obras”.

Gracias por los milagros que Tú estás haciendo en mí y por medio de mí. ¡Tú puedes cambiar mi corazón, oh Señor! Solo Tú puedes hacer que yo sea como Jesús.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿De qué modo podemos nosotros ejercer nuestra influencia sobre el ámbito espiritual aquí en la tierra? ¿Es nuestra fe el centro de esta vida y la base de nuestros deseos?

 


domingo, 12 de julio de 2020

12 de julio - El secreto de su ser - Ray Stedman


 

En esta parte del pasaje, el Señor está tratando el secreto de Su propio ser. De alguna manera esta es la revelación más profunda que tenemos acerca de la naturaleza del Señor en Su relación con el Padre, y es absolutamente fundamental. Esto es lo que quiso decir cuando les dijo a Sus discípulos al principio de este capítulo: “Creéis en Dios, creed también en mí”. Esto es: “Entended que existe una relación única que es el secreto de mi vida y que será también el secreto de su vida. Es preciso que entendáis que yo no he venido aquí sencillamente para demostrar cómo obra Dios, qué aspecto tiene Dios y cómo actúa; he venido para demostrar cómo actúa la persona que tiene la debida relación con Dios, que está llena de Dios. El Padre vive en mí y él hace las obras. Yo las hago, pero las hago por medio de una relación secreta, de manera que, aunque las realizo, mi mente piensa, mis manos trabajan y mi cuerpo actúa, pero en realidad es el Padre el que está haciendo esto por medio de mí. Yo vivo en él y él vive en mí”.

“Y si quieres prueba de esto”, le dice a Felipe: “fija en dos cosas: mis palabras y mis obras. Mis palabras demuestran que yo estoy en el Padre, porque no podría decir lo que digo si no estuviese en el Padre, porque lo que digo es verdad, es realidad, es como son las cosas, y mis obras demuestran que el Padre está en mí. Un ser humano no podría hacer nunca lo que yo hago, pero Dios sí puede. Y debes entender esto, Felipe. De lo contrario no entenderás el secreto de tu propia vida”. Porque en el versículo 20 continúa diciendo: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros”. Es decir: “La relación que tengo con el Padre es el ejemplo de lo que tendré con vosotros. De la misma manera que vivo por medio del Padre obrando en mí, vosotros podréis vivir por medio de mí obrando en vosotros. Vendré a vosotros, y vosotros podréis enfrentaros con cada uno de los problemas en la vida sobre esta base. Yo seré adecuado para ocuparme de cualquier cosa con la que tengáis que enfrentaros sobre esta base. Sea lo que fuere que la vida os haga pasar por ello en cuanto a temor, turbaciones, decepciones; sea cual fuere la naturaleza del problema, vosotros podréis enfrentaros con él de la misma manera que yo me enfrento con la vida: vosotros en mí y yo en vosotros, de la misma manera que el Padre está en mí y yo estoy en él”.

Hay mucho más que el Señor continúa diciendo que tiene que ver con la manera en que nos enfrentamos con las dificultades en la vida, pero todo ello se deriva de Su maravillosa explicación a los discípulos, en respuesta al clamor de Felipe, para que ellos pudiesen saber el secreto de Su ser: “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí, de la misma manera que yo estaré en vosotros y vosotros estaréis en mí”.

Señor, deseo aprender a vivir sobre la misma base que Tú has vivido. Enséñame a vivir cada día recordando que eres Tú en mi y yo en Ti. Quiero que ese sea el secreto de mi ser como lo fue del Tuyo.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿Cuál es el secreto de nuestro ser? ¿Cómo podemos nosotros dejar de luchar y sencillamente descansar amando?

 


11 de julio - Lo inclusivo y lo exclusivo de Jesús - Ray Stedman


 

Jesús hizo esta afirmación a los discípulos para llamarles la atención sobre algo que ellos sabían, pero no se habían dado cuenta de que lo sabían. Les dijo: “sabéis a donde voy”. Y Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Jesús dijo que sí lo sabían, pero no eran conscientes de que lo sabían.

Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Eso es lo que he querido decir, Tomás. Tú me conoces y por lo tanto conoces el camino, porque yo soy el camino”.

¡Esta afirmación única de Jesús revela la grandeza de Su carácter y de Su ser! Está lo inclusivo de esta afirmación, y todo está relacionado con el Padre. “Yo soy el camino al Padre”, dice Él. Si usted conoce a Jesús, Él le llevará a usted a Dios. Cuando yo empecé mi vida cristiana de niño, me dí cuenta que Aquel con el cual yo estaba tratando era el Señor Jesús. A mí me encantaban los himnos acerca de la cruz y la obra de Cristo y me encantaba pensar acerca de Él como el Salvador. Pero gradualmente el Padre ha quedado enfocado. Con más frecuencia mis pensamientos tienen que ver con la paternidad de Dios, y yo me deleito en la gloria de esta relación.

Jesús dice que Él es el camino al Padre. Todo el conocimiento acerca de Dios que nosotros los humanos anhelamos tener ha sido revelado en las palabras de Jesús sobre el Padre. Él revela el corazón del Padre, Su poder, Su sabiduría y Su amor, todo lo cual suple totalmente las necesidades humanas. Él es el camino, para que los humanos podemos escogerlo; Él es la verdad, para que la mente lo pueda entender; Él es la vida para que el corazón humano pueda experimentarlo. Por lo tanto el conocer a Cristo implica a toda la persona y lleva a toda la experiencia de la plenitud de Dios.

Pero fíjese usted además en lo exclusivo de Su afirmación: “nadie viene al Padre sino por mí”. Ocasionalmente alguien podrá decir: “Ustedes los cristianos son tan estrechos. ¿Por qué insisten ustedes en que Jesús es el único camino por el cual se puede venir a Dios? Otras religiones se están esforzando en conocer al mismo Dios y otras religiones son más tolerantes”.

Eso es cierto; nosotros somos muy estrechos. Respecto a este punto Jesús mismo fue estrecho, y nosotros no nos atrevemos a ir más allá de lo que Él dijo, porque la verdad misma es estrecha. La compañía telefónica es estrecha. Si usted quiere llamar a alguien, la compañía telefónica insiste en que use una serie de números en exactamente la secuencia correspondiente y no deja el menor espacio para que usted ande jugando con esos números. ¡En ese sentido es estrecha sobre este punto!

La verdad es de esta manera. Jesús es el cumplimiento de Sus propias palabras: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Otros podrán enseñar acerca de Dios y puede que digan que están enseñando la verdad y que están buscando la vida, pero solo Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Señor Jesús, Tú eres el camino al Padre. Gracias por enseñarme esto y gracias por invitarme a compartir la plenitud de Su verdad y de Su vida.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿Hay más de una manera de venir a Dios? ¿Qué cree usted que debemos hacer para encontrar a Dios?

 


viernes, 10 de julio de 2020

Un corazón en quietud, día 5 - Nancy DeMoss Wolgemuth



10 de julio - La cura para los corazones angustiados - Ray Stedman


 

Al mirar nuestro Señor a estos hombres, supo lo que estaba en sus mentes y en sus corazones, lo alterados y turbados que estaban y lo que estaba causando su inquietud, pero también sabía cual era el remedio para su ansiedad. Tal vez haya muchos de nosotros que padezcamos la misma aflicción que estos discípulos, con sus corazones turbados y temerosos, alterados, inquietos y agitados por causa de las circunstancias. Nuestro Señor sabía que estos hombres estaban asustados por lo que iba a suceder. Le temían a la muerte, temían a que ellos, juntamente con Él, fuesen ejecutados por los judíos. Estaban enterados de la oposición que había surgido en contra de ellos en Jerusalén. Sabían que estaban en peligro, de modo que sus corazones estaban profundamente inquietos al reunirse aquí con Él.

Pero más que ese peligro físico para sí mismos, eran conscientes de las palabras de Jesús acerca de dejarles. Esto había hecho que sintiesen terror en sus corazones. Temían que, a pesar de que pudiesen sobrevivir, tendrían que continuar viviendo sin Él, y eso era algo que les resultaba insoportable. Podían soportar morir con Él, pero no podían soportar vivir o morir sin Él. De modo que, al reunirse Él con ellos, Él les dice estas palabras: “No se turbe vuestro corazón”.

En una ocasión cuando yo estaba pasando por un periodo de esta clase de “dolor de corazón” yo mismo, pensé en estas palabras, y me llegaron hasta el fondo con un significado tremendamente nuevo. Vi algo en esta sencilla frase: “No se turbe vuestro corazón” que nunca había visto con anterioridad. Lo que me impresionó fueron las palabras (en inglés): “Do not let”, que quieren decir que estos discípulos podían hacer algo acerca de su problema. Tenían en sus propias manos la clave de su liberación de la turbación que sentían en sus corazones. Era posible para ellos o bien permitir que sucediese o no permitirlo. Nuestro Señor nos está diciendo esto a todos nosotros. Hay un camino para liberarse de esa turbación, esa angustia y temor, tanto en lo que se refiere a la muerte como a la vida, y nuestro Señor les ofrece la solución.

El remedio para esta turbación aparece en dos frases a continuación: “creéis en Dios, creed también en mí”. Confíe usted en Dios que todavía tiene el control, que sabe lo que está haciendo, que es capaz de manifestar Su infinita sabiduría, Su infinito poder y Su infinito amor. Y “confíe también en mí”, dijo Jesús, que es el medio por el cual toda esta sabiduría, recursos y poder de Dios están a nuestro alcance. Ese es el secreto.

Padre, te doy gracias por esta confianza al enfrentarme con lo desconocido. “No se turbe vuestro corazón... vendré otra vez”. Ayúdame a vivir sobre esta base hoy y a demostrar la clase de calidad de vida que Él tuvo.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

Con frecuencia nuestros corazones se sienten atormentados por causa de nuestras circunstancias. ¿Podemos nosotros decidir no sentirnos atormentados?