Versículo para hoy:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” -Gálatas 2:20

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jueves, 13 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


 (d) Estudiemos el tema en particular tal como se aplica a nosotros este día. Me atrevo a asegurar que, a veces, su corazón ha sido zarandeado de acá para allá como las olas en una tempestad. Se ha sentido usted agitado como las aguas en un mar embravecido cuando no se puede calmar. Venga y preste atención este día a Aquel que le puede dar descanso. Sea lo que sea que lo altera, Jesús le puede decir a su corazón: "¡Calla, enmudece!"

    ¿Qué, si su conciencia está abrumada por el recuerdo de incontables transgresiones y despedazada por cada ráfaga de tentación? ¿Qué, si la carga del recuerdo de algún aberrante libertinaje le parece grave y es intolerable? ¿Qué, si su corazón parece estar lleno de perversidad y el pecado parece arrastrarlo por donde quiere como si fuera su esclavo? ¿Qué, si la maldad se pasea por su alma como un conquistador diciéndole que es inútil resistirla, que no hay esperanza para usted? Le aseguro que está Aquel que le puede dar perdón y paz. Mi Señor y Maestro Jesucristo puede reprender los ataques del diablo, calmar los sufrimientos de su alma y decirle: "¡Calla, enmudece!" Él puede hacer desvanecer esa nube de culpa que ahora lo agobia. Puede ordenar a la desesperación que se retire. Puede espantar al temor. Puede quitar el espíritu de esclavitud y llenarlo con el espíritu de adopción. Satanás puede tener presa a su alma como si fuera un hombre fuertemente armado, pero Jesús es más fuerte que él y cuando él ordena, los prisioneros tienen que recobrar su libertad. ¡Oh, si algún lector atribulado quiere calma interior, acuda hoy mismo a Jesucristo y todo comenzará a ir bien!

    Pero ¿qué, si su corazón está bien con Dios, pero aun así está presionado con la carga de aflicciones terrenales? ¿Qué, si el temor a la pobreza lo está zarandeando de un lado a otro y parece que lo va a vencer? ¿Qué, si día tras día lo abruma algún dolor físico? ¿Qué, si súbitamente se ve obligado a dejar de trabajar y debido a alguna enfermedad tiene que estar inactivo y no hacer nada? ¿Qué, si la muerte ha visitado su hogar y se ha llevado a su Raquel, su José o Benjamín y se ha quedado solo, agobiado por el dolor? ¿Qué, si le ha sucedido algo de esto? En Cristo sigue habiendo consolación. Él puede dar paz a los corazones lastimados con la misma facilidad con que calmó al mar embravecido. Puede reprender a las voluntades rebeldes con el mismo poder con que reprendió al viento huracanado. Puede calmar las tempestades de la aflicción y silenciar las pasiones tumultuosas, igual como lo hizo con la tormenta galilea. Puede decirle a la peor ansiedad: "¡Calla, enmudece!" La avalancha de preocupaciones y tribulaciones puede ser arrasadora, pero Jesús se posa victorioso sobre las aguas y es más poderoso que las olas del mar (Sal. 93:4). Los vientos de los problemas pueden rugir a su alrededor, pero Jesús los tiene en sus manos y los puede acallar cuando él quiera. Oh, si algún lector de este escrito tiene el corazón destrozado, está agobiado por los problemas o triste, acuda a Jesucristo, clame a él y se calmará. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mt. 11:28).

    Invito a todos los que profesan ser cristianos que reflexionen seriamente en el poder de Cristo. Dude de lo que quiera, pero no dude del poder de Cristo. Aunque no ame usted secretamente al pecado, quizá tenga sus dudas. Aunque no se esté aferrando en la intimidad al mundo, quizá tenga sus dudas. Aunque el orgullo de su naturaleza no se esté rebelando a la idea de ser salvo por gracia como un pobre pecador, quizá tenga sus dudas. Pero no dude de una certidumbre y esa es que Cristo "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios" y le salvará si acude a él. (He. 7:25).