II. El Arquitecto
Paso al segundo punto, al cual le invito a prestar atención. Nuestro texto contiene no sólo un edificio, sino también un Arquitecto. El Señor Jesucristo declara: "Edificaré mi iglesia".
La verdadera Iglesia de Cristo es cuidada tiernamente por las tres Personas de la Santísima Trinidad. En el plan de salvación revelado en la Biblia, es indudable que Dios el Padre escoge, Dios el Hijo redime y Dios el Espíritu santifica a cada miembro del cuerpo místico de Cristo. Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo, tres Personas en un Dios colaboran para efectuar la redención de cada alma salvada. Esta es una verdad que nunca debe ser olvidada. Pero, por otro lado, hay un sentido especial en que el Señor Jesucristo está encargado de ayudar a la Iglesia. Él es especial y preeminentemente el Redentor y Salvador de la Iglesia. Por eso es que lo encontramos diciendo en nuestro texto: "Edificaré mi... La obra de edificar es mi tarea específica".
Es Cristo quien llama a los miembros de la Iglesia en el tiempo preciso. San Pablo escribe a los Romanos diciéndoles que ellos son "llamados a ser de Jesucristo" (Ro. 1:6). Es Cristo quien les da vida. "Así también el Hijo a los que quiere da vida" (Jn. 5:21). Es Cristo quien los limpia de sus pecados. "Nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Ap. 1:5). Es Cristo quien les da paz. "La paz os dejo, mi paz os doy" (Jn.14:27). Es Cristo quien les da vida eterna. "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás" (Jn. 10:28). Es Cristo quien les otorga arrepentimiento. "A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento" (Hch. 5:31). Es Cristo quien los capacita para ser hijos de Dios. "A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn. 1:12). Es Cristo quien lleva adelante la obra dentro de ellos cuando la ha comenzado. "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Jn. 14:19). En suma, "por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud" (Col. 1:19). Él es el autor de la fe. Él es la vida. Él es la cabeza. De él se nutre cada coyuntura y miembro del cuerpo místico formado por cristianos. A través de él reciben fuerza para no caer. Él los preservará hasta el final y con gran gozo los presentará sin mancha ante el trono del Padre. Él es todas las cosas en todos los creyentes.
El poderoso agente por medio de quien el Señor Jesucristo realiza esta obra en los miembros de su Iglesia es, sin duda, el Espíritu Santo. Él es quien constantemente renueva, da vida, conduce a la cruz, transforma, saca del mundo piedra tras piedra y la agrega al edificio místico. Pero el gran y poderoso Arquitecto que se ha tomado la responsabilidad de llevar a cabo la gran obra de redención y consumarla es el Hijo de Dios, el "Verbo [quien] fue hecho carne" (Jn. 1:14). Es Jesucristo el que "edifica".
Para edificar su Iglesia verdadera, el Señor Jesús se digna usar muchos instrumentos subordinados a él. El ministerio del evangelio, la distribución de las Escrituras, la exhortación amorosa, la palabra dicha a tiempo y la influencia de las aflicciones, son medios por medio de los cuales se vale para llevar a cabo su obra. Y luego el Espíritu da vida a las almas. Pero Cristo es el gran Arquitecto Supervisor, ordenando, guiando, dirigiendo todo lo que se realiza. Pablo puede plantar y Apolo regar, pero Dios es quien da el crecimiento (1 Co. 3:6). Los pastores pueden predicar, los escritores pueden escribir, pero sólo el Señor Jesucristo puede edificar. Y, a menos que él lo haga, la obra se detiene.
¡Grande es la sabiduría con la que el Señor Jesucristo edifica su Iglesia! Todo lo hace en el momento preciso y de la manera correcta. Pone cada roca según su turno justo en el lugar donde corresponde. A veces escoge grandes rocas y, a veces, pequeñas piedras. A veces la obra avanza con rapidez y, a veces, con lentitud. El hombre, a menudo, se impacienta y piensa que no está haciendo nada. Pero el tiempo del hombre no es el tiempo de Dios. Mil años son para él apenas un día. El gran Arquitecto no comete errores. Sabe lo que está haciendo. Ve el final desde el principio. Obra de acuerdo con un plan perfecto, inalterable y seguro. Las ideas más geniales de arquitectos como Miguel Ángel y Wren no son más que insignificancias y juegos de niños en comparación con los consejos sabios de Cristo concernientes a su Iglesia.
¡Grande es la condescendencia y misericordia que exhibe Cristo en la edificación de su Iglesia! Con frecuencia, escoge las rocas más insólitas y ásperas, y las acomoda en una obra excelente. No desprecia ni rechaza a nadie por sus pecados y transgresiones del pasado. A menudo, toma a ex fariseos y publicanos, y los convierte en columnas fundamentales de su casa.
Le encanta mostrar misericordia. Con frecuencia, toma a los insensatos e impíos, y los transforma en capiteles labrados de su templo espiritual.
¡Grande es el poder que Cristo demuestra en la edificación de su Iglesia! Realiza su obra, a pesar de la oposición del mundo, la carne y el diablo. En las tormentas, en las tempestades, en tiempos difíciles, silenciosamente y en quietud, sin ruido, sin revuelo y sin excitación la edificación sigue adelante, como con el templo de Salomón: "Lo que hago yo", dijo el Señor, "¿quién lo estorbará?" (Is. 43:13).
Los hijos de este mundo tienen poco o ningún interés en la edificación de esta Iglesia. No les importa en absoluto la conversión de las almas. ¿Qué son para ellos los corazones contritos y arrepentidos? ¿Qué es para ellos la convicción de pecado y la fe en el Señor Jesús? Para ellos, es todo "locura". Pero mientras los hijos de este mundo permanecen indiferentes, "hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente" (Lc. 15:10). Para preservar a la Iglesia verdadera, muchas veces tienen que ser suspendidas las leyes de la naturaleza. Para el bien de esa Iglesia, Dios organiza y pone en orden todos sus tratos providenciales en este mundo. Para bien de los escogidos, hace cesar las guerras y da paz a las naciones. Los estadistas, gobernantes, emperadores, reyes, presidentes y jefes de estado tienen sus designios y planes, y creen que son de suma importancia. Pero se está realizando otra obra de mucha mayor importancia, de modo que los planes de los hombres no son más que "hachas y sierras" delante de Dios (Is. 10:15). Esa obra es la edificación del templo espiritual de Cristo, la reunión de rocas vivas formando la única Iglesia verdadera.
Tenemos que estar profundamente agradecidos de que la edificación de la Iglesia verdadera está a cargo de Aquel que es portentoso. Si la obra dependiera del hombre quedaría paralizada. Pero, ¡bendito sea Dios, la obra está en las manos de un Arquitecto que nunca deja de cumplir lo que diseñó para su Iglesia! Cristo es el Arquitecto todopoderoso. Realizará su obra, aunque las naciones y las iglesias visibles no conozcan sus obligaciones. Cristo nunca fallará. Lo que comenzó a hacer, lo "perfeccionará hasta el día de Jesucristo"(Fil. 1:6).