"La comunión íntima de Jehová", dice David, "es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto" (Sal. 25:14).
"Y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios" (Sal. 50:23).
"Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo" (Sal. 119:165).
"Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros" (1 Jn. 1:7).
"No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él" (1 Jn. 3:18, 19).
"Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos" (1 Jn. 2:3).
Pablo era un hombre que se esforzaba por tener una conciencia sin ninguna ofensa a Dios ni al hombre (Hch. 24:16). Podía decir con audacia: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe". No me extraña, entonces, que Dios lo capacitó de modo que pudo agregar confiadamente: "Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día" (2 Ti. 4:7, 8).
Si algún creyente del Señor Jesús anhela seguridad y no la tiene, que reflexione también en este punto. Mire su propio corazón, mire su propia conciencia, mire su propia vida, mire sus propias costumbres y mire su propio hogar. Y quizá cuando lo haya hecho, podrá decir: "Con razón no tengo una esperanza segura".
Dejo estos temas que acabo de mencionar a la consideración personal de cada lector de este escrito. Estoy seguro de que vale la pena examinarlos. Examinémoslos sinceramente. Y quiera el Señor darnos entendimiento en todas las cosas.