Acerca del infierno
Me siento constreñido a hablar libremente a mis lectores sobre el tema del infierno. Permítanme usar la oportunidad que sugiere el final de la mujer de Lot. Creo que el tiempo ha llegado cuando es nuestro ineludible deber, hablar claramente acerca de la realidad y la eternidad del infierno. Últimamente se ha desatado entre nosotros un diluvio de doctrinas falsas. Los hombres están empezando a decirnos "que Dios es demasiado misericordioso como para castigar a las almas para siempre. Que hay un amor de Dios más profundo, incluso que el infierno, y que toda la humanidad, a pesar de lo impíos e incrédulos que sean algunos, tarde o temprano serán salvos". Nos invitan a dejar las sendas antiguas del cristianismo apostólico. Nos dicen que las creencias de nuestros mayores acerca del infierno, el diablo y el castigo, son obsoletas y anticuadas. Dicen que tenemos que adoptar lo que llaman una "teología más bondadosa" y tratar al infierno como una fábula pagana o como algo para asustar a los niños y los tontos. Protesto contra estas enseñanzas falsas. Por más dolorosa, lamentable y desesperante que sea la controversia, no tenemos que dudar ni negarnos a mirar de frente al tema. Por mi parte, estoy resuelto a mantener la antigua posición y confirmar la realidad y eternidad del infierno.
Créame, esta no es una cuestión simplemente para especular. No debe ser clasificada entre las diferencias sobre liturgias y gobierno eclesiástico. No debe ser catalogada como un problema misterioso, como lo es el significado del templo de Ezequiel o los símbolos del libro de Apocalipsis. Es una cuestión que es parte del fundamento mismo de todo el evangelio. Los atributos morales de Dios, su justicia, su santidad y su pureza son parte de esto. Está en juego la necesidad de una fe personal en Cristo y de santificación por el Espíritu. Una vez que se descarta la antigua doctrina del infierno, se desbarata, trastorna, altera y descompone todo el sistema del cristianismo.
Créame, la cuestión no es una que permite que adoptemos teorías e invenciones humanas. Las Escrituras han hablado clara y completamente sobre el tema del infierno. Mantengo que es imposible encarar sinceramente la Biblia y, al mismo tiempo, evitar las conclusiones a las que nos lleva en cuanto a este punto. Si algo significan las palabras, existe un lugar como el infierno. Si los textos han de ser interpretados fehacientemente, en aquel día muchos serán arrojados en el lago que arde con fuego y azufre. Si el lenguaje tiene algún sentido en cuanto a esto, el infierno es para siempre. Creo que el hombre que encuentra argumentos para evadir las evidencias de la Biblia en cuanto a este asunto, ha llegado a un estado mental en que es inútil razonar con él. Por mi parte, me parece que discutir que nosotros no existimos, es igual a discutir que la Biblia no enseña la realidad y eternidad del infierno.
(a) Determine con firmeza en su mente que la misma Biblia que enseña que Dios, en su misericordia y compasión envió a Cristo para morir por los pecadores, también enseña que Dios aborrece el pecado y, por su propia naturaleza, tiene que castigar a todos los que se aferran al pecado o rechazan la salvación que Él ha provisto. Justamente, el mismo capítulo que declara: "De tal manera amó Dios al mundo", declara también que "la ira de Dios está sobre" el incrédulo (Juan 3:16, 36). El mismo evangelio lanzado a la tierra con nuevas benditas: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo", proclama a la vez que "el que no creyere, será condenado" (Marcos 16:16).
(b) Determine con firmeza en su mente que Dios nos ha dado prueba tras prueba en la Biblia que habrá de castigar a los endurecidos e incrédulos; que puede vengarse de sus enemigos, al igual que mostrar misericordia por el arrepentido. El arrasar con el viejo mundo con el diluvio, el fuego en Sodoma y Gomorra, la muerte de faraón y todas sus huestes en el Mar Rojo, el juicio de Coré, Datán y Abiram, y la destrucción de las siete naciones de Canaán nos enseñan la misma verdad aterradora. Todas estas pruebas nos han sido dadas como luces de precaución, señales y advertencias, a fin de que no provoquemos a Dios. Todas estas tienen la intención de levantar un rincón del velo que esconde las cosas por venir y para recordarnos que la ira de Dios es una realidad. Todas nos dicen claramente que "los malos serán trasladados al Seol" (Salmo 9:17).