(3) Pero hizo más que esto, escogió el oprobio y las burlas.
¡Quién puede concebir el torrente de burlas que habrá tenido que aguantar Moisés al separarse de la corte de faraón para unirse a Israel! ¡Los hombres le habrán dicho que estaba loco, tonto, débil, necio y que había perdido la razón! Perdería su influencia, renunciaría al favor y la buena opinión de aquellos entre quienes había vivido. Pero nada de esto le hizo cambiar de idea. ¡Abandonó la corte y se unió a los esclavos!
¡Qué elección fue esta! Reflexionemos nuevamente en ella.
Hay pocas cosas peores que la burla y el que lo ridiculicen a uno. Puede hacer esto mucho más que crear enemistad y persecución abierta. Muchos que no tendrían reparos en colocarse ante la boca de un cañón, de aferrarse a una vana esperanza o tomar por asalto una brecha, han descubierto que les era imposible enfrentar las burlas de unos pocos compañeros y se han estremecido ante la posibilidad de evitarlo. ¡Ser motivo de risa! ¡Hacer el ridículo! ¡Ser víctima de burlas y desprecios! ¡Ser considerado débil y estúpido! ¡Ser juzgado un imbécil! ¡No hay nada agradable en todo esto y muchos, desafortunadamente, no pueden enfrentar la perspectiva de sufrirlo!
Pero aquí tenemos a un hombre que tomó su decisión y no se acobardó por las pruebas. Moisés vio los reproches y las burlas que le esperaban, pero los escogió y aceptó como su porción.
Esto fue lo que Moisés escogió: Aflicción, la compañía de un pueblo despreciado y burlas.
Agreguemos a todo esto que Moisés no era un hombre débil e ignorante que no sabía lo que estaba haciendo. La Biblia destaca que era "poderoso en sus palabras y obras" (Hch. 7:22).
Reflexionemos también en las circunstancias de su decisión. No se vio obligado a escoger lo que escogió. Nadie le impuso que tomara este camino. Las cosas que hizo no las hizo por tener que hacerlas por la fuerza o contra su voluntad. Fue decisión de él, no una imposición. Todo lo que hizo, lo hizo por su propia voluntad y porque él quiso.
Y luego, juzguemos si es cierto que lo que escogió fue tan maravilloso como lo que rechazó. Es posible que desde la fundación del mundo, nadie hubiera tomado una decisión como la que nuestro texto destaca que tomó Moisés.