(3) Este libro puede caer en manos de algunos que realmente están creciendo en la gracia, pero que no son conscientes de ello y no lo reconocen. ¡Su propio crecimiento es la razón por la cual no ven su propio crecimiento! Su aumento continuo de humildad no les deja sentir que están progresando9. Sus rostros resplandecen como el de Moisés cuando bajó del monte después de haber hablado con Dios. La Biblia dice que, "no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía después que hubo hablado con Dios" (Ex. 34:29). Tales cristianos, lo admito, no son comunes. Pero se los puede encontrar aquí y allá. Como las visitas de los ángeles, son pocos. ¡Feliz el barrio donde viven estos cristianos que crecen! Conocerlos, verlos y estar en su compañía es como encontrar y ver un poquito del "cielo en la tierra".
¿Qué les diré a estas personas? ¿Qué puedo decirles? ¿Qué debiera decirles? ¿Decirles que despierten y tengan conciencia de su crecimiento y estén contentos por ello? De ninguna manera. ¿Les diré que alardeen de sus propios logros y que se sientan superiores a otros? ¡Dios no lo permita! De ninguna manera. Decirles semejantes cosas no les haría ningún bien. Sobre todo, decirles tales cosas sería una pérdida de tiempo. Si existe una característica que distingue al creyente que crece, es el profundo sentir de que es indigno. Nunca ve en sí mismo nada que elogiar. Solo siente que es un siervo indigno y el peor de los pecadores.
Es el justo, en el día del juicio el que dirá: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos?" (Mt. 25:37). Los extremos son a veces extrañamente iguales. El pecador con conciencia endurecida y el santo insigne son singularmente iguales en un aspecto. Ninguno de los dos tiene plena conciencia de su propia condición. ¡Uno no ve su propio pecado y el otro no ve su propia gracia!
Entonces, ¿No les diré nada a los cristianos que están creciendo? ¿No tengo ningún consejo para darles? La suma y sustancia de todo lo que puedo decirles se encuentran en dos frases: "¡Sigan adelante!" "¡Vayan adelante!"
Nunca podemos tener demasiada humildad, demasiada fe en Cristo, demasiada santidad, demasiada espiritualidad en nuestros pensamientos, demasiado amor, demasiado celo en hacer el bien. Entonces olvidemos continuamente las cosas pasadas y sigamos extendiéndonos a las cosas que están delante (Fil. 3:13). El mejor de los cristianos en estas cosas está infinitamente por debajo de la perfección de su Señor. Diga lo que diga el mundo, no hay ningún peligro de que alguno de nosotros llegue a ser "demasiado bueno".
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9 "El cristiano puede estar creciendo, aun cuando no cree que está creciendo. 'Hay quienes pretenden ser ricos, y no tienen nada; y hay quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas riquezas' (Pr. 13:7). La percepción que el cristiano tiene de sus propios defectos en relación con la gracia y su sed por tener mucha más gracia, le hace pensar que no crece. El que anhela tener grandes propiedades, por el hecho de no tener tanto como quisiera, se cree pobre". -T. Watson, 1660.
"Las almas pueden abundar en la gracia, pero no saberlo, no percibirlo. El niño puede ser heredero de una corona o una propiedad de gran valor, pero no saberlo. El rostro de Moisés resplandecía, los demás lo veían, pero él no. Muchas almas preciosas son ricas en la gracia, otros lo ven, lo saben y bendicen a Dios por ello y, aun así, ellos mismos no lo perciben. A veces, esto surge del anhelo intenso del alma por tener riquezas espirituales. La intensidad del anhelo del alma por tener riquezas espirituales con frecuencia quita el propio sentido de que ya se está enriqueciendo. Por el deseo de riquezas de muchos codiciosos y el estar esforzándose tanto por lograrlas, algunos no pueden percibir que, de hecho, ya se están enriqueciendo, no lo pueden creer. Sucede lo mismo con muchos cristianos preciosos: Sus anhelos de obtener riquezas espirituales son tan intensos que anulan el sentido de que ya están enriqueciéndose espiritualmente. Muchos cristianos valen mucho interiormente, pero no lo notan. Fue un hombre bueno el que dijo: 'Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía'. Además, a veces esto sucede porque los hombres no revisan bien sus cuentas. Prosperan y se hacen ricos, pero por no revisar su balance no saben si están yendo para adelante o para atrás. Lo mismo sucede con muchas almas preciosas. Por otro lado, esto sucede, a veces, porque el alma revisa su contabilidad con demasiada frecuencia. Si revisa sus cuentas una vez por semana o una vez por mes, es posible que no discierna que se está enriqueciendo cuando de hecho sí lo esté. Pero si compara su estado de cuentas anualmente, puede percibir claramente que se está haciendo más rico. De manera semejante puede suceder esto en el ámbito espiritual por los errores que el alma comete al revisar sus cuentas. El alma comete errores muchas veces; anda apurada y, entonces, anota diez, en lugar de cien y cien, en lugar de mil. Así como el hipócrita cuenta el cobre como si fuera oro, un centavo como si fuera un peso y siempre se valora muy por encima de su valor real, la persona sincera, con frecuencia, anota sus pesos como si fueran centavos, sus miles como cientos y se valora muy por debajo de su valor real". -Thomas Brooks, Unsearchable Riches, 1661.