Versículo para hoy:

miércoles, 20 de diciembre de 2023

DICIEMBRE 20 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Con amor eterno te he amado”. Jeremías 31:3.

ALGUNAS veces el Señor Jesús manifiesta a su Iglesia sus pensamientos amorosos. Él no considera suficiente manifestar esos pensamientos a espaldas de su Iglesia, sino lo hace en su misma presencia diciendo: “Tú eres hermosa, amiga mía”. En realidad, no es esta su manera corriente de proceder. Él es un amante sabio y sabe cuándo retener la declaración de amor y cuándo expresarla. Pero hay veces cuando no hace de ella un secreto, veces cuando la declara abiertamente a las almas de su pueblo. A menudo y en forma muy agradable el Espíritu Santo da testimonio del amor de Jesús a nuestros espíritus. Él toma de las cosas de Cristo y nos las hace saber. Aunque no oímos ninguna voz de las nubes, ni vemos ninguna visión en la noche, sin embargo, tenemos un testimonio más seguro que el que esas manifestaciones podrían darnos. Si un ángel descendiera del cielo y enterase a algún creyente acerca del amor que le profesa el Salvador, el testimonio que tendría con esa declaración no sería ni un ápice mayor que el que le da el Espíritu Santo. Pregunta a los creyentes que han vivido más cerca de las puertas del cielo, y ellos te dirán que han tenido momentos cuando el amor que Cristo les profesa, ha sido para ellos un hecho tan evidente y seguro, que para dudarlo les sería menester dudar de sus propias existencias. Sí, amado creyente, tú y yo hemos tenido “tiempos de refrigerio de la presencia del Señor”, y entonces nuestra fe ha ascendido a la cumbre de las alturas de la seguridad. Hemos tenido fe para apoyar nuestras cabezas en el seno de nuestro Señor, y, a semejanza de Juan cuando estaba en aquella postura, no hemos dudado del amor de Jesús. Él nos ha besado con los besos de su boca y con su fuerte abrazo mató nuestras dudas. Su amor ha sido a nuestras almas más dulce que el vino.

DICIEMBRE 19 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Las suertes se echan en el regazo; pero su entera decisión es de Jehová”. Proverbios 16:33.


SI la decisión de las suertes es de Jehová, ¿de quién es la disposición de nuestra vida? Si el Señor guía el simple echar suertes, ¿cuánto más guiará los eventos de nuestra vida, especialmente si tenemos en cuenta lo que dijo el Salvador: “Vuestros cabellos están todos contados; ni un pajarillo cae a tierra sin vuestro Padre”? Querido amigo, el recuerdo de esta promesa debiera llevar a tu ánimo una calma santa; debiera quitar de tu mente la ansiedad, a fin de que así puedas andar en paciencia, en calma y en alegría. Cuando un hombre está dominado por la ansiedad no puede orar con fe; cuando está turbado con las cosas del mundo, no puede servir al Maestro, pues sus pensamientos lo están sirviendo a él y no a su Señor. “Si tú buscaras primeramente el reino de Dios y su justicia todas las demás cosas te serían añadidas”. Cuando te angustias por tu suerte y por tus circunstancias, te estás entrometiendo en los asuntos de Cristo y estás descuidando los tuyos. Has estado procurando “proveerte” de trabajo, y has olvidado que lo que a ti te corresponde es obedecer. Sé sabio y procura obedecer, deja a Cristo el proveer. Ven, e inspecciona los depósitos de tu Padre y pregúntale si, después de haber almacenado tanta abundancia, te dejará morir de hambre. Contempla su clemente corazón, a ver si es posible que alguna vez se muestre cruel; contempla su inescrutable sabiduría, a ver si es posible que se halle alguna vez confundida. Sobre todo, mira a Jesucristo, tu Intercesor, y mientras él intercede por ti, pregúntate si es posible que tu Padre te trate sin compasión. Si él recuerda a los pajarillos, recordará también al más humilde de sus hijos. “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo”.

DICIEMBRE 18 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos”. Joel 2:13.

LA rotura de vestidos y otros signos exteriores de emoción religiosa son cosas fáciles de hacer y frecuentemente resultan hipócritas. Pero sentir arrepentimiento sincero es mucho más dificultoso, y, por lo tanto, menos común. Los hombres atenderán con buena disposición las multiplicadas y minuciosas regulaciones ceremoniales, pues son cosas que agradan a la carne, pero la religión verdadera les resultará demasiado humillante, demasiado escrutadora del corazón y demasiado franca. Ellos prefieren algo más pomposo, más frívolo, más mundano. Las observancias exteriores traen un consuelo temporal. En ellas se engorda la vanidad, se hincha la justicia propia y se satisfacen la vista y el oído, pero, al fin, esas observancias resultan engañosas, pues en la muerte y en el juicio el alma necesitará confiar en algo que sea más real que las ceremonias y los ritos. Aparte de la piedad verdadera toda religión es completamente vana. Toda forma de culto que no se ofrece sinceramente es una solemne farsa.
El quebrantamiento del corazón es una obra que realiza Dios y que el hombre siente profundamente. Es un dolor misterioso que se experimenta personalmente, no como una mera formalidad, sino como una profunda y conmovedora obra que el Espíritu realiza en lo íntimo del corazón de cada creyente. Este no es un asunto del que meramente debe hablarse y en el que sólo hay que creer, sino es algo que debe ser vivamente sentido por cada uno de los hijos de Dios. El texto nos ordena rasgar nuestros corazones, pero ellos, por naturaleza, son duros como el mármol. ¿Cómo, pues, podrán ser rasgados? Llevémoslos al Calvario. Con la voz del agonizante Salvador las rocas se hendieron. Esa voz aun tiene poder. ¡Oh bendito Espíritu!, haznos oír esa voz de Jesús y nuestros corazones se rasgarán como los hombres rasgan sus vestidos en el día de su lamentación.

DICIEMBRE 17 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Heme acordado de ti”. Jeremías 2:2.

NOTEMOS que Cristo se goza en pensar en su Iglesia y en contemplar su belleza. Como el pájaro vuelve a menudo a su nido y el viajante se apresura para llegar a su hogar, así también la mente va siempre en busca del objeto de su preferencia. Nunca podemos contemplar demasiado a menudo el rostro que amamos; deseamos tener siempre delante de nuestra vista las cosas que nos son queridas. Pasa lo mismo con el Señor Jesús. Desde la eternidad “sus delicias eran con los hijos de los hombres”. Sus pensamientos se trasladaron al tiempo cuando sus elegidos nacerían en el mundo. Los vio en el espejo de su presciencia. Él dice: “En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”. Cuando el mundo fue formado, él estaba allí; “él estableció los términos de los pueblos según el número de los hijos de Israel”. Antes de su encarnación, descendió muchas veces a este suelo en semejanza de hombre. En el valle de Mamre (Gén. 18:1); junto al vado de Jacob (32:24-30); debajo de los muros de Jericó (Jos. 5:13) y en el horno de fuego ardiendo (Dan. 3:19-25), el Hijo del hombre visitó a su pueblo. Su alma se deleita en los suyos; él no vive tranquilo lejos de ellos, pues los ama entrañablemente. Nunca estuvieron ausentes del corazón de Jesús, pues él ha escrito sus nombres en sus manos y los ha grabado en su costado. Como el pectoral, que contenía los nombres de las tribus de Israel, era el adorno más brillante que llevaba el sumo sacerdote, así los nombres de los elegidos de Cristo constituyen sus joyas más preciosas que resplandecen en su corazón. Quizá nosotros nos olvidemos frecuentemente de meditar en las perfecciones de nuestro Señor, pero él nunca deja de recordarnos. Reprendámonos a nosotros mismos por este olvido y pidamos a Dios que nos conceda la gracia de recordarlo siempre con mucho afecto. Señor, graba en los ojos de mi alma la imagen de tu Hijo.