¿Por qué habría de desesperarse alguno cuando un pasaje como este está en la Biblia? Jesús es el Médico que puede curar los casos de personas desahuciadas. Él puede dar vida a las almas muertas y llamar a las cosas que no son como si fuesen. ¡Que nadie se desespere nunca! Jesús sigue siendo el mismo hoy tal como lo fue tantos siglos atrás. Las llaves de la muerte y del infierno están en su mano. Lo que él abre, nadie lo puede cerrar1.
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¿Qué si sus pecados son más numerosos que los cabellos de su cabeza? ¿Qué si sus hábitos impíos han crecido a medida que usted ha crecido y se han fortalecido a medida que usted se ha hecho más fuerte? ¿Qué si ha aborrecido lo bueno y amado lo malo todos los días de su vida? Estas cosas por cierto son tristes; pero hay esperanza, hasta para usted. Cristo lo puede sanar, Cristo lo puede sacar de su lamentable condición. El cielo no se ha cerrado para usted. Cristo puede franquearle la entrada si pone humildemente su alma en sus manos.
¿Han sido perdonados sus pecados? Si no, le presento este día una salvación completa y gratuita. Le invito a seguir los pasos del ladrón arrepentido: Venga a Cristo y viva. Le aseguro que Jesús es muy misericordioso y compasivo. Le aseguro que puede hacer por usted todo lo que su alma requiere. Aunque sus pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Is. 1:18). ¿Por qué no habría usted de ser salvo como cualquier otro? ¡Venga a Cristo y viva!
¿Es usted un creyente auténtico? Si lo es, debe gloriarse en Cristo. No se gloríe en su propia fe, sus propios sentimientos, su propio conocimiento, sus propias oraciones, sus propios recursos y su propia diligencia. Gloríese sólo en Cristo. ¡Ay! Aun el mejor de nosotros sabe apenas un poco del Salvador misericordioso y poderoso. No lo exaltamos ni nos gloriamos en él lo suficiente. Oremos pidiendo poder para ver más de la plenitud que hay en él.
¿Procura alguna vez hacerles un bien a otros? Si lo hace, no se olvide de hablarles acerca de Cristo. Cuéntele al joven, al menesteroso, al anciano, al ignorante, al enfermo y cuéntele al moribundo; cuénteles a todos acerca de Cristo. Cuénteles de su poder y de su amor; cuénteles de sus obras y de sus sentimientos, cuénteles del peor de los pecadores y lo que está dispuesto a hacer hasta el último día que le queda de vida; cuénteselos una y otra vez. No se canse nunca de hablar de Cristo. Dígales amplia y plenamente, libre e incondicionalmente, sin reservas y sin dudar: "Venga a Cristo como lo hizo el ladrón arrepentido: Venga a Cristo y será salvo".