Versículo para hoy:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” -Gálatas 2:20

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miércoles, 2 de abril de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)



III. Una promesa al que venciere

    Les pido a mis lectores que observen, en tercer y último lugar, que en cada epístola el Señor Jesús hace una promesa al que venciere.

    Siete veces Jesús promete a las iglesias cosas muy grandes y preciosas. Cada una es diferente y cada una está llena de consolación, pero cada una va dirigida al cristiano vencedor. Es siempre "al que venciere" o "el que venciere".

    Cada cristiano es un soldado de Cristo. Por su bautismo está comprometido a librar la batalla de Cristo contra el pecado, el mundo y el diablo. El hombre que no lo hace está rompiendo su pacto. Es un moroso espiritual. No cumple los compromisos que le corresponden. El cristiano que rompe su compromiso, prácticamente, renuncia a su cristianismo. El hecho mismo de que pertenece a una iglesia, asiste a un lugar de adoración cristiano, es una declaración pública de que quiere ser contado como soldado de Cristo.

    El Señor provee una armadura para la lucha, pero el cristiano tiene que usarla. "Tomad", dice Pablo a los efesios, "toda la armadura de Dios". "Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz". "Y tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios". "Sobre todo, tomad el escudo de la fe" (Ef. 6:13-17).

    Y no de menos importancia, el cristiano profesante tiene...

    - el mejor de los líderes: Jesús, el Capitán de la salvación, por medio del cual es más que vencedor.

    - las mejores provisiones: El pan de vida y el agua viva y

    - la promesa del mejor pago: Un eterno peso de gloria.

    Todas estas cosas no son nada nuevo. No me desviaré de mi tema a fin de explicarlas.

    Un punto que quiero dejar en su alma ahora es que el creyente auténtico, no sólo es un soldado, sino un soldado victorioso. No sólo profesa luchar del lado de Cristo contra el pecado, el mundo y el diablo, sino que realmente lucha y vence.

    He aquí la gran característica que distingue al cristiano auténtico. A otros quizá, les guste solamente el hecho de ser contados en el ejército de Cristo. Otros pueden tener pocos deseos y anhelos lánguidos de lograr la corona de gloria. Pero es únicamente el cristiano auténtico el que le hace frente a los enemigos de su alma, quien realmente lucha contra ellos y, en esa lucha, los vence.

    Una gran lección que deseo que mis lectores aprendan de estas epístolas es que, si han de dar pruebas de haber nacido de nuevo y de que van en dirección al cielo, tienen que ser soldados victoriosos de Cristo. Si anhelan estar seguros de que tienen derecho a las promesas preciosas de Cristo, tienen que pelear la buena batalla en la causa de Cristo y salir airosos.

    La victoria es la única evidencia satisfactoria de que tienen una fe salvadora. Quizá les guste escuchar buenos sermones. Respetan la Biblia y la leen ocasionalmente. Elevan a Dios sus oraciones en la noche y en la mañana. Tienen el culto familiar y ofrendan a la obra misionera. Doy gracias a Dios por esto. Pero, ¿cómo va la batalla? ¿Cómo pelean sus batallas durante el tiempo de lucha? ¿Están venciendo el amor al mundo y el temor al hombre? ¿Están venciendo las pasiones, el mal carácter y la lascivia de sus propios corazones? ¿Están resistiendo al diablo y obligándolo a huir? ¿Cómo va esto? Tienen que vencer o servir al pecado, al diablo y al mundo. No hay otra alternativa. Tienen que vencer o ser vencidos para perdición.

    Sé muy bien y quiero que ustedes también sepan que es una batalla difícil la que tienen que pelear. Deben pelear la buena batalla de la fe y soportar aflicciones para alcanzar la vida eterna. Tienen que decidirse a luchar diariamente si quieren llegar al cielo. Puede haber caminos breves al cielo inventados por el hombre, pero el cristianismo legado de la antigüedad es el camino de la cruz, el camino de conflictos. El pecado, el mundo y el diablo tienen que ser realmente mortificados, resistidos y vencidos.

    Este es el camino que los santos de antaño tomaron dejando "su récord en lo más alto".

    (a) Moisés rechazó los placeres pecaminosos en Egipto y escogió las aflicciones del pueblo de Dios. Esto fue vencer: Venció el amor a los placeres.

    (b) Micaías se negó a profetizar buen éxito al rey Acab, aunque sabía que profetizar la verdad significaría que sería perseguido. Esto fue vencer: Venció el amor a la comodidad.

    (c) Daniel se negó a dejar de orar, aunque sabía que había un foso de leones preparado para él. Esto fue vencer: Venció el temor a la muerte.

    (d) Mateo abandonó sus negocios cuando nuestro Señor le pidió que lo siguiera. Esto fue vencer: Venció el amor al dinero.

    (e) Pedro y Juan ante el concilio dijeron con valentía: "No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído". Esto fue vencer: Vencieron el temor al hombre.

    (f) Saulo, el fariseo, renunció a su fama entre los judíos y predicó a ese mismo Jesús que había perseguido. Esto fue vencer: Venció el amor a la alabanza del hombre.

    Nosotros tenemos que hacer el mismo tipo de acciones de estos hombres, si queremos ser salvos. Eran hombres con pasiones como las nuestras y las vencieron. Tenían tantas pruebas, como posiblemente tenemos nosotros, pero vencieron. Lucharon. Batallaron. Pelearon. Nosotros tenemos que hacer lo mismo.

    ¿Cuál fue el secreto de su victoria? Su fe. Creyeron en Cristo y, creyendo, recibieron fuerzas. Creyeron en Cristo y, creyendo, fueron sostenidos. En todas sus batallas, tuvieron sus ojos puestos en Jesús y él nunca los dejó ni los abandonó. "Y ellos le han vencido [al acusador] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos" y lo mismo será con nosotros (Ap. 12:11).

    Les dejo estas palabras. Les pido que las tomen a pecho. Cada uno decida, por la gracia de Dios, ser un cristiano vencedor.

    Me preocupan muchos cristianos profesantes. No veo en ellos ninguna señal de lucha y, menos aún de victorias. Nunca abren la boca en defensa de Cristo. Están en paz con sus enemigos. No tienen problemas con el pecado. Le advierto que esto no es ser cristiano. Este no es el camino al cielo.

    A menudo, me preocupo mucho por los que escuchan el evangelio regularmente. Me preocupa que se acostumbren tanto a oír su doctrina, que se insensibilizan a su poder. Me temo que su fe se limite a una conversación incierta acerca de su propia flaqueza y corrupción, y algunas expresiones sentimentales acerca de Cristo, mientras ignoran totalmente la necesidad de luchar por Cristo de verdad y en la práctica. Cuídese de no caer en este mismo error. "Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores". ¡Sin victoria no hay corona! ¡Luche y venza! (Stg. 1:22).

    Jóvenes y señoritas y, especialmente los que se han criado en un hogar cristiano: Temo por ustedes. Temo que se acostumbren a ceder a las tentaciones. Temo que les dé miedo decirle "¡no!" al mundo y al diablo, y que cuando los pecadores los tientan, no tengan reparos en ceder. Tengan cuidado, les ruego que no cedan. Cada vez que lo hacen, se van debilitando. Salgan al mundo decididos a pelear la batalla de Cristo y a abrirse paso luchando.

    Creyentes en el Señor Jesús, de todas las iglesias y posiciones en la vida: Me identifico mucho con ustedes. Sé que su camino es difícil. Sé que la batalla que tienen que pelear es difícil. Sé que, a menudo, se sienten tentados a decir: "No vale la pena" y a bajar sus brazos.

    Anímense queridos hermanos y hermanas. Les ruego que sean valientes. Vean el lado positivo de su posición. Cobren aliento para seguir luchando. El tiempo es breve. El Señor viene pronto. La noche está avanzada. Millones de personas débiles como ustedes han peleado la misma batalla. Ni uno de todos esos millones ha terminado cautivo de Satanás. Sus enemigos son poderosos, pero el Capitán de su salvación es aún más poderoso. Su brazo, su gracia y su Espíritu los mantendrán en pie. Alégrense. No se desanimen.

    ¿Qué si pierde una batalla o dos? No las perderá todas. ¿Qué si a veces desmaya? No será destruido. Guárdese del pecado y el pecado no tendrá poder sobre usted. Resista al diablo y él huirá de usted. Aléjese audazmente del mundo y el mundo se verá obligado a dejarlo ir. Al final será más que vencedor.