"Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo ", Lucas 24:51
Nosotros no contamos con ninguna experiencia que sea equivalente a los acontecimientos que ocurrieron
en la vida de nuestro Señor después de la transfiguración. Desde entonces, su vida fue completamente
vicaria o sustitutiva. Hasta el momento de la transfiguración Él había mostrado la vida de un hombre
totalmente normal. Pero de allí en adelante (el Getsemaní, la cruz y la resurrección) nada nos resulta
familiar. Su cruz es la puerta por la que todo miembro de la raza humana puede entrar a la vida de Dios.
Por su resurrección Él tiene el derecho de dar vida eterna a toda persona y mediante su ascensión nuestro
Señor entra en el cielo y mantiene la puerta abierta para la humanidad.
La transfiguración tuvo su desenlace final en el monte de la ascensión. Si Jesús se hubiera ido al cielo
directamente desde el monte de la transfiguración, hubiera partido solo y no sería para nosotros más que
un personaje glorioso. Pero le dio la espalda a la gloria y descendió del monte para identificarse con la
humanidad caída.
La ascensión es el cumplimiento pleno de la transfiguración. Nuestro Señor regresó a su gloria original,
pero no simplemente como el Hijo de Dios. Él volvió a su Padre como el Hijo del hombre. Ahora todos
tenemos libre acceso al trono de Dios por medio de la ascensión del Hijo del hombre. En esta condición,
Jesucristo limitó deliberadamente su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia. Pero ahora estos
atributos son suyos con poder pleno y absoluto. Como el Hijo del hombre en el trono de Dios, ahora
Jesucristo tiene todo el poder. Desde su ascensión hasta el día de hoy Él es Rey de Reyes y Señor de
Señores.