IV. Causas por las cuales, rara vez, se logra una esperanza segura
Llego ahora al último tema que mencioné. Prometí explicar algunas causas por las cuales rara vez se llega a tener una esperanza segura. Lo haré brevemente.
Esta es una cuestión muy seria que debería motivarnos a todos a escudriñar profundamente nuestro corazón. Ciertamente, pocos entre el pueblo de Cristo, parecen alcanzar este bendito espíritu de seguridad. Muchos creen relativamente, pero pocos están convencidos. Muchos, comparativamente, tienen una fe salvadora, pero pocos aquella confianza gloriosa que brilla en el lenguaje de Pablo. Creo que tenemos que reconocer que este es el caso.
Ahora bien, ¿por qué es esto así? ¿Por qué lo que dos apóstoles recomendaron tan encarecidamente que buscáramos, es algo que pocos creyentes conocen por experiencia en estos días? ¿Por qué la esperanza segura es algo que rara vez se ve?
Quiero ofrecer humildemente varias sugerencias sobre el por qué. Sé que muchos, a cuyos pies me sentaría gustosamente, tanto en la tierra como en el cielo, nunca han alcanzado la seguridad. Quizá el Señor ve algo en el temperamento natural de algunos de sus hijos que no es idóneo para que ellos se sientan seguros. Quizá, a fin de mantener su salud espiritual, necesitan permanecer en esa condición. Sólo Dios lo sabe. No obstante, después de mucha especulación, me temo que hay muchos creyentes sin una esperanza segura, cuyos casos, muy a menudo, se deben a causas como las siguientes.
(1) Sospecho que una de las causas más comunes es un concepto defectuoso de la doctrina de la justificación.
Me inclino a pensar que existe una confusión en la mente de muchos creyentes acerca de la justificación y la santificación. Reciben la verdad del evangelio: Algo tiene que suceder dentro de nosotros, al igual que algo tiene que ser hecho para nosotros, si hemos de ser auténticos miembros de Cristo y hasta allí tienen razón. Pero luego, sin ser conscientes de ello, tal vez, parecen asimilar la idea de que su justificación es, en cierta medida, afectada por algo dentro de ellos mismos. No ven con claridad la obra de Cristo en ellos, ni su propia obra, ni en su totalidad ni en parte, ni directa o indirectamente, que es la base de la aceptación de Dios. Ignoran que la justificación es algo que realiza él sin nuestra intervención, por lo cual no requiere nada de nuestra parte, excepto sencillamente fe; y que el más débil pecador es justificado total y completamente tal como lo es el más fuerte17.
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17 La Confesión de Fe de Westminster da una descripción admirable de la justificación: "A los que Dios llama de una manera eficaz, también justifica gratuitamente, no infundiendo justicia en ellos, sino perdonándoles sus pecados y, contando y aceptando sus personas como justas; no por algo en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no por imputarles la fe misma, ni el acto de creer, ni alguna otra obediencia evangélica como su justicia, sino imputándoles la obediencia y satisfacción de Cristo; y ellos por la fe, le reciben y descansan en él y en su justicia. Esta fe no la tienen de ellos mismos. Es un don de Dios".