Nadie tiene mejor posibilidad de vigilar de cerca a sus propios corazones y vidas que aquellos que conocen la tranquilidad de vivir en estrecha comunión con Dios. Sienten que son privilegiados y temen perder su privilegio. Tiemblan ante la posibilidad de perder su posición y arruinar su tranquilidad por colocar nubarrones entre ellos y Cristo. El que va de viaje con poco dinero no tiene cuidado del peligro que pueda haber en su itinerario y no le importa lo tarde que viaje. Por el contrario, el que lleva oro y joyas es un viajero cauteloso. Considera bien sus caminos, su hospedaje y sus compañías, y no se expone a ningún riesgo. Un antiguo refrán, aunque muy poco científico, dice que las estrellas fijas son las que más tiemblan. El hombre que disfruta más plenamente de la luz del rostro reconciliado de Dios, será el hombre que tiembla por el solo miedo a perder sus benditas consolaciones y temeroso de hacer algo que contriste al Espíritu Santo.
Encomiendo estos cuatro puntos a la consideración seria de todo cristiano profesante. ¿Quisiera usted sentir los Brazos Eternos abrazándolo y oír todos los días la voz de Jesús acercándose a su alma y diciendo "Soy tu salvación"? ¿Le gustaría ser un obrero útil en la viña del Señor en su época y generación? ¿Quisiera ser conocido por todos los hombres como un seguidor de Cristo valiente, firme, decidido, fiel e inconmovible? ¿Quisiera tener una mente particularmente espiritual y santa? No dudo que algunos lectores dirán: "Estas son las cosas que precisamente nuestros corazones anhelan. Las ansiamos, pero parecen estar distantes".
La poca fe puede ser la causa de los fracasos
Ahora bien, ¿se le ha ocurrido alguna vez que haber descuidado la seguridad sea posiblemente la razón principal de sus fracasos; que la poca fe que satisface, puede ser la poca paz que siente? ¿Le resulta extraño que las gracias en usted desmayan y languidecen, mientras deja que la fe, que es la raíz y madre de todas ellas, se mantenga enclenque y débil?
Siga hoy mi consejo. Procure aumentar su fe. Procure tener una esperanza segura de su salvación como la del apóstol Pablo. Procure obtener una confianza sencilla en las promesas de Dios como la de un niño. Procure poder decir con Pablo: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Ti. 1:12).
Es muy probable que haya intentado otros modos y métodos, y haya fracasado completamente. Cambie su plan. Adopte otra táctica. Empiece a confiar implícitamente. Eche fuera su retraso falto de fe y crea lo que dice el Señor. Venga y humíllese con su alma y sus pecados a los pies de su Salvador. Comience simplemente creyendo y, pronto, todo lo demás le será agregado16.
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16 "Lo que provoca tanta perplejidad es que invirtamos el orden de Dios. Algunos dicen 'Si yo supiera que la promesa es para mí y que Cristo fue un Salvador para mí, podría creer'; es decir, primero quiero ver y después creeré. Pero el método correcto es justo al revés. Dijo David: 'Creí, por tanto hablé' (Salmo 116:10). Primero creyó y después vio". -Cardenal Leighton.