II. La importancia de "calcular el costo"
Quiero ahora, en segundo lugar, explicar por qué "calcular el costo" es de tanta importancia para el alma del hombre. Podría fácilmente resolver esta cuestión enunciando el principio de que ningún deber ordenado por Cristo puede alguna vez ser descuidado sin sufrir algún daño. Podría mostrar cuántos cierran los ojos durante toda la vida a la naturaleza de la fe que salva y se niegan a considerar lo que realmente cuesta ser cristiano. Podría describir esas escenas en las que, al final, cuando ya se les está escapando la vida, despiertan y hacen unos pocos esfuerzos espasmódicos por volver a Dios. Podría decir cuántos, para su sorpresa, descubren que el arrepentimiento y la conversión no son asuntos tan fáciles como suponían, y que cuesta "una gran suma" ser un verdadero cristiano. ¡Descubren que el hábito del orgullo, la indulgencia pecaminosa, el amor por lo que resulta fácil y la mundanalidad no son tan fáciles de abandonar como habían imaginado! ¡Y entonces, después de un esfuerzo débil, se dan por vencidos y parten del mundo sin esperanza, sin la gracia y sin ser aptos para encontrarse con Dios! Viven engañados toda la vida pensando que la fe cristiana sería algo fácil cuando se decidieran a tomarla en serio. Pero se les abren los ojos demasiado tarde y descubren, por primera vez, que están arruinados porque nunca "calcularon el costo".
Los que necesitan ser exhortados a "calcular el costo"
Pero existe una clase de personas en especial, a la que quiero hablar sobre esta parte de mi tema. Es una clase numerosa, que va en aumento y que en estos días está en inminente peligro. Diré algunas palabras para tratar de describirla. Merece nuestra cuidadosa atención.
Las personas a las que me refiero no son indiferentes a la religión: Piensan mucho en ella. No son ignorantes en cuanto a la religión, la conocen bastante bien. Pero su gran defecto es que no están "arraigados y afirmados" en su fe. Sucede con demasiada frecuencia que han adquirido su conocimiento de segunda mano, ya sea de sus familiares o porque les enseñaron religión, pero nunca se han ocupado de su propia experiencia interior. Sucede con demasiada frecuencia que han hecho una profesión de fe presionados por las circunstancias, por la emoción de sus sentimientos, por un entusiasmo animal o por un deseo fortuito de hacer lo mismo que hacen los demás, sin que hay una obra fehaciente de la gracia en sus corazones. Las personas así se encuentran en una posición inmensamente peligrosa. Son precisamente ellas, si es que valen de algo los ejemplos bíblicos, las que necesitan la exhortación a "calcular el costo".
Por no "calcular el costo", incontables hijos de Israel murieron miserablemente en el desierto entre Egipto y Canaán. Dejaron Egipto llenos de entusiasmo y fervor, como si nada pudiera detenerlos. Sin embargo, cuando encontraron peligros y dificultades en el camino, su aparente valentía pronto desapareció. Nunca se detuvieron a pensar en las dificultades. Pensaron que llegarían a la tierra prometida en unos pocos días. Pero cuando los enemigos, las privaciones, el hambre y la sed empezaron a probarlos, murmuraron contra Moisés, contra Dios y hubieran preferido volver a Egipto. En una palabra, no habían "calculado el costo" por lo que perdieron todo y murieron en sus pecados.
Por no "calcular el costo", muchos de los oyentes de nuestro Señor Jesucristo después de un tiempo se apartaron y "ya no andaban con él" (Jn. 6:66). Cuando al principio veían sus milagros y escuchaban su predicación, pensaban que "el reino de Dios aparecería inmediatamente". Se sumaron a sus apóstoles y lo siguieron sin pensar en las consecuencias. Pero cuando descubrieron que había doctrinas difíciles que creer, trabajo difícil que hacer y persecuciones que sufrir, su aparente fe desapareció inmediatamente y quedó en la nada. En una palabra, no habían "calculado el costo" y, consecuentemente, "naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti. 1:19).