Versículo para hoy:

sábado, 15 de septiembre de 2018

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -1- PR. SUGEL MICHELÉN

Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Jeremías 33:3.

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -2- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -3- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -4- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -5- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -6- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -7- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -8- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -9- PR. SUGEL MICHELÉN

EL CRISTIANO Y LA DEPRESIÓN -10- PR. SUGEL MICHELÉN

SEPTIEMBRE 15

“Y será aquel varón como escondedero contra el viento y como acogida contra el turbión”. Isaías 32:2.

Todos sabemos quién es este varón. ¿Quién podía ser sino el Segundo Hombre, el Señor del cielo, Varón de dolores, el Hijo del hombre? ¡Qué escondedero ha sido para su pueblo! Él mismo ha sufrido toda la fuerza del viento y así puede amparar a todos los que se refugian en Él. Así hemos escapado de la ira de Dios, y así escaparemos de la ira de los hombres, de los cuidados de esta vida y del temor de la muerte. ¿Por qué nos exponemos al viento, cuando podemos tan fácilmente y tan seguramente evitarlo escondiéndonos detrás de nuestro Señor? Que en este día corramos a Él y estemos en paz.

Muchas veces el viento de la aflicción se levanta con fuerza y llega a ser un turbión, que lo lleva todo por delante. Cosas que parecían estar firmes y estables, se tambalean con el viento, y muchas y grandes son las caídas de nuestra confianza carnal. Nuestro Señor Jesús, el Varón glorioso, es un refugio que nunca es derribado. Escondidos en Él, vemos pasar la tempestad arrolladora, pero nosotros mismos descansamos en tranquila seguridad.

Coloquémonos este día en nuestro escondedero y cantemos seguros bajo la protección de nuestro refugio: ¡Bendito Jesús! ¡Bendito Jesús! ¡Cómo te amamos! Y bien podemos, porque Tú eres un refugio en el tiempo de la tempestad.

FUENTE: Libro de Cheques del Banco de la Fe – Charles H. Spurgeon.