"El que cree en mí… de su interior brotarán…", Juan 7:38
Jesús no dijo: “El que cree en mí comprenderá todas las bendiciones que tiene por la plenitud de Dios”,
sino: “El que cree en mí, de él saldrá todo lo que reciba”. La enseñanza de nuestro Señor siempre
estuvo en contra de la realización personal. Su propósito no es el desarrollo del hombre, sino volverlo
exactamente como Él. Y el Hijo de Dios se caracteriza por la entrega de sí mismo. Si creemos en Jesús, lo
que realmente vale no es lo que ganamos, sino lo que Él vierte a través de nosotros. Su propósito no es
hacernos uvas hermosamente redondas, sino uvas de las que se pueda exprimir la dulzura. Nuestra vida
espiritual no se puede medir por el éxito, como lo hace el mundo, sino únicamente por lo que Dios
derrama a través de nosotros, lo cual no podemos medir de ninguna manera.
Cuando María de Betania quebró el vaso de perfume de mucho valor y lo derramó sobre la cabeza de
Jesús, hizo algo a lo que nadie más le vio sentido. De hecho, algunos dijeron: ¿Para qué se ha hecho este
desperdicio de perfume? (ver Marcos 14:3-9). Pero Jesús la elogió por su generoso acto de devoción,
diciendo: De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se
contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella. Nuestro Señor rebosa de gozo cuando ve que alguno
de nosotros hace lo mismo que María: No vivir atado a una serie particular de normas, sino
completamente sometido a Él. Dios derramó la vida de su Hijo "para que el mundo sea salvo por él", Juan
3:17. ¿Estamos dispuestos a dar nuestra vida por Jesús?
"El que cree en mí… de su interior brotarán ríos de agua viva" y centenares de vidas se refrescarán
continuamente. Es el momento de quebrar el “vaso” de nuestra vida. Ya es hora de parar de buscar
nuestra satisfacción personal y de derramar nuestra vida ante Él. Nuestro Señor está preguntando quién de
nosotros lo hará por Él.
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