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sábado, 21 de mayo de 2016

El lado positivo de sembrar y cosechar - Min. En Contacto

LECTURAS VESPERTINAS – MAYO 21

“Hay víveres en Egipto”. Génesis 42:2.

EL hambre se hacía sentir en todas las naciones y parecía inevitable que Jacob y su familia tendrían que sufrir grandes necesidades. Pero el Dios de la providencia, que nunca olvida a los que son objeto de su amor, había provisto un granero para los suyos, notificando a los egipcios en cuanto a la escasez e induciéndolos a almacenar el grano en los años de abundancia. Poca ayuda Jacob esperaba de Egipto, pero sin embargo allí estaba almacenado el trigo para él. Creyente, aunque aparentemente todas las cosas son contra ti, descansa seguro pues Dios tiene para ti una reserva. En la lista de dolores, hay una excepción. De alguna manera él te librará, y de algún modo te proveerá. El lugar desde donde vendrá tu socorro puede ser completamente insospechado, pero, sin duda, en los momentos de apuro, la ayuda vendrá, y tú magnificarás el nombre de Dios. Si los hombres no te alimentan, los cuervos lo harán. Si la tierra no te da trigo, el cielo te dará maná. Anímate, pues, y descansa tranquilo en el Señor. Dios puede hacer que el sol salga por el oeste, si así lo quiere, y transformará la fuente del dolor en el canal del placer. El trigo de Egipto estaba todo en manos del amado José; él abría o cerraba los graneros según su voluntad. Así también las riquezas de la providencia están todas dentro del poder absoluto de nuestro Señor Jesús, quien las repartirá a su pueblo generosamente. José estaba bien provisto para socorrer a su familia y Jesús no cesa de cuidar diligentemente a sus hermanos. Lo que nos corresponde a nosotros hacer es ir en busca de la ayuda que nos está provista. No debemos estar quietos, abatidos, sino movernos. La oración nos llevará pronto a la presencia de nuestro Hermano real. Una vez delante del trono, lo único que tendremos que hacer es pedir y obtener. Sus depósitos no están exhaustos. Hay trigo todavía. Su corazón no es duro, el dará trigo. Señor, perdona nuestra incredulidad, y constríñenos, esta noche, para que tomemos de tu plenitud y recibamos gracia por gracia.

Charles Haddon Spurgeon.