Versículo para hoy:

viernes, 28 de octubre de 2016

Una visión grande para un Dios grande - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – OCTUBRE 28

“Su cabeza, como, oro finísimo; Sus cabellos crespos, negros como el cuervo”. Cantares 5:11.

TODAS las comparaciones para describir al Señor Jesús fracasan, pero la esposa usa para ello la mejor comparación que tiene a su alcance. Por la cabeza de Jesús entendemos su Deidad, “porque la cabeza de Cristo es Dios”, entonces el lingote de oro purísimo es la mejor metáfora que se puede concebir; pero, sin embargo, todo es demasiado pobre para describir a un ser tan precioso, tan puro, tan querido y tan glorioso. Jesús no es sólo una pepita de oro, sino un vasto mundo de él; una inapreciable masa de tesoro que ni la tierra ni el cielo pueden superar. Las criaturas son mero hierro y barro; todas perecerán como madera, heno y hojarasca, pero la eterna Cabeza de la creación de Dios resplandecerá para siempre jamás. En él no hay mixtura ni la más pequeña señal de mezcla. El es para siempre infinitamente santo y enteramente divino. Los cabellos crespos representan su vigor varonil. En nuestro Amado no hay nada afeminado. El es el más viril de los hombres. Valiente como un león, laborioso como un buey, veloz como un águila. Aunque una vez fue despreciado y desechado entre los hombres, se halla en Jesús toda belleza concebible e inconcebible. La gloria de su cabeza no está rapada; al contrario, nuestro Amado está coronado para siempre con incomparable majestad. El cabello negro indica hermosura juvenil, pues Jesús tiene sobre él el rocío de la juventud. Otros decaen con los años, pero él es Sacerdote para siempre como lo fue Melquisedec. Otros vienen y desaparecen, pero él permanece por los siglos de los siglos como Dios sobre su trono. Esta noche lo contemplaremos y adoraremos. Los ángeles lo contemplan, sus redimidos, pues, no deben apartar de él sus miradas. ¿En qué lugar hay un Amado como él? ¡Oh, si pudiésemos tener con él un momento de comunión! ¡Afuera, intrusas inquietudes! Jesús me atrae y yo corro hacia él.

Charles Haddon Spurgeon.