Versículo para hoy:

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El regreso de un corazón herido - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – SEPTIEMBRE 7

“En la mar hay turbación; no se puede sosegar”. Jeremías 49:23.

SABEMOS poco en cuanto a qué turbación puede haber en la mar en estos momentos. Nosotros estamos seguros en nuestras tranquilas habitaciones, pero lejos, en el salado mar, la tempestad estará, quizás, segando las vidas de los hombres. ¡Oye cómo los genios de la muerte braman entre el cordaje, cómo cruje cada viga cuando las olas caen como demoledores arietes sobre la nave! ¡Dios te ayude, pobre marinero empapado y fatigado! ¡Mi oración se eleva al Señor del mar y de la tierra para que él calme la tormenta y te conduzca al deseado puerto! No sólo debo orar, debo también beneficiar a estos hombres intrépidos que constantemente arriesgan sus vidas. ¿He hecho alguna vez algo por ellos? ¿Qué puedo hacer? ¡Cuán a menudo el turbulento mar traga a los que navegan! Miles de cadáveres yacen en lo profundo donde están las perlas. Hay en el mar una turbación de muerte, que tiene su repercusión en el prolongado gemido de las viudas y de los huérfanos. La sal del mar está en muchos ojos de madres y de esposas. ¡Olas crueles, vosotras habéis devorado el amor de las mujeres y el sostén de las familias! ¡Qué resurrección habrá de los que yacen en lo profundo de la mar, cuando esta dé sus muertos! Hasta entonces, habrá turbación en la mar. La mar, como si quisiera mostrar su simpatía con los dolores de la tierra, está siempre agitándose a lo largo de mil riberas; gimiendo con un gemido lastimero, igual al de sus aves; retumbando con estrepitoso estallido de desasosiego; enfureciéndose con ruidoso disgusto; irritándose con enardecida ira y riñendo con los ruidos de diez mil guijarros. El rugido de la mar, quizás sea placentero para algún espíritu alegre, pero para el hijo del dolor, el océano es más triste que la tierra. Este no es nuestro reposo; las inquietas olas nos dicen que es así. Hay un mundo donde no habrá más mar; nuestros rostros están resueltamente puestos en él. Estamos yendo al lugar del cual el Señor nos ha hablado. Hasta entonces seguiremos echando nuestras aflicciones sobre el Señor, que anduvo sobre la mar y que hizo para su pueblo una senda a través de sus profundidades.

Charles Haddon Spurgeon.