Versículo para hoy:

martes, 4 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

V. La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de él

    Lo último que supone que debemos aprender de estos versículos es lo siguiente: La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de Cristo.

    "Hoy", le dice nuestro Señor al ladrón arrepentido, "hoy estarás conmigo en el paraíso". No menciona ningún periodo distante. No habla de entrar a un estado de felicidad como algo "lejano". Habla de hoy, "este día mismo que estás colgado en la cruz".

    ¡Qué cercano parece eso! ¡Qué extremadamente cerca nos traen esas palabras a nuestra morada eterna! Felicidad o sufrimiento, dolor o gozo, la presencia de Cristo o la compañía de los demonios, están todos cerca de nosotros. "Hay un paso", dice David, "entre mí y la muerte" (1 S. 20:3). Podemos decir que hay sólo un paso entre nosotros y el paraíso o el infierno.

    Ninguno de nosotros entiende esto lo bien que debiera. Ha llegado el momento de quitarnos las ideas sobre este tema que son producto de nuestra imaginación. Tenemos la tendencia de hablar y pensar, aun refiriéndonos a creyentes, como si la muerte fuera un largo viaje y como si el santo que ha muerto se ha embarcado en una larga travesía. ¡Esto es un error, un puro error! Su puerto seguro y su patria celestial están cerca y ya han entrado en él.

    Algunos sabemos, por amarga experiencia, qué largo se nos hace el tiempo entre la muerte de un ser querido y la hora cuando lo sepultamos fuera de nuestra vista. Esas horas son las más lentas, tristes y pesadas de nuestras vidas. Pero, bendito sea Dios, las almas de los santos que han partido están libres desde el instante mismo cuando dieron su último aliento. Mientras nosotros lloramos, se está preparando el ataúd, se tiene el velorio y se llevan a cabo los últimos arreglos, el espíritu de nuestro ser querido está disfrutando de la presencia de Cristo. Se encuentra libre para siempre de la carga de la carne. Está donde "los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas" (Job 3:17).

    En el preciso momento en que el creyente muere, está en el paraíso. Su batalla ha acabado, sus luchas han terminado. Ha pasado por el valle sombrío que un día tendremos que pasar nosotros, ha cruzado el río tenebroso que un día tendremos que cruzar nosotros. Ha bebido la última copa amarga que el pecado le preparó, ha llegado al lugar donde ya no hay aflicciones y lamentos. ¡No debemos desear que regrese de donde está! No debemos llorar por él, sino por nosotros mismos.

    Nosotros todavía estamos batallando, en cambio él está en paz. Nosotros estamos trabajando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos velando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos vistiendo nuestra armadura espiritual, en cambio él se la ha quitado para siempre. Nosotros todavía estamos de viaje, en cambio él está en puerto seguro. Nosotros tenemos lágrimas, en cambio él tiene gozo. Nosotros somos extranjeros y peregrinos, en cambio él está en su hogar permanente. ¡No hay duda de que los muertos en Cristo están mejor que los vivos! ¡No hay duda de que desde el preciso instante en que el santo muerte, está inmediatamente en una posición mucho más elevada y más feliz que el más feliz sobre la faz de la tierra!5

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5 "Te damos gracias porque te ha placido librar a este, tu hermano, de los sufrimientos de este mundo pecador". -Burial Service (Servicio fúnebre) de la Iglesia Anglicana.

"Tengo buenas nuevas para dar. Un ser querido tuyo ha terminado su batalla, ha recibido respuesta a sus oraciones y sobre un gozo eterno descansa su sien. Mi esposa querida, el origen de mis mejores momentos terrenales durante veinte años, partió el martes". -Carta de Venn a Stillingfleet, anunciando el fallecimiento de su esposa.

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    Me temo que abundan fantasías sobre esta realidad. Me temo que muchos que no son católicos romanos y profesan no creer en el purgatorio, no obstante, tienen ideas extrañas sobre las consecuencias inmediatas de la muerte.

    Me temo también que muchas personas tienen una especie de noción indefinida de un intervalo o espacio de tiempo entre la muerte y su estado eterno. Se imaginan que estarán pasando por algún proceso purificador y que, aunque mueren ineptos para el cielo, ¡al final serán encontrados idóneos para él!

    Pero esto es totalmente equivocado. No sucede ningún cambio después de la muerte, no hay ninguna conversión en la tumba, no hay un nuevo corazón después del último suspiro. El mismo día en que partimos, lo hacemos para siempre, el día que partimos de este mundo, comenzamos una condición eterna. Desde ese día no hay ninguna alteración del alma, ningún cambio espiritual. Así como morimos, así recibiremos nuestra parte después de la muerte; "en el lugar que el árbol cayere, allí quedará" (Ec. 11:3).

    Si usted no es cristiano, esto debiera hacerlo pensar. ¿Sabe que está cerca del infierno? Puede morir este mismo día y, si no muere en Cristo, abrirá inmediatamente sus ojos en el infierno y en medio de tormentos.

    Si es usted un cristiano auténtico, está mucho más cerca del cielo de lo que cree. Si el Señor se lo llevara este mismo día, se encontraría en el paraíso. La tierra prometida está muy cerca de usted. Si cerrara sus ojos en medio de debilidad y dolor, se abrirían inmediatamente en medio de un descanso glorioso imposible de describir.

Conclusión

    Diré ahora unas pocas palabras a manera de conclusión.

    (a) Este escrito puede caer en las manos de un pecador humilde y contrito. ¿Es usted uno de ellos? Entonces aquí le tengo palabras de aliento. Tome nota de lo que hizo el ladrón arrepentido y haga usted lo mismo. Tome nota de cómo oró, cómo llamó a Jesucristo; tome nota de la respuesta de paz que obtuvo. Hermano o hermana, ¿por qué no hace usted lo mismo? ¿Por qué no habría de ser salvo usted también?

    (b) Este escrito puede caer en manos de un soberbio y presumido mundano. ¿Es usted uno de ellos? Entonces preste atención a mi advertencia. Tome nota de que el ladrón impenitente murió tal como había vivido y tenga cuidado de no llegar a un final igual. Oh, hermana o hermano errado, ¡no esté tan confiado, no sea que muera en sus pecados! Busque al Señor mientras puede ser hallado. Vuélvase al Señor, ¿por qué habría de morir sin él?

    (c) Este escrito puede caer en manos de un creyente que profesa a Cristo. ¿Es usted uno de ellos? Entonces tome la fe del ladrón arrepentido como criterio para medir su propia fe. Asegúrese de saber lo que es el verdadero arrepentimiento y la fe salvadora, la humildad auténtica y el amor ferviente. Hermano o hermana, no se satisfaga con la norma del mundo acerca del cristianismo. Piense como el ladrón arrepentido, eso es ser sabio.

    (d) Este escrito puede caer en manos de alguien que está llorando por creyentes que han partido. ¿Es usted uno de ellos? Entonces reciba consuelo de este pasaje. Note cómo sus seres queridos están en las mejores manos. No pueden estar mejor. Nunca estuvieron tan bien en su vida como lo están ahora. Están con Jesús, a quien sus almas amaban sobre la tierra. ¡Oh, ya basta de sus lamentos egoístas! Regocíjese porque están libres de aflicciones y han entrado en su descanso.

    (e) Y este escrito puede caer en las manos de algún siervo de Cristo entrado en años. ¿Es usted uno de ellos? Entonces vea por medio de estos versículos cuán cerca está de su patria celestial. Su salvación está más próxima que cuando recién creyó. Unos pocos días más de trabajo y aflicción, y el Rey de reyes mandará a buscarlo y, en un instante, su batalla habrá terminado y estará en completa paz.