"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano y entonces vuelve y presenta tus ofrendas", Mateo 5:23-24
Es fácil imaginar que llegaremos a un punto en nuestra vida donde estaremos completamente listos; pero
la preparación no se produce de manera instantánea. De hecho, es un proceso que debe continuar
ininterrumpidamente. Es peligroso estancarnos en nuestro nivel actual de experiencia. La vida cristiana
exige preparación y más preparación.
El nuevo creyente se siente atraído de inmediato por el sentido de sacrificio. Lo que más nos atrae hacia
Jesucristo, hablando en términos humanos, es la conciencia que tenemos de lo heroico. Pero el escrutinio
de sus palabras súbitamente pone a prueba esta ola de entusiasmo. "Ve, reconcíliate primero con tu
hermano". El "ve" de la preparación consiste en permitir que la Palabra de Dios te escudriñe. Tu sentido
heroico del sacrificio no es suficientemente bueno. Lo que el Espíritu Santo detecta en tu vida es la
naturaleza que nunca podrá serle útil. Sólo Dios podrá descubrir esa naturaleza en ti. ¿Tienes algo que
ocultarle? Si es así deja que Él te escudriñe con su luz. Si hay pecado en tu vida, no solamente debes
admitirlo, sino confesarlo. ¿Estás dispuesto a obedecer a tu Señor y Maestro, por mucho que sea
humillado tu derecho sobre ti mismo?
Nunca pases por alto una convicción que venga del Espíritu Santo. El hecho de que Él la haya traído a tu
mente significa que es lo suficientemente importante y, por eso, la está sacando a la luz. Mientras buscas
algo grande a lo cual renunciar Dios te está hablando de algo muy pequeño; pero detrás de eso se halla el
principal baluarte de la obstinación: "No quiero renunciar a mi derecho a mí mismo". Sin embargo,
precisamente este es el aspecto al cual Dios quiere que renuncies, si has de ser un discípulo de Jesucristo.
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