Aplicaciones prácticas
Ahora concluiré este capítulo con unas palabras de aplicación práctica.
(a) Las primeras serán en forma de una pregunta. ¿Cuál será esa pregunta? ¿Qué preguntaré? Regresaré al punto con el que comencé. Iré a la primera frase de este capítulo, personalizándola. Pregunto: ¿Es usted miembro de la única Iglesia verdadera de Cristo? ¿Es usted, en el mejor sentido, un "hombre de iglesia" a los ojos de Dios? Ahora ya sabe lo que quiero decir. Miro mucho más allá de la Iglesia Anglicana. No estoy hablando de una denominación o grupo en particular. Hablo de "la Iglesia edificada sobre la Roca". Le pregunto con toda seriedad: ¿Es usted miembro de esa Iglesia? ¿Está usted unido al gran Fundamento? ¿Está cimentado sobre la Roca? ¿Ha recibido al Espíritu Santo? ¿Testifica el Espíritu a su espíritu de que usted es uno con Cristo y Cristo con usted? Le ruego, en el nombre de Dios, que tome a pecho estas preguntas y reflexione bien sobre ellas. Si no se ha convertido, no pertenece todavía a "la Iglesia sobre la Roca".
Si no puede dar una respuesta satisfactoria a mis preguntas, tome en cuenta cada uno de mis lectores su propia condición. Tenga cuidado, tenga cuidado de no arruinar su alma para toda la eternidad. Tenga cuidado, no sea que al final de cuentas las puertas del infierno prevalezcan contra usted, que el diablo declare que usted le pertenece y sea echado fuera para siempre. Tenga cuidado de no ser arrojado al abismo desde la tierra donde hay tantas Biblias, que le hubieran podido ayudar a evitar su derrota, y a la vista del evangelio de Cristo que lo hubiera podido salvar. Tenga cuidado que no vaya a estar a la izquierda de Cristo en el día final, un episcopal perdido o un presbiteriano perdido o un bautista perdido o un metodista perdido, perdido debido a que por su celo por su propia denominación y su propia Cena del Señor, nunca se hizo miembro de la única Iglesia verdadera.
(b) Mis segundas palabras de aplicación serán una invitación. Se las dirijo a todo el que todavía no es un verdadero creyente: Venga y súmese sin dilación a la única Iglesia verdadera. Venga y únase al Señor Jesucristo en un pacto eterno que nunca será olvidado.
Considere bien lo que digo. Le encargo con toda seriedad que no malentienda el significado de mi invitación. No le pido que deje la iglesia visible a la cual pertenece. Aborrezco toda idolatría a los formulismos y partidismos. Detesto al espíritu proselitista. Pero sí le pido que acuda a Cristo y sea salvo. El día de decisión, tarde o temprano, tiene que llegar. ¿Por qué no hoy mismo, en este mismo momento? ¿Por qué no este día mientras el día dura? ¿Por qué no esta misma noche, antes de que claree la mañana? Venga a él, quien murió por los pecados en la cruz e invita a todos los pecadores que vengan a él por fe para ser salvos. Venga a mi Señor Jesucristo.
Venga, le ruego, porque ya todo está preparado. La misericordia lo está. El cielo lo está. Los ángeles lo esperan para regocijarse por usted. Cristo lo recibirá con gozo y le dará la bienvenida entre sus hijos. Venga al arca. El diluvio de la ira de Dios se desatará pronto sobre la tierra, venga al arca y sea salvo.
Entre en el bote salvavidas de la única Iglesia verdadera. ¡Este viejo mundo pronto se hará pedazos! ¿Oye usted sus temblores? El mundo no es más que un viejo barco encallado en un banco de arena. La noche ya está avanzada y las olas comienzan a subir, el viento comienza a soplar y la tormenta pronto destruirá el viejo barco naufragado. Pero el bote salvavidas ha sido echado al agua y nosotros, los ministros del evangelio, le rogamos que entre en el bote y sea salvo. Le rogamos que se levante ya y venga a Cristo.
Se pregunta usted: "¿Cómo puedo venir? Mis pecados son demasiados. Todavía soy muy impío. No me animo a venir". ¡Fuera con ese pensamiento! Es Satanás que lo tienta. Venga a Cristo como un pecador. Venga tal como está. Reflexione en las palabras de aquel himno tan hermoso:
sin más confianza que tu amor,
ya que me llamas, acudí,
Cordero de Dios, heme aquí".
Esta es la manera de venir a Cristo. No se quede esperando nada ni se demore por ninguna razón. Venga como un pecador hambriento que busca satisfacer su apetito, un pecador pobre para enriquecerse, un pecador sin méritos para vestirse de justicia. Si viene, Cristo lo recibe. Cristo dice: "Al que a mí viene, no le echo fuera". ¡Oh! Venga, venga a Jesucristo. Venga a la "Iglesia verdadera" por fe y sea salvo.
(c) Por último, quiero dar una palabra de exhortación a todo creyente auténtico que tiene este escrito en sus manos.
Procure vivir una vida santa. Ande como es dino de la Iglesia a la cual pertenece. Viva como un ciudadano del cielo. Haga que su luz brille delante de los hombres para que el mundo se beneficie por su conducta. Hágales saber a quién pertenece y a quién sirve. Sea una epístola de Cristo, conocida y leída por todos, escrita con letras tan claras que nadie pueda decir de usted: "No sé si este hombre es un miembro de Cristo o no". El que nada sabe de santidad real y práctica no es miembro de "la Iglesia sobre la Roca".
Procure vivir una vida valiente. Confiese a Cristo delante de los hombres. Sea cual sea su posición, en esa posición confiese a Cristo. ¿Por qué habría usted de avergonzarse de él? Él no se avergonzó de usted en la cruz. Él está listo para confesarlo a usted ante su Padre en el cielo. ¿Por qué habría usted de avergonzarse de él en la tierra? Sea valiente. Sea muy valiente. El buen soldado no se avergüenza de su uniforme. El verdadero cristiano nunca debiera avergonzarse de Cristo.
Procure vivir una vida gozosa. Viva como alguien que tiene esta bendita esperanza: La segunda venida de Jesucristo. Este es el acontecimiento que todos debemos esperar con expectación. No es tanto la idea de ir al cielo, sino que el cielo venga a nosotros lo que debiera llenar nuestra mente. "Vienen buenos tiempos" para todo el pueblo de Dios, buenos tiempos para toda la Iglesia de Cristo, buenos tiempos para todos los creyentes; malos tiempos para el impenitente y el incrédulo, pero buenos tiempos para el cristiano auténtico. Esperemos, velemos y oremos por esos buenos tiempos.
El andamiaje pronto será quitado. La última piedra pronto será colocada. La piedra final será instalada en el edificio. Un poco más de tiempo y la belleza total de la Iglesia que Cristo está edificando será vista claramente.
El gran Maestro Constructor pronto vendrá. El edificio sin ninguna imperfección será exhibido ante los mundos reunidos. El Salvador y los salvos se regocijarán juntos. Todo el universo reconocerá que en la edificación de la Iglesia de Cristo todo se hizo a la perfección. "Bienaventurados" se dirá en aquel día, si nunca fue dicho antes: "¡Bienaventurados todos los que pertenecen a la Iglesia sobre la Roca!"