Versículo para hoy:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” -2 Corintios 5:14-15
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viernes, 4 de enero de 2019
4 de enero – EL DISCÍPULO A QUIEN JESÚS AMÓ
En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó
su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por
nuestros hermanos. 1 Juan 3:16.
Si tú anhelas ser «el
discípulo a quien Jesús amó», empieza pronto. Yo supongo que Juan tendría entre
veinte y veinticinco años cuando se convirtió; sea como sea, era un hombre
bastante joven. Todas las imágenes que hemos recibido de él, aunque no les
concedo gran valor, no obstante, coinciden con el hecho de su juventud. La
piedad juvenil tiene la oportunidad más ventajosa de convertirse en piedad
eminente. Si empiezas pronto a andar con Cristo, mejorarás tu paso y el hábito
crecerá en ti. El que se hizo cristiano en los últimos años de su vida,
escasamente alcanzará el primer grado por falta de tiempo y por la influencia
entorpecedora de viejos hábitos. Pero el que comienza pronto está sembrando en
buen terreno, con un aspecto soleado y debe llegar a la madurez.
Si quieres convertirte
en el hombre a quien Jesús ama, cultiva un afecto fuerte y deja que tu
naturaleza sea tierna y gentil. El hombre que de forma habitual está de mal
humor y enojado, no puede andar con Dios. Un hombre de temperamento presuroso y
violento que nunca trata de corregirlo o el hombre en quien hay un recuerdo
malévolo de las heridas, como un fuego que arde en las ascuas, no puede ser el
compañero y amigo de Jesús, cuyo espíritu es de naturaleza opuesta. El Señor
aprueba un corazón lastimero, compasivo, desinteresado y generoso. Debes estar
dispuesto a dar no solo tu comodidad, sino hasta tu vida por los hermanos. Vive
en el gozo de otros, como hasta los santos hacen en el cielo. Así te
convertirás en un hombre muy amado.
A través de la Biblia en un año:
Mateo 7 - 8
3 de enero – SACERDOTES DEL ALTÍSIMO
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel
que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9.
¡Alguien como Jesús en
alguien como yo! ¡El Rey de gloria en el seno de un pecador! Esto es un milagro
de la gracia, sin embargo, es lo suficientemente sencillo. Una fe humilde, que
se arrepiente, abre la puerta y Jesús entra de una vez en el corazón. El amor
cierra la puerta con la mano de la penitencia, la vigilancia santa mantiene
alejados a los intrusos. Y así se cumple la promesa: «Mira que estoy a la
puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con
él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). La meditación, la contemplación, la
oración, la alabanza y la obediencia diaria mantienen la casa en orden para el
Señor. Y luego viene la consagración de toda nuestra naturaleza para su uso
como un templo, la dedicación del espíritu, el alma y el cuerpo y de todos sus
poderes como vasijas santas del santuario. Es como escribir «santidad al Señor»
en todo lo que nos rodea, hasta que nuestras ropas del diario se conviertan en
vestiduras, nuestras comidas en sacramentos, nuestra vida en un ministerio y
nosotros mismos en sacerdotes del Altísimo. ¡Qué suprema condescendencia de
este morar dentro de nosotros! Él nunca moró en un ángel pero reside en un
espíritu contrito. Hay un mundo de significado en las palabras del Redentor «Yo
en ellos». Que las conozcamos como las traduce Pablo: «Cristo en ustedes, la
esperanza de gloria».
A través de la Biblia en un año: Mateo 5
- 6
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