"Si alguno ve a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte", 1 Juan 5:16
Si no le prestamos atención a la manera en que el Espíritu de Dios obra en nosotros, nos volveremos unos
hipócritas espirituales.
Cuando vemos dónde falla la gente, transformamos nuestro discernimiento en la burla y el desdén de la
crítica y no en intercesión a su favor. Dios nos revela estas verdades sobre otras personas no por la
agudeza de nuestra mente, sino por el discernimiento directo de su Espíritu. Si no le prestamos atención a
cual es la fuente de la revelación, nos volvemos focos de crítica y olvidamos que Dios dice: "Pedirá y
Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte". Ten cuidado, no sea que te
conviertas en un hipócrita al gastar todo tu tiempo tratando de corregir a los demás, en lugar de tú mismo
ser hallado adorando a Dios.
Una de las cargas más sutiles que Dios nos coloca como santos es la del discernimiento con respecto a
otros. Él nos da revelación para que podamos aceptar la responsabilidad de esas almas delante de El y
para que se forme en nosotros la mente de Cristo sobre ellas. Debemos interceder de acuerdo con lo que
Dios dice que nos concederá, es decir, vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte.
No es que nosotros ponemos a Dios en contacto con nuestra mente, sino que levantamos y avivamos hasta
el punto de que Él puede impartirnos su mente acerca de las personas por las que intercedemos. ¿Puede
Jesucristo ver en nosotros los mismos dolores de parto que hay en Su alma? No, a menos que estemos tan
identificados con Él que tengamos Su perspectiva acerca de las personas por quienes oramos. ¡Que
podamos aprender a interceder con todo nuestro corazón para que Jesucristo esté satisfecho con nosotros
como intercesores!