"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" Mateo 5:8
La pureza no es inocencia, es mucho más. Es el resultado de una continua armonía espiritual con Dios.
Nosotros debemos crecer en pureza. Nuestra vida con Dios puede encontrarse bien y la pureza interior
seguir inmaculada y, con todo, nuestra vida exterior podría estar sucia y manchada. Dios no nos protege
de esta posibilidad, porque así comprendemos que es necesario mantener nuestra visión espiritual
mediante la pureza personal. Si la parte externa de nuestra vida espiritual con Dios se ha deteriorado en lo
más mínimo, debemos dejar a un lado todo lo demás hasta corregirla. Recuerda que la visión espiritual
depende de nuestro carácter porque son los de limpio corazón quienes verán a Dios.
Dios nos purifica por su gracia soberana, pero hay algo que debemos vigilar cuidadosamente: Esta vida
corporal mediante la cual entramos en contacto con otras personas y con otros puntos de vista tiene la
inclinación a mancharse. No sólo debemos mantener bien con Dios nuestro "santuario interior", sino que
también debemos llevar los "atrios exteriores" a una perfecta armonía con la pureza que Dios nos otorga
por su gracia. Cuando el atrio exterior se mancha, nuestro entendimiento y visión espirituales se empañan
inmediatamente. Querer mantener la intimidad personal con el Señor Jesucristo implica negarnos a hacer
e incluso a pensar ciertas cosas, algunas de las cuales son lícitas, pero no las tocaremos.
Una ayuda práctica para que mantengas la pureza personal en tus relaciones con otras personas consiste
en comenzar a verlas como Dios las ve. Entonces te dices a ti mismo: Ese hombre, o esa mujer, ¡perfecto
en Cristo Jesús! Ese amigo, o ese pariente, ¡perfecto en Cristo Jesús!
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