"Porque del corazón salen...", Mateo 15:19
Nosotros empezamos a confiar en nuestra ignorancia llamándola inocencia y luego confiamos en nuestra
inocencia llamándola pureza. Pero cuando oímos las escabrosas afirmaciones de nuestro Señor que siguen
a este versículo, nos sobrecogemos y decimos “Nunca sentí en mi corazón ninguna de esas cosas
terribles". Nos resentimos por lo que Él nos revela. Si Jesucristo no es la autoridad suprema en el corazón
humano, entonces Él no es digno de que le prestemos ninguna atención. ¿Estoy listo para confiar en la
penetración de su Palabra en mi corazón, o prefiero confiar en mi "ignorancia inocente”? Si pongo a
prueba la inocencia de mi vida de la cual estoy consciente, probablemente me sorprenda de manera desagradable por la verdad de las palabras de Jesús y sentiré pánico por la iniquidad y la perversidad que
hay en mí. Pero, mientras continúe en la falsa seguridad de mi propia "inocencia", estoy viviendo en el
paraíso de los tontos, feliz por mi ignorancia. Si nunca he sido un sinvergüenza malvado, se debe a una
mezcla de cobardía y del sentido de protección que me brindan mis buenos modales y mi educación. Pero
cuando quedo desnudo delante de Dios, encuentro que Él tiene razón en su diagnóstico de mí.
Lo único que provee verdadera protección es la redención de Jesucristo. Si sencillamente me someto a Él,
nunca tendré que experimentar el malvado potencial que encierra mi corazón. La pureza es demasiado
profunda para que yo la pueda alcanzar por medios naturales pero cuando el Espíritu de Dios entra en mí,
coloca en el centro de mi vida el mismo Espíritu que se manifestó en la vida de Jesucristo, es decir, el
Espíritu Santo, quien es completamente puro y sin mancha.
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