¡Qué cosa tan notable es la
magnitud del juicio mediante el diluvio! Son muchos los que hoy en día
preguntan: “¿Fue el diluvio universal?” Es muy difícil contestar a esto, pero
hay una cosa que sí está clara: el diluvio destruyó la civilización de esa
época. “Por lo cual el mundo de entonces”, dice Pedro, “pereció anegado en
agua” (2 Pedro 3:6). La civilización de aquella época llegó a un fin súbito y
precipitado. Las Escrituras nos advierten a lo largo de las mismas acerca de
toda la extensión y lo repentino del juicio de Dios. Cada día da testimonio
de la manera tan repentina en que la muerte puede sobrevenir a las personas.
Esto es algo que me quedó a mí
perfectamente claro cuando tuve un accidente que fue casi fatal. Conduciendo
por la autopista, me disponía a entrar en otra carretera cuando un hombre en
una camioneta, esperando junto a la carretera, de repente se me colocó
delante cuando yo iba a unas sesenta y cinco millas por hora. Mi pensamiento
inmediato fue: “Bueno, aquí estoy y no voy a salir con vida”, porque me
pareció imposible. Pero por la gracia de Dios pude dar un viraje alrededor de
él, colocándome delante, y se paró lo suficiente como para que pudiera
pasarle y ninguno de los dos salió herido, pero estuve a punto de tener un
accidente.
Esto es algo que puede suceder
también en cualquier época, que es todo el significado de este pasaje. La
estructura de nuestra sociedad puede volverse tan corrompida que ya no pueda seguir apoyándose en sí misma. Al igual que un velero en la tempestad, aparece
una rasgadura en su vela que se abre rápidamente y antes de mucho tiempo todo queda en
jirones y se produce un colapso total una vez que ha comenzado el proceso.
Esa es la lección del diluvio. Está
claro, basándonos en esto, que las grandes y fatídicas preguntas sobre la fe
se nos hacen en privado y casi de manera inaudible. Rara vez se dirige Dios a
nosotros mediante momentos dramáticos de decisión. Sin duda estas personas
que pasaron por el diluvio hubiesen deseado que los truenos aparecieran con una semana de adelanto, lo cual les habría dado una indicación
de lo que estaba a punto de suceder. Pero los cielos están despejados y Noé
se ha encerrado en el arca mientras no hay aún señal física del juicio
inminente. Están encerrados tanto si han creído como si no han creído en la
oferta que les hizo Dios por medio de Noé.
El otro día una señora me entregó
una nota de su hijo que decía: “Cuando vea al mundo quemándose en obediencia
a las profecías, entonces creeré”. Entonces será demasiado tarde, que es lo
mismo que dijeron aquellas personas. Cuando oigamos el sonido de la lluvia y
escuchemos los truenos, creeremos. Pero Dios había cerrado la puerta, y era
demasiado tarde.
¿Se toma usted esto en serio? Usted
puede morirse mañana. La gran pregunta de las Escrituras es que si la vida es
así de incierta, ¿por qué no vivirla ahora? No en la muerte vacía del delirio
del mundo, sino mediante el impacto del poder del Espíritu, sabiendo que lo
que es realmente vital se mantiene a salvo en el arca de Jesucristo
“reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de
Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo final”, dice el apóstol Pedro (1 Pedro 1:4-5).
Señor, te doy gracias por este día.
Permíteme vivirlo sabiendo que es un don y que en cualquier momento Tú puedes
decidir llevarme al hogar.
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Aplicación a la vida
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Muchas personas han escuchado la
historia de Noé y el diluvio. ¿Cuál es la lección del diluvio acerca de la
cual todo el mundo debería meditar? ¿Hemos entrado nosotros totalmente en
el arca de Jesucristo?
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Versículo para hoy:
domingo, 26 de abril de 2020
26 de abril - El final de lo antiguo - Ray Stedman
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