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jueves, 12 de septiembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

III. Diferencia entre justificación y santificación

En último lugar, me propongo considerar la diferencia entre justificación y santificación. ¿En qué coinciden y en qué difieren?

Esta rama de nuestro tema es de gran importancia, aunque me temo que no lo consideren así todos mis lectores. La trataré brevemente, pero no me atrevo a pasarla totalmente por alto. Muchos no van más allá de lo superficial de las cosas en la religión y consideran las buenas diferencias teológicas como cuestión de "preguntas y nomenclaturas" que son de poco valor real. Pero advierto a todos los que consideran seriamente las cuestiones del alma, que la gran inquietud que sienten por no "distinguir entre las cosas en que difieren" en la doctrina cristiana, es muy grande y les aconsejo, de manera especial, que si aman la paz, busquen conceptos claros sobre el tema que nos ocupa. Tenemos que recordar siempre que justificación y santificación son dos cosas diferentes. No obstante, hay puntos en los cuales coinciden y puntos en que difieren. Tratemos de encontrar cuáles son.

¿En qué sentido, pues son iguales la justificación y santificación?

(a) Ambas proceden originalmente de la gracia de Dios. Es únicamente por su gracia que el creyente es justificado o santificado.

(b) Ambas son parte de la gran obra de salvación que Cristo, en el pacto eterno, ha realizado para bien de su pueblo. Cristo es la fuente de vida, de la cual fluyen, tanto el perdón como la santidad. La raíz de cada una es Cristo.

(c) Ambas están en una misma persona. Aquellos que son justificados, siempre son santificados y aquellos que son santificados, son siempre justificados. Dios ha unido en una sola persona la justificación y la santificación, y no pueden ser separadas.

(d) Ambas comienzan al mismo tiempo. El momento en que una persona comienza a ser una persona justificada, comienza también a ser santificada. Quizá no lo perciba, pero esta es la realidad.

(e) Ambas son necesarias para la salvación. Nadie ha llegado al cielo sin un corazón renovado, al igual que perdonado; sin la gracia del Espíritu, al igual que la sangre de Cristo; sin idoneidad para la gloria eterna, al igual que un título. Una es tan necesaria como la otra.

Estos son los puntos en que coinciden la justificación y santificación.

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