(a) La justificación, es Dios declarando justos a aquellos que reciben a Cristo, basándose en que la justicia de Cristo es imputada a la cuenta de aquellos que lo reciben. La santificación es, de hecho, hacer justo al hombre en su interior, aunque sea en un grado muy débil.
(b) La justicia que tenemos para nuestra justificación no es nuestra, sino que es la eterna y perfecta justicia de nuestro gran Mediador Cristo, que nos es imputada y de la cual nos apropiamos por fe. La justicia que tenemos por santificación es nuestra propia justicia, impartida, inherente y realizada en nosotros por el Espíritu Santo, pero mezclada con debilidades e imperfecciones.
(c) En la justificación, nuestras propias obras no tienen nada que ver y una fe sencilla en Cristo es lo único necesario. En la santificación nuestras propias obras son de suma importancia y, por eso, Dios nos insta a luchar, a velar, orar, esforzarnos y trabajar.
(d) La justificación es una obra terminada y completa, y el hombre es justificado perfectamente en el instante cuando cree. La santificación, comparativamente, es una obra imperfecta y nunca ser[a perfecta hasta que lleguemos al cielo.
(e) La justificación no incluye crecimiento ni aumento: El hombre es justificado en la hora cuando inicialmente acude a Cristo por fe, tal como lo será por toda la eternidad. La santificación es, principalmente una obra progresiva e incluye un crecimiento y aumento continuo durante toda la vida.
(f) La justificación se refiere, en especial a nuestra persona, nuestra posición ante los ojos de Dios y nuestra liberación de culpa. La santificación se refiere, en especial, a nuestra naturaleza y la renovación moral de nuestro corazón.
(g) La justificación nos da el derecho al cielo y la valentía para entrar en él. La santificación es el proceso que se inicia con la justificación y nos va preparando para ir al cielo, y a disfrutarlo cuando moremos en él.
(h) La justificación es el acto en el que la justicia de Cristo se imputa al creyente y no es fácil que otros la disciernan. La santificación es la obra de Dios dentro de nosotros y, porque su manifestación es externa, no puede esconderse de la vista de los demás.
Encomiendo estas diferencias a la atención de mis lectores y les pido que reflexionen bien sobre ellas. Estoy convencido de que una de las grandes razones de la oscuridad y de los sentimientos inquietos de mucha gente bien intencionada en lo que respecta a la fe cristiana, es su costumbre de confundir y no diferenciar la justificación de la santificación. Nunca podremos recalcar demasiado que son dos cosas separadas. Es cierto que no pueden ser divididas y que cualquiera que es partícipe de una de las dos es partícipe de ambas. Pero nunca, nunca, deben ser confundidas y nunca deben olvidarse las diferencias entre ellas.
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