Remedios
Me atrevo a dar una opinión acerca del mejor remedio que he mencionado para la situación. Otras corrientes de pensamientos en las iglesias tienen que formar sus propios criterios. Estoy convencido de que la cura para los evangélicos se encuentra en una comprensión más clara de la naturaleza y lo pecaminoso del pecado. No necesitamos volver a Egipto y tomar prestadas prácticas similares a las católicas romanas a fin de revivir nuestra vida espiritual. No necesitamos restaurar el confesionario, ni volver al monacato ni al ascetismo. ¡De ninguna manera! Tenemos, sencillamente, que arrepentirnos y hacer nuestras primeras obras. Tenemos que volvernos a los principios originales de la fe. Tenemos que volver "a las sendas antiguas". Tenemos que sentarnos humildemente ante la presencia de Dios, encarar de frente todo el asunto, examinar claramente lo que el Señor Jesús llama pecado y lo que el Señor llama "hacer su voluntad".
¡Debemos, luego, tratar de entender que es terriblemente posible vivir una vida descuidada, fácil, medio mundana y, a la vez, mantener los principios evangélicos y llamarnos evangélicos! Una vez que comprendemos que el pecado es mucho más vil y que está mucho más cerca de nosotros, y que se nos pega más de lo que suponemos, seremos conducidos, confío y creo, a acercarnos más a Cristo. Una vez que lo estamos, beberemos profundamente de su plenitud y aprenderemos más fehacientemente a "vivir la vida de fe" en él, como lo hizo San Pablo. En cuanto hemos sido enseñados a vivir la vida de fe en Jesús y a permanecer en él, daremos más fruto, seremos más fuertes para cumplir nuestro deber, más pacientes en las pruebas, más cuidadosos de nuestro pobre y débil corazón y más como nuestro Maestro en todos nuestros pequeños quehaceres cotidianos. En la proporción en que comprendamos cuánto ha hecho Cristo por nosotros, trabajaremos para hacer mucho para Cristo. Más somos perdonados, más amaremos. En suma, como dice el Apóstol: "Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados... en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18).
Sea lo que fuere que algunos optan por pensar o decir, no puede haber ninguna duda de que un aumento de sensibilidad por la santidad es una de las señales de nuestra época. Las conferencias para promover la "vida espiritual" son temas de congresos casi todos los años. El tema ha despertado mucho interés en muchos países, por lo cual debemos estar agradecidos. Cualquier movimiento basado en principios sólidos, que ayuda a profundizar nuestra vida espiritual y a aumentar nuestra santidad personal, será una verdadera bendición para la Iglesia. Hará un gran aporte para unirnos y curar nuestras desafortunadas divisiones. Puede traer una efusión fresca de la gracia del Espíritu y dar vida a los muertos. Aun con la seguridad que tengo, como dije al comienzo de este escrito, tenemos que escarbar profundo para edificar alto. Estoy convencido de que el primer paso hacia el logro de un nivel más elevado de santidad es comprender más plenamente lo asombrosamente pecaminoso que es el pecado.
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