2. Santificación
"Santifícalos en tu verdad". Juan 17:17
"La voluntad de Dios es vuestra santificación". 1 Tesalonicenses 4:3
Me temo que el tema de la santificación es uno que a muchos les desagrada considerablemente. Algunos hasta lo rechazan con desprecio y desdén. Lo último que quisieran es ser un "santo" o un hombre "santificado". No obstante, el tema no merece ser tratado de este modo. No es un enemigo, sino un amigo.
Es un tema de suma importancia para nuestras almas. Si la Biblia dice la verdad, entonces es cierto que, a menos que seamos "santificados", no seremos salvos. Hay tres cosas que, según la Biblia, son absolutamente necesarias para la salvación de cada hombre y mujer en la cristiandad. Estas tres son: Justificación, regeneración y santificación. Las tres se encuentran en cada hijo de Dios: El que ha aceptado a Cristo como su Señor y Salvador es nacido de nuevo, justificado y santificado. Al que le falte uno de estos tres elementos, no es un verdadero cristiano a los ojos de Dios y, si muere en esa condición, no lo encontraremos en el cielo ni será glorificado en el día final.
Es un tema muy apropiado para esta época porque han aparecido últimamente doctrinas extrañas, sobre todo, respecto al tema de la santificación. Algunas de esas doctrinas parecen confundirla con la justificación. Algunos la rebajan al grado de anularla bajo la excusa de tener un gran celo por la gracia y la descuidan, prácticamente, en su totalidad. Otros tienen tanto temor de que las "obras" sean incluidas como parte de la justificación, que casi ni pueden encontrarle un lugar a las "obras" en su fe. Otros más, adoptan una norma equivocada con respecto a la santificación, nunca la logran, desperdician su vida en repetidos cambios de iglesia en iglesia, de congregación en congregación y de secta en secta con la esperanza inútil de que encontrarán lo que quieren. En tiempos como este, un examen sereno del tema, como uno de los temas principales del evangelio, puede ser de mucho provecho para nuestras almas.
I. Primero, consideremos la verdadera naturaleza de la santificación.
II. Segundo, consideremos las señales visibles de la santificación.
III. Por último, consideremos, en qué coinciden la justificación y santificación, en qué se parecen y cómo difieren.
Si lamentablemente el lector de estas páginas es alguien a quien sólo le interesa el mundo y no profesa una religión, no puedo esperar que se interese mucho en lo que escribo. Probablemente le parezca cuestión de "palabras y nombres" y lindas preguntas que no tienen ninguna relación con lo que cree. Pero si es un cristiano reflexivo, razonable y sensible, me atrevo a decir que encontrará que vale la pena tener algunos conceptos claros acerca de la santificación.
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