Aplicación práctica
Al llevar este tema poderoso a una conclusión, siento que apenas he tocado la superficie. Es un asunto que no puede ser tratado a fondo en un escrito como este. El que quiera verlo tratado, completa y exhaustivamente, tiene que recurrir a eruditos de teología experimental, como Owen, Burgess, Manton, Charnock y otros gigantes de la escuela puritana. Sobre temas como este, no hay escritores que puedan compararse con los puritanos. Sólo me resta destacar algunos asuntos prácticos de toda la doctrina sobre el pecado que deben ser tratados en la actualidad.
(a) Quiero decir, en primer lugar, que un concepto bíblico del pecado es uno de los mejores antídotos contra el tipo de teología vaga, imprecisa, nada clara, borrosa, indefinida, que es tan dolorosamente común en la actualidad. Es en vano cerrar los ojos al hecho de que hay una gran cantidad de supuesto cristianismo hoy día que no puede declararse positivamente errado, pero que, a pesar de todo, no es completo, de peso, ni totalmente acertado. Es un cristianismo en el cual no se puede negar haya "algo de Cristo, algo de la gracia, algo de la fe, algo del arrepentimiento y algo de la santidad"; pero no es lo verdadero, tal como aparece en la Biblia. Las cosas están fuera de lugar y son desproporcionadas.
Como hubiera dicho el anciano Latimer: Es una especie de "mezcla de esto y aquello" y no hace nada de bien. No ejerce influencia sobre la conducta cotidiana, ni consuela en la vida, ni da paz en la muerte. Los que siguen estas aparentes verdades, despiertan a menudo demasiado tarde para encontrarse con que no tienen ningún fundamento. Ahora bien, creo que la mejor manera de curar este tipo defectuoso de religión es darle más prominencia a la antigua verdad bíblica acerca de lo pecaminoso del pecado. La gente nunca se propondrá decididamente ir en dirección al cielo y a vivir como peregrinos hasta que sientan que realmente corren peligro de ir al infierno. Tratemos todos de reavivar la antigua enseñanza acerca del pecado en los jardines de infantes, escuelas, colegios y universidades. No olvidemos que "la ley es buena, si uno la usa legítimamente" y que "por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (1 Tim. 1:8; Ro. 3:20; 7:7). Pongamos la ley al frente y enfaticémosla de modo que los hombres le presten atención. Hablemos de los Diez Mandamientos e insistamos en ellos demostrando lo largo, ancho, profundo y alto de sus requerimientos. Este fue el método de nuestro Señor en el Sermón del Monte. No hay nada mejor que podemos hacer que seguir su plan. ¡Podemos depender de él; los hombres nunca acudirán a Jesús, ni se quedarán con Jesús, ni vivirán para Jesús, a menos que realmente sepan por qué deben acudir a él y cuál es la necesidad que tienen!
Aquellos que el Espíritu atrae a Jesús son los que el Espíritu ha convencido de pecado. Sin una convicción total de pecado, el hombre puede acudir a Jesús y seguirle por un tiempo, pero pronto se apartará y volverá al mundo.
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