-Parte 2-
Estudiar
lo que Dios hace en la providencia corregirá la incredulidad natural de
nuestros corazones
Hay
una incredulidad natural en los mejores corazones, la cual es incrementada
cuando pensamos equivocadamente acerca de las obras de la providencia. Somos
tentados a decir igual que el salmista: “He aquí estos impíos, sin ser
turbados del mundo, alcanzaron riquezas.” (Sal.73:12) Pero si somos
cuidadosos en observar la manera en que Dios castiga a los hombres malvados,
algunos de ellos en este mundo y todos ellos en el mundo venidero, nuestra fe
será confirmada plenamente. Aquellas providencias las cuales muestran la
sabiduría, el poder, el amor y la fidelidad de Dios en preservar y librar a su
pueblo de todos sus peligros, temores y dificultades, son muy claras. El Señor
se manifiesta a su pueblo por medio de estas cosas. (Sal.94:1) Piense en sus
propias experiencias y pregúntese ¿Quién suplió todas sus necesidades en los
tiempos difíciles? ¿Acaso no fue el Señor? “Ha dado alimento a los que le
temen; para siempre se acordará de su pacto.” (Sal.111:5) ¿Cómo es que
usted ha sobrevivido a través de tantos peligros, enfermedades y accidentes? No
hay duda alguna de que Dios estaba presente en todas estas cosas y solo por su
cuidado usted ha sido preservado. La mano de Dios también se ve claramente en
las respuestas a sus oraciones. “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de
todos mis temores. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus
angustias.” (Sal.34:4 y 6) ¿No ha descubierto la mano de Dios guiando y
dirigiendo sus caminos a fin de que bendiciones que usted nunca se imaginó le
han sido otorgadas? Su pueblo le es muy querido a Dios, y Él hace todas las
cosas a favor de ellos. (Sal.57:2)
Llevar
un registro de lo que la providencia ha hecho será un apoyo real en los tiempos
difíciles en el futuro.
Es
mucho más fácil para la fe viajar por un camino muy conocido que trazar un
camino nuevo donde no puede ver ni un paso adelante. El acto de la fe cuando
por primera vez confiamos en Cristo fue el más difícil. Todos los actos
subsecuentes de la fe son hechos más fáciles por nuestras primeras
experiencias. Cuando llegamos a un tiempo de problemas nuevos, es de gran ayuda
poder decir: “Esta no es la primera vez que he estado en estas profundidades, y
he salido con bien antes.” Cuando los discípulos no tuvieron pan, Cristo les
tuvo que recordar de los milagros que el hizo anteriormente. (Mat.16:8-11) Les
llamó hombres de “poca fe” porque deberían haber confiado en Dios después de
haber sido testigos de su poder en el pasado. Hay dos maneras en que mostramos
nuestra incredulidad:
1- Dudamos del poder de Dios.
2- Dudamos de su voluntad para
ayudarnos.
El pueblo de Israel pensó que algunas cosas le serían imposibles a Dios. ¿Podrá poner mesa en el desierto? ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? (Sal.78:19-20) Porque nosotros no vemos la forma en que el alivio vendrá, pensamos que no podemos esperar nada. Pero todos estos razonamientos de la incredulidad son vencidos si solo pensamos en nuestras anteriores experiencias. Dios nos ha ayudado, entonces puede ayudarnos ahora. Tiene el mismo poder y la misma capacidad que siempre ha tenido.
La incredulidad también
cuestiona si Dios será misericordioso ahora aunque lo ha sido en el pasado.
David y Pablo razonaron relacionando lo que Dios había hecho antes a lo que
haría ahora. (1 Sam. 17:36; 2 Cor.1:10) ¿Cuál cuestionamiento puede haber
ahora, después de tantas y continuas pruebas en el pasado de la bondad de Dios?
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