"La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación", (2 Corintios 7:10)
Mi convicción de pecado se expresa mejor en las palabras: "Mis pecados, mis pecados, oh Salvador mío,
cuán tristemente caen sobre ti".
La convicción de pecado es una de las experiencias más raras en una persona, y es el umbral del
entendimiento de Dios. Jesucristo dijo que cuando el Espíritu Santo viniera, convencería a la gente de
pecado (ver Juan 16:8). Cuando el Espíritu despierta la conciencia de una persona y la lleva a la presencia
de Dios, a ella no le preocupa la relación con los demás, sino la relación con Él: "Contra ti, contra ti solo
he pecado; he hecho lo malo delante de tus ojos"... (Salmo 51:4). Las maravillas de la convicción de
pecado, el perdón y la santidad están tan estrechamente relacionadas, que sólo es santa la persona que
verdaderamente ha sido perdonada, Tú pruebas que fuiste perdonado debido a que por la gracia de Dios te
opones completamente a lo que eras. El arrepentimiento siempre lleva a la persona a este punto: "He
pecado". La evidencia más segura de que Dios está obrando en su vida es cuando dice estas palabras en
serio. Algo menos que esto es remordimiento por haber cometido torpezas, un acto reflejo causado por el
disgusto con uno mismo.
La entrada al reino de Dios se logra a través de los agudos dolores del arrepentimiento que golpean la
respetable "bondad" del hombre. Luego el Espíritu Santo, quien es el que produce esta agonía, empieza la
formación del Hijo de Dios en la vida de la persona (ver Gálatas 4:19). Esta nueva vida se manifiesta por
un arrepentimiento consciente, seguido de una santidad inconsciente, y nunca al contrario. La base del
cristianismo es el arrepentimiento. En sentido estricto, una persona no puede arrepentirse cuando quiera.
El arrepentimiento es un don de Dios. Los antiguos puritanos acostumbraban orar por el "don de las
lágrimas". Si no comprendes el valor del arrepentimiento, tolerarás la permanencia en el
pecado. Examínate y ve si has olvidado cómo vivir verdaderamente arrepentido.
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