Todo vuestro ser. La excelente y misteriosa obra del Espíritu Santo ocurre en los lugares más recónditos de nuestro ser, a los cuales no podemos llegar. Lee el Salmo 139. Aquí el salmista da a entender: “Oh Señor, tú eres el Dios de los amaneceres, el Dios de la profunda noche, el Dios de las cimas de las montañas, y el Dios del mar. Pero, mi Dios, el alma mía tiene horizontes más lejanos que los de las madrugadas, tinieblas más oscuras que las noches de la tierra, cumbres más altas que las de cualquier montaña, abismos más profundos que cualquier mar de la naturaleza. Tú, que eres el Dios de todas estas cosas, sé mi Dios. No puedo alcanzar las alturas ni las profundidades. Existen motivos que no puedo descubrir, sueños que no puedo alcanzar. Dios mío, examíname".
¿Creemos que Dios puede fortalecer y proteger nuestros procesos mentales en una medida muchísimo mayor que la de nuestras posibilidades? "La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado", 1 Juan 1:7. Si este versículo se refiere únicamente a la limpieza en nuestro nivel consciente, ¡qué Dios tenga misericordia de nosotros! La persona que ha sido embotada por el pecado dirá que ni siquiera es consciente de él. Pero la limpieza del pecado que experimentamos alcanzará las alturas y profundidades de nuestro espíritu, si nosotros andamos en luz, como él está en luz. El mismo Espíritu que nutrió la vida de Jesucristo alimentará la vida de nuestro espíritu. Sólo cuando Dios nos protege con la milagrosa santidad de su Espíritu, nuestro espíritu, alma, y cuerpo pueden ser guardados en una rectitud sin mancha hasta la venida de Jesús, y Dios ya no nos reprueba.
Deberíamos permitir que nuestras mentes mediten con mayor frecuencia en estas grandiosas y monumentales verdades de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario