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La lección suprema aquí lo que hace
es mostrarnos la total independencia del hombre de fe. Abraham no estaba
dispuesto a consentir ser dueño de una tierra sin pagar por ella, de manera
que insistió cortésmente en no llevarse nada del mundo, aunque está dispuesto
a tomarlo todo de Dios. Aquí muestra una gran independencia, no permitiendo
que el mundo le haga rico en ninguna medida. Dios le había prometido esta
tierra, y ninguna estrategia del enemigo, ningún expediente temporal, podía
satisfacer su corazón. Al final de su carrera, a pesar de que era propietario
de la tierra por la promesa, la única parte que realmente poseía era el campo
y la cueva donde enterró a su esposa. Existe una gran escasez de libertad resistente en nuestro mundo hoy. ¿Cuál es el secreto de ello?
Aprendemos de la vida de Abraham que el secreto es esencialmente fijar
nuestros ojos en otro lugar y no quedarnos satisfechos con cualquier cosa que
nos ofrezca la tierra. Entonces podemos ser bastante indiferentes a sus
atractivos, sus afirmaciones y las presiones que sentimos de por todas
partes. Si nuestros corazones están realmente envueltos en esta escena aquí
abajo, no somos más que víctimas de todas las presiones que surjan en
cualquier forma. Si tenemos los ojos fijos en la ciudad que solo Dios
construye, a donde mira la persona de fe, entonces podemos ser muy
independientes aquí. Las cartas de Samuel Rutherford son
un maravilloso tesoro de la vida devocional del corazón que ha sido cautivado
y capturado por Cristo. Él fue un gran hombre fuerte. Recuerdo haber leído
sobre cuando se estaba muriendo en la prisión de St. Andrews en Escocia,
cuando el rey envió un mensajero para convocarle a que apareciese en el
tribunal de Londres para que respondiese a los cargos de gran herejía. Cuando
entró el mensajero y se encontró ante el anciano anunciándole que el rey le
había ordenado comparecer ante el tribunal, le dijo con su estilo escocés: “Ve
y dile a tu amo que tengo una cita para aparecer ante un tribunal más
elevado, y antes de que le llegue este mensaje, yo voy a estar donde pocos
reyes y grandes hombres jamás van”. Este fue un reproche conmovedor hecho a
un hombre en la tierra que creyó poder reclamar la presencia ante el tribunal
de un hombre de fe. Abraham fue propietario de una
sepultura en una cueva al final. Eso fue todo. Esto es algo que nos sirve de
recordatorio a todos los hombres y mujeres de fe en todas las épocas, que
todo cuanto podemos tener en propiedad aquí abajo es una parcela de sepultura
en la cual podemos hacer descansar todas nuestras esperanzas y expectativas
en esta vida. Todo lo que esperamos y todas las cosas estupendas que
esperamos tener algún día, todas las experiencias que nos gustaría poder
vivir de nuevo, todas estas expectaciones se encuentran enterradas en la
tumba. Hemos sido creados para ser
criaturas de la eternidad. El libro de Eclesiastés dice que Dios “ha puesto
eternidad en el corazón del hombre” (Eclesiastés 3:11b). No hemos sido
creados para ser criaturas del tiempo, y no hemos sido hechos para que nos
sintamos satisfechos con este breve período de vida y para que luego pasemos
al silencio eterno e interminable que es la muerte. Dios ha puesto eternidad
en nuestros corazones. Pero la gran tragedia es que podemos muy fácilmente
perder de vista el objetivo. Nos involucramos en los problemas del tiempo y
perdemos la visión mucho más amplia de la eternidad. Señor, enséñame a vivir con la
misma clase de independencia que lo hizo Abraham, que fijó sus ojos en
aquellas cosas que nadie le podía quitar. |
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Aplicación a la vida |
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¿Somos nosotros rehenes de las
cosas que tienen que ver sencillamente con esta temporada? ¿Vivimos nosotros
cada día como criaturas de los valores y la esperanza de la eternidad? |
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Versículo para hoy:
sábado, 27 de junio de 2020
27 de junio - La independencia de la fe - Ray Stedman
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